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Joaquín Rábago

Socialismo o libertad

Frase que daría nombre, después de la Segunda Guerra Mundial, a un grupo marxista antidogmático fundado en Francia, entre otros, por el griego Cornelius Castoriadis

EEUU.- El último jefe del Pentágono de Trump afirma que el expresidente incitó a los asaltantes del Capitolio

“Socialismo o libertad” es el eslogan político que repiten como nuevo mantra populista los dirigentes del partido de la presidenta de la Comunidad madrileña. 

Puestos a recurrir a alternativas hiperbólicas, uno podría contraponerle otra, igual de simplificadora y contundente, la de “Socialismo o barbarie”, utilizada en su día por Rosa Luxemburgo.

Frase que daría nombre, después de la Segunda Guerra Mundial, a un grupo marxista antidogmático fundado en Francia, entre otros, por el griego Cornelius Castoriadis.

Ese “socialismo o libertad”, que seguramente le inspiró a Isabel Díaz Ayuso su Rasputín particular, parece más bien un calco del lema esgrimido por el ex presidente de EEUU Donald Trump para atizar el miedo de los electores al Partido Demócrata. 

En Estados Unidos, donde la mayoría de los ciudadanos no tienen la mínima idea de lo que ha sido y es el socialismo, es inmediatamente descalificado como tal cuanto está a la izquierda del Partido Republicano.

No sé, sin embargo, a quién pretenden asustar aquí los nuevos dirigentes del PP con la palabra “socialismo”, que en nuestra Europa poscomunista equivale claramente a socialdemocracia.

Una socialdemocracia que nunca ha tratado de combatir al capitalismo, sino que se ha propuesto tan sólo subsanar sus peores consecuencias, garantizando así la propia supervivencia del sistema. 

Ayuso y los suyos hablan, en cualquier caso, de libertad sin distinciones pese a que, como analizó ya en su día el filósofo Isaiah Berlin, hay distintos tipos de libertades.

El hablaba, por ejemplo, de libertad negativa, la que permite al individuo realizarse plenamente al margen de cualquier coacción externa y que requiere un Estado mínimo.

Pero el segundo concepto de libertad, el positivo, si bien presupone la voluntad autónoma del individuo, implica al mismo tiempo responsabilidad, autocontrol a la hora de actuar. 

Vivimos en sociedad, en el marco de reglas que hemos establecido democráticamente; nos necesitamos unos a otros y nunca debería imperar la ley del más fuerte.

No parece haber duda del tipo de libertad que preconiza la presidenta de la Comunidad de Madrid – esa “España dentro de España”, como ella la llama. 

¿No se refirió en cierta ocasión en términos positivos a la libertad de contaminar de los automovilistas al negar absurdamente la toxicidad de los atascos?

Libertad, pues, para seguir produciendo y consumiendo desaforadamente sin que nos importen el calentamiento global, la destrucción de cada vez más hábitats y la herencia que dejaremos a las próximas generaciones. 

Impuestos lo más bajos posibles, que, aunque con ello se degrade la sanidad pública y se mantenga en la precariedad laboral a miles de sanitarios. Ahí está la sanidad privada de los amigos, dispuesta siempre a suplirla. 

Libertad, por supuesto, para que los padres puedan elegir los centros educativos de sus hijos frente a los intentos de los socialistas y sus aliados de “controlar” sus jóvenes mentes mediante el adoctrinamiento en clase porque, al parecer, no hay más “ideología” que la de la izquierda.

Absoluta falta de complejos y supuesta superioridad moral de la derecha porque es la única que crea prosperidad y riqueza frente a una izquierda a la que los populares, olvidando sus casos de corrupción -¡cosas del pasado!-, acusan de generar sólo miseria donde gobierna.  

Seguridad y desparpajo porque da igual lo que digas y cuanto más escandaloso, mejor ya que, en una sociedad que prima el espectáculo, los medios hablará continuamente de ti, y tus “enemigos” políticos perderán el tiempo tratando una y otra vez de desmentirte. 

Es la fórmula probada ya en EEUU por el anterior presidente y que tan buen resultado le dio allí. Isabel Díaz Ayuso es la mini-Trump del Manzanares. 

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