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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

La vacuna pincha

El proceso de inmunización arroja cifras muy pobres en toda España, pero no tiene explicación que la Comunidad Valenciana, pese a ser una de las autonomías más pobladas, esté a la cola en dosis puestas

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La Comunidad Valenciana está en el grupo de cabeza de España en población. Y en el pelotón de cola en vacunación. ¿Cómo es posible? Nadie ha dado todavía una respuesta aceptable a una contradicción tan flagrante.

Cito datos oficiales del Ministerio de Sanidad, a 5 de marzo.

1. Tanto por ciento de población vacunada con las dos dosis sobre el total en España: 2,8%

Tanto por ciento de población vacunada con las dos dosis sobre el total en la Comunidad Valenciana: 2,3%.

La Comunidad Valenciana no sólo está por debajo de la media nacional en población inmunizada. Es que, siendo la cuarta autonomía más poblada de España, es la cuarta comunidad con menos personas que han recibido las dos dosis, sólo superada en tan pésima clasificación por Baleares (2%), Ceuta (1,9) y Melilla (1,5).

2. Tanto por ciento de población vacunada al menos con una dosis sobre el total en España: 6,6%

Tanto por ciento de población vacunada con al menos una dosis sobre el total de la Comunidad Valenciana: 5,6%

También en este parámetro la Comunidad Valenciana está por debajo de la media nacional, que ya de por sí es pobre. Es la quinta por la cola. Sólo Melilla, Baleares, País Vasco y Canarias han puesto menos vacunas.

3. Dosis administradas por cada 100.000 habitantes en España: 9.447

Dosis administradas por cada 100.000 habitantes en Comunidad Valenciana: 7.834.

Una vez más, también en este parámetro la Comunidad Valenciana queda lejos de la media nacional y otra vez es la quinta por la cola. Sólo han puesto menos vacunas por cada cien mil habitantes las mismas autonomías que en el apartado anterior: Melilla, Baleares, País Vasco y Canarias.

Repito que estos son datos oficiales del Ministerio de Sanidad, a 5 de marzo. O sea, de anteayer. Si ustedes se meten a bucear en las decenas de repositorios estadísticos y webs -periodísticas o especializadas- a las que cualquiera tiene acceso en internet, podrán encontrar clasificaciones distintas, donde la Comunidad Valenciana sale algo mejor parada. Pero en casi todos los casos los datos se corresponden al 14 de febrero pasado, es decir, son anticuados. Y aun así, aunque por población deberíamos estar arriba, en el mejor de esos supuestos, con cifras de veinte días atrás, estamos en mitad de la tabla. O sea, lejos de servir de consuelo, sigue señalando un problema. Para que se hagan una idea, RTVE -poco sospechosa de querer malmeter contra un gobierno del que forman parte el PSOE y Podemos, además de Compromís- publicó el viernes un mapa de España por comunidades pintado de verde. Verde esperanza, supongo que era el mensaje subliminal. Cuanto más verde, más avanzada la vacunación; cuanto menos intenso el color, más retrasada. La Comunidad Valenciana no parecía verde, sino transparente. Y no era un efecto de la pantalla.

¿Qué está pasando? No lo sabemos. Pero tenemos derecho a saberlo. Las bajas cifras de vacunación coinciden con la percepción que cualquiera puede tener observando su propio entorno. Hay continuos anuncios, desde los que indican que tal o cual grupo va a comenzar la vacunación, transmitiendo así la idea de que los grupos anteriores la han concluido, lo que no es cierto, hasta los que desde la Generalitat hablan de próximas vacunaciones masivas y concretan los «vacunódromos» que para eso se van a utilizar: IFA, Ciudad de la Luz... Pero lo cierto es que se observa, como mínimo, un evidente desorden. Sobre todo, en aquellas inmunizaciones que deberían ser más fáciles al ejecutarse a través de los centros de salud. No hay, desde luego, colas en sus puertas. Al contrario, lo que no hay muchos días es nadie en ellos. Y la población de 80 años, que a estas alturas debería haber recibido al menos una dosis, está todavía en porcentajes muy bajos de vacunación, se diga lo que se diga. Si a eso le sumamos que es justo ahora, a siete días de que se celebre el aniversario del Gran Confinamiento, cuando Sanidad está enviando mensajes donde se invita a los ciudadanos a actualizar sus datos (sólo en valenciano, aunque cuando llegan las campañas electorales ya se preocupa Compromís de que sus eslóganes se lean, pronuncien y escriban igual en valenciano que en castellano, que una cosa es hacer patria y otra jugarse el poder), no se puede por menos que pensar que aquí lo que sigue reinando es la improvisación. ¿No ha habido tiempo en un año para actualizar esos datos? ¿No sabe Sanidad la situación médica y administrativa de cada uno de los ciudadanos? Pues menos mal que éramos campeones en la aplicación de la inteligencia artificial, que si llegamos a estar con boli y papel se nos pasa el siglo sin terminar de poner pinchazos. O a lo mejor, no. A lo mejor es que tenemos una Administración que si la sacas del boli y el papel, se pierde.

Si algo han tenido claro desde el principio los estrategas políticos de la Generalitat es que la gestión de esta pandemia se medirá por la vacunación. Luego vendrá la parte social y económica, cuyo estallido, que por el momento sólo está dejando destellos, va a ser terrible. Y ahí también se la jugarán todos los gobiernos. Pero el primer examen será el de la inmunización. Has hecho un buen trabajo como gobierno si has conseguido no quedarte atrás en la vacunación de la población a tu cargo, o lo has hecho mal si te quedas rezagado. Y, ojo, que en todos los sitios en general, pero en la Comunidad Valenciana en particular, la vacunación de la población no tiene sólo un componente sanitario, aunque éste sea el más urgente e importante, sino también un relevante efecto económico. A menos inmunización, mayor dificultad para que sectores esenciales como el turismo recuperen actividad. Por eso, escuchar al presidente de Hosbec pidiendo apertura en Semana Santa es comprensible, visto la penosa situación que la hotelería sufre, pero no es viable. Tal como vamos, ya puede darse con un canto en los dientes Toni Mayor si el porcentaje de vacunación, para verano o incluso para otoño, es el suficiente para que los mercados exteriores nos consideren un destino aceptable.

Decía que, dentro de unos registros que son exiguos para toda España (Asturias, que lidera este proceso, sólo tiene inmunizada al 4,3% de su población con las dos dosis y al 8,3 con una), no es posible comprender los ratios de vacunación que presenta la Comunidad Valenciana, da igual que sea con datos al 5 de marzo o al 14 de febrero. ¿Recibimos menos dosis que las que nos corresponderían por población y por eso vacunamos menos? No creo. Porque si así fuera, no se entendería entonces que no estuviéramos montando ya la marimorena, fuera el Consell, fuera la oposición, fueran los empresarios, o fueran todos. ¿No somos eficientes en la logística de la vacunación? Me temo que ese puede ser el problema. Pero para saber lo que ocurre, primero necesitamos explicaciones urgentes de la conselleria de Sanidad, un departamento cada vez más opaco. Y si esas explicaciones no nos convencen, que mucho me temo que no, lo único que cabe exigir es un cambio radical en un área donde ya es lugar común comentar que entre la «número uno», Ana Barceló, y la «número dos», Isaura Navarro, la primera del PSOE y la segunda de Compromís, no sólo no se hablan, sino que se ponen trampas a diario la una a la otra bajo el secular principio de yo me quedo tuerta pero a ti te dejo ciega. Lo malo es que a quien nos están sacando los ojos es a los ciudadanos.

¿Dónde están nuestras vacunas? Merecemos que nos lo digan. Urge una comparecencia de la consellera de Sanidad en las Cortes para dar cuenta del plan de vacunación. Pero igual de urgente es que el jefe del Consell, Ximo Puig, tome medidas ante una situación que se deteriora a ojos vista. Quiero decir que, si hay razones externas para que nuestro ritmo de vacunación sea más lento que el de otros, el president debe fijarse como primer objetivo invertir esa situación. Pero también que, una vez aclarado y solucionado este asunto, si es que fuera necesario, Presidencia de la Generalitat, su titular y sus equipos, no pueden seguir ejerciendo como conselleria bis para tapar los errores de la conselleria «oficial». Eso ya no sirve, si es que algún día fue útil para algo. En Sanidad se necesita cortar por los sano, es imprescindible un cambio, que no puede demorarse por estrategia política, ni por condicionantes de partido. El tándem Barceló/Navarro no funciona, así que habrá que apartar a una, a la otra, o a las dos. Pero si seguimos con esta situación, ese juicio final en el que tanto confía la Generalitat acabará en condena. Que no le quepa duda al president. Ni a la vicepresidenta Oltra, tan locuaz y tan estricta para tantas cosas y tan callada y comprensiva cuando de su compañera Isaura toca hablar.

Espabilen.

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El Ayuntamiento de Dénia publicaba ayer en la prensa valenciana un interesante anuncio sobre las ayudas del Plan Resistir, impulsado por la Generalitat Valenciana. Interesante, digo, porque en su último punto señalaba: «Novetat: hi podem optar sol-licitants que no estiguen al corrent de les obligacions tributaries i ambs la Seguritat Social». Es un acierto por parte del Consistorio dianense destacar este hecho, porque hasta aquí muchos autónomos se han visto en un callejón sin salida: su pérdida de ingresos les había llevado a no cumplir con sus obligaciones tributarias, pero no podían acceder a ayudas si no habían pagado los dos últimos meses. O sea, el juego de los barquitos: primero tocado y luego hundido. Eso parece haberse corregido, pero no se ha informado con la suficiente difusión a la población. Y es un problema -el de la falta de información- que va a más y no a menos. Hay tantas ayudas como selva burocrática para llegar a ellas. Y no hay un organismo unificador que ofrezca información al día sobre todo lo que un pequeño empresario, un autónomo, incluso un trabajador, tiene derecho a recibir en estos momentos de penuria. El mejor punto de atracción que la Generalitat podría tener en Alicante no es ni la Casa de las Brujas, ni la Sindicatura de Agravios ni la Conselleria de Innovación. Un simple local, funcionarios expertos y una banderita. Eso sí sería presencia.

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