Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

Pepe Rei, o la pasión por el reportaje

Yo diría que temerario porque le encantaba tener entre manos informaciones explosivas, de esas que hay que manejar con mucho cuidado para que no te revienten los dedos

Pepe Rei, o la pasión por el reportaje

Era el mejor reportero de todos los que conocí. Y como me dijo el magistrado Antonio Pedreira Andrade, que tuvo ocasión de tratarlo en algún asunto profesional: “El más valiente”. Yo diría que temerario porque le encantaba tener entre manos informaciones explosivas, de esas que hay que manejar con mucho cuidado para que no te revienten los dedos. Coincidí con él en el desaparecido El Pueblo Gallego, donde estaban también José Francisco Armesto, luego director de Faro de Vigo; Rodrigo Varela, que poco después fue nombrado director de El Correo Gallego; Marcelo Otero, director andando el tiempo de Radio Nacional en Pontevedra y algunos más que es ocioso citar aquí. El perfil de aquella redacción tenía muy poco que ver con el estilo característico de la Prensa del Movimiento, que era la entidad que pagaba la nómina. En los años en que yo tuve vara alta en los contenidos (noviembre de 1971 a junio de 1974 cuando me trasladé a Asturias) se publicó en primera página una convocatoria de huelga de celo en Citroën, lo que me costó un tirón de orejas del Gobernador civil que era Ignacio García López, un funcionario discreto que ascendió a secretario general del Movimiento.

El ‘caso Reace’

Pero, sobre todo, el caso Reace, un episodio de corrupción de altos vuelos descubierto en unos depósitos de aceite en Redondela y en el que estaba implicado un hermano de Franco. Hubo muertos en extrañas circunstancias y episodios oscuros que nunca fueron aclarados. La información la llevaba Pepe Rei, que con ese material publicó un libro de éxito, El caso Reace, que es, y sigue siendo, un ejemplo de buen reporterismo. Después, vino su traslado a La Voz de España de San Sebastián que hay que explicar porque entre las muchas falsedades que se dijeron hubo una que le atribuía ya una connivencia inicial con el mundo abertzale. La realidad es más prosaica. En Vigo le colgaron el fracaso económico de una publicación deportiva y necesitaba un dinero que no tenía para salir del apuro. Se le ocurrió que podía conseguirlo añadiendo a su sueldo de redactor de la Prensa del Movimiento el reparto mensual de beneficios de la Asociación de la Prensa de Guipúzcoa, que rondaba las cuarenta o cincuenta mil pesetas. Mucho dinero en aquellos momentos. Hicimos la pertinente gestión con el director gerente del organismo (yo era presidente del Comité Intercentros y Pepe uno de los vocales) y el traslado prosperó. Lo demás es historia conocida (al menos por algunos). El inefable ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, o “De la cabra” como le llamaban sotto voce en algunos medios madrileños, ordenó el cierre por la Policía Armada de 

La Voz de España (el periódico de más tirada de Guipúzcoa) porque alguien le informó de que era una cueva de etarras (entre esos supuestos etarras estaba una prima de Marcelino Oreja) y mandó para casa cobrando puntualmente a todo el personal con la policía dentro. Nunca, que yo sepa, se dio el caso de que un periódico del Estado fuese ocupado por la Policía de ese mismo Estado y menos todavía que ese Estado represor le siguiese pagando el sueldo a los terroristas. La manifestación de protesta en San Sebastián fue grandiosa y en la cabecera confraternizaron dirigentes de todos los partidos. 

Un nuevo periódico

El ocio es mal consejero (el insólito cierre patronal duró más de tres años) y a Pepe, que escribía para El País y el semanario Interviú, se le ocurrió lanzar un periódico que se aprovechase del hueco de la secuestrada Voz, sustituyendo Euskadi por España. La estructura legal de la empresa era la propia de una cooperativa y podías integrarte en ella solo con aportar un millón de pesetas (quinientas mil de tu propio peculio y la cantidad restante de un fondo subvencionado). Una joven periodista asturiana vino a verme para pedirme opinión sobre la viabilidad de un proyecto en el que pensaba invertir. La animé a hacerlo. “No sé lo que va a durar el periódico en la calle —le dije— pero mientras lo haces aprenderás el oficio y sobre todo te vas a divertir.”. La aparición de un nuevo periódico no fue bien vista por los sectores más radicales y pronto aparecieron pasquines en los que se llamaba a Pepe “enemigo del pueblo vasco” y “espía” del ministro del Interior Juan José Rosón. Pero, para sorpresa general, La Voz de Euskadi desbordó a Egin por la izquierda y empezó a dar informaciones muy comprometidas. El cierre definitivo no tardó en llegar y Pepe se vio de nuevo en el paro, ya que había renunciado a su derecho a integrarse en la Administración pública a la desaparición del organismo autónomo Medios de Comunicación Social del Estado. Hasta que los directivos de Egin, que habían comprobado su valía profesional le ofrecieron un puesto en la sección de deportes. Cuando me llamó para contármelo le recomendé que, por prudencia, no saliese nunca del fútbol y sus alrededores. Durante un tiempo así fue y tuvo sonadas polémicas con Toshack, el entrenador galés de la Real Sociedad. Pero en cuanto pudo volvió a su pasión irrenunciable, el periodismo de investigación, al modo en que lo practicaba el alemán Günter Wallraff, que le sirvió como inspiración de su libro El periodista canalla. Al amparo de Egin, Pepe y su equipo de investigación destaparon numerosos escándalos referidos al tráfico de drogas, a torturas en cuarteles, a irregularidades en la adjudicación de obra pública, a financiación en dinero negro de partidos políticos y a intercambios millonarios entre estadistas. Y ahí están, para consultar el detalle, sus libros. 

Pepe Rei apunta

Toda esa información que no hubo forma de desmentir, por rigurosa, le ganó la enemistad de jueces estrella, logreros de la política y personajes del submundo empresarial. Uno de los prohombres que se sintieron agraviados, el consejero de Interior del Gobierno vasco, Juan María Atutxa, lanzó en los medios un ponzoñoso lema: “Pepe Rei apunta y ETA dispara”. Una acusación sin sentido porque nadie puede creer que una organización terrorista, que actúa en la clandestinidad, tenga que esperar a la aparición de una revista para saber cuáles van a ser sus próximos objetivos. Muchas de las anticipaciones que destapó el periodista ourensano son ahora puntual información. Como la fortuna oculta del rey emérito y los asesinatos y torturas que tuvieron lugar en el cuartel de Inchaurrondo. Por cierto, que hace años los tribunales condenaron a Pepe a indemnizar al general Rodríguez Galindo por calumnias que no eran tales, tal y como ahora quedó reconocido. El periodismo de investigación y el reporterismo llevado a sus últimas consecuencias es un ejercicio peligroso. Pepe llevaba casi veinte años postrado en una silla de ruedas por un accidente de circulación en circunstancias no del todo esclarecidas. Descanse en paz el amigo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats