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Antonio Balibrea

La burbuja que viene

Ilustración DE ELISA MARTÍNEZ

¿Dónde pongo mi dinero? se preguntan algunos. Otros, con mayor dramatismo buscan ¿de dónde sacar dinero para poder seguir tirando? Puede que la pregunta sea la respuesta a la crisis económica de 2008 agravada por la pandemia y la recesión económica. Se ha producido un descenso del Producto Interior Bruto (PIB) de los países más ricos y del comercio internacional. Una recesión. Sin duda es un efecto de la crisis que se arrastra desde 2008. Cuando aún apenas se había recuperado la economía con la intervención de los poderes públicos y los bancos centrales, aparece el covid-19 que ha provocado un frenazo en seco de la producción y el consumo, especialmente durante los días de los confinamientos generales. El resultado como suele suceder en casi todas estas ocasiones de crisis: los ricos son más ricos y los pobres más pobres, y especialmente las mujeres. Las diferencias se agudizan.

Los bancos centrales llevan inyectando dinero, créditos, y liquidez al sistema desde 2008, hasta el punto de que los bancos pagan intereses por depositar su dinero en el Banco Central Europeo, algo absolutamente inédito en el sistema financiero. ¿Dónde pongo mi dinero? Las grandes fortunas y fondos de inversión se hacen esta pregunta día tras día, y muchos de ellos terminan en valores refugio cómo el oro o la plata, o bienes inmuebles -comprando edificios enteros para ponerlos en venta o alquiler- la mayoría de ellos derivados de la burbuja urbanística de la crisis anterior. Hay sectores en los que se demandan inversiones, y que probablemente a medio y largo plazo serán rentables: Inversiones en digitalización: transformación digital, ciberseguridad, e inteligencia artificial. También todos los relacionados con energías alternativas: solar, eólica, hidrógeno verde, sistema de acumulación futura, y su aplicación en los sectores del transporte: coches, trenes, incluso barcos y aviones. Al lanzamiento de vehículos híbridos o eléctricos, seguirán los de hidrógeno verde, es decir producido con energía limpia. La energía renovable que no se consuma directamente se aplicaría para producir hidrógeno mediante electrolisis, y almacenarlo. Los motores de hidrógeno son mucho menos contaminantes y sustituirán a algunos de energías fósiles. Especialmente para grandes transportes y distancias, en trenes, barcos y aviones.

El problema será el de siempre, el aumento de producción con una base ecológica, es posible, pero, supondrá la reducción de puestos de trabajo, y la conversión de muchos otros. Cabe la reducción de jornada y el reparto del tiempo de trabajo, como plantean las centrales sindicales. La capacidad de compra de más del noventa por ciento de la población mundial se ha reducido. La crisis pandémica y la reducción de movilidad lleva incluso a aumentar el ahorro de las familias, las pocas que pueden ahorrar, pero no lo gastan. Los grandes capitales estimulados por los bajos tipos de interés pueden invertir en la bolsa, e incluso adquirir o participar empresas mediante opas – por ejemplo, Australia, una potencia mundial en hidrógeno verde y baterías, entrando en Naturgy-, o simplemente están presentes en las principales empresas de un país. E, incluso, en el bitcoin dónde pueden cazar a incautos y blanquear. Hay dinero para invertir, pero además los bajos tipos de interés estimulan los apalancamientos. Las principales bolsas -Estados Unidos, Alemania, etc.- registran máximos históricos por la pugna por comprar valores de los sectores con mayores expectativas, como siempre, pero ahora en una situación mundial de estancamiento. El valor nominal de las empresas, el de sus acciones sube y sube, pero no así sus ventas ni sus dividendos. Caben pocas dudas de que habrá una cierta y rápida recuperación, pero bastantes de las principales empresas habrán cambiado de manos, y salvo intervención de los gobiernos dejarán a gente atrás. La recuperación será a costa de reducir la capacidad de compra de los menos potentados y arrastrará, previsiblemente a medio plazo, a una burbuja especulativa similar la década pasada. Eso es algo que solo una intervención coordinada de los Estados grandes, pueden evitar, y tendría que ser a través del G-7 o el G-20.

Han aparecido empresas SPAC (Special Purpose Acquisition Company) especializadas en la compra de empresas o en «fusionarse». Son empresas sin actividad productiva alguna, y cuyas acciones se emiten en Bolsa con el único fin de realizar adquisiciones de empresas. Son inversiones «buitre». Ejemplo sería la de Richard Gere en Pretty Woman, o el papel de Michel Douglas en Wall Street. Un objetivo próximo podría ser alguna empresa española de energía solar.

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