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José Manuel Ponte

El hierro de la ganadería

Un grafiti recuerda a Nevenka como símbolo de la lucha contra el acoso sexual

En el llamado Día de la Mujer hubo dos salvajes agresiones machistas con resultado de muerte, quizás para recordarnos que la violencia de género es todavía una fruta prohibida en el Paraíso de la Civilidad. Hubo también manifestaciones callejeras con un número reducido de participantes a fin de respetar las limitaciones que impone la lucha contra la pandemia. Y hubo un recuerdo emocionado, no podía faltar, para Nevenka Fernández, la concejala del PP de Ponferrada que sufrió la hostilidad de una buena parte de sus convecinos por haberse atrevido a denunciar acoso por parte del alcalde de esa localidad leonesa. Un suceso del que se cumplen ahora veinte años. El ‘caso Nevenka’ ejemplifica perfectamente hasta qué punto el perverso sentimiento de disponibilidad del cuerpo y de los sentimientos de la mujer anida en el cerebro de algunos hombres (más de los que quisiéramos). Y sirve también para medir si la lucha por corregir esa tentación criminal avanzó algo en ese periodo de tiempo. La historia es conocida. Nevenka era una guapa concejala, del Ayuntamiento de Ponferrada, economista de profesión, que había mantenido una relación sentimental con el alcalde. Pero en un momento determinado, y en uso de su sacrosanto derecho a la libertad personal, decidió romperla. Al parecer, tal decisión hirió el orgullo del alcalde y entonces se desencadenó un brutal acoso contra la concejala que concluyó en el Tribunal Supremo con un reproche a la conducta del regidor local, si bien se alivió la carga penal de la sentencia al establecerse que entre un alcalde y un concejal no puede darse relación de dependencia tal y como alegó la acusación. No obstante, el meollo del asunto consiste en entender cómo algunos hombres (bastantes más de los que sospechamos) creen tener derecho a disponer del cuerpo de una mujer por el simple hecho de haber mantenido previamente una relación íntima con ella. Vamos, es como si la marcasen de por vida con el hierro de su ganadería. El gran escritor coruñés Wenceslao Fernández Flórez, con la humorística acidez que lo caracterizaba, retrató en algunas de sus novelas más conocidas (‘Volvoreta’, ‘Relato inmoral’, ‘Las siete columnas’, ‘El secreto de Barba Azul’...) a esa clase de macho dominante, y también al coro ciudadano que le ríe la gracia. En la segunda de las obras aquí citadas, el protagonista masculino urge a la mujer con la que va a casarse al día siguiente que ceda al deseo imperioso de gozar anticipadamente de su virginidad. Tras mucho rogar, la mujer cede al capricho y observa desconcertada cómo su novio pasa del ardiente ruego amoroso al frío desprecio por lo que entiende una conducta licenciosa. "¡Pero si fue contigo ...!", argumenta la mujer ya en pleno desconcierto. Una mentalidad parecida es la que dio lugar, hace ya veinte años, al sufrimiento de Nevenka Fernández que hubo de exiliarse de Ponferrada para huir de un círculo social opresivo. Desde entonces, cabe preguntarnos si hemos avanzado o retrocedido en la lucha por la igualdad de la mujer. A los que tenemos ya una cierta edad nos parece que sí. Un dato: cuando me licencié en Derecho, el número de mujeres que ejercían como juezas y fiscalas era abrumadoramente inferior al de hombres en ese mismo cometido. Ahora, es justo al revés.

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