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Miguel Richart Martínez

La Universidad de Alicante y el Día Internacional de la Felicidad

Desde el año 2013, cada 20 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Felicidad. La Organización de Naciones Unidas (ONU), a instancias del Reino de Bután, un pequeño país ubicado en la cordillera del Himalaya, proclamó esta fecha simbólica para conmemorar la importancia que la felicidad tiene para los seres humanos. El rey de este país centró su acción en valorar la felicidad de su pueblo a través de un indicador de Felicidad Nacional Bruta (FNB). Éste se usa en la actualidad como complemento del Producto Interior Bruto (PIB). A los datos sobre salud, educación, nivel de vida, gobernanza y cultura agrega información sobre vitalidad, disfrute del tiempo, aspectos medioambientales y bienestar psicológico.

En la resolución 66/281 de la ONU, publicada el 12 de julio de 2012, poco menos de un año de la primera celebración, se invitaba a los gobiernos nacionales, regionales, a distintas organizaciones e instituciones y a la sociedad civil a celebrar este día y a adherirse y comprometerse con la promoción de la felicidad. Se hacía, además, especial hincapié en la relevancia del compromiso de las instituciones educativas.

Posteriormente, en el año 2015, la ONU formuló 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a alcanzar en el año 2030, relativos al cambio climático y el consumo sostenible, la reducción de las desigualdades, el impulso de la paz, la justicia y la solidaridad, de una educación inclusiva y equitativa, de la igualdad de género, la garantía de la salud y la promoción del bienestar personal. Estos aspectos se consideraban primordiales para la felicidad de las naciones.

Este artículo no pretende revisar los estudios científicos sobre la felicidad; ni ofrecer consejos para mejorarla. La felicidad, esa sensación difícil de definir, sobre la que han reflexionado filósofos de todos los tiempos, suele darse en instantes más fugaces (felicidad hedónica) que duraderos (felicidad eudaimónica), en momentos de soledad y más en compañía. Se debe, en gran parte, a la genética, de modo que muchas personas son felices a pesar de las circunstancias de igual modo que otras son infelices. Las circunstancias influyen, claro; pero más influye lo que hacemos para manejar las mismas (relajación y afrontamiento, buena comunicación, negociación y gestión constructiva de conflictos, compasión, humor…) y cómo experimentamos y expresamos ciertos valores (altruismo, solidaridad, compañerismo, buenas prácticas, equidad e igualdad, aceptación, respeto, empatía, autenticidad, honestidad...). Y no, el dinero no da la felicidad; siempre y cuando se tenga el mínimo suficiente para una vida digna.

No está en nuestras manos cambiar la genética, pero sí facilitar recursos para que las personas puedan gestionar las circunstancias, intrapersonales e interpersonales, que afectan a su bienestar; recursos que fomenten una adecuada expresión de los valores. En este sentido ofertar servicios de ayuda, así como valorar y prevenir los riesgos psicosociales son acciones importantes.

Y también podemos promover las mejores circunstancias y contextos para la felicidad a través de propuestas de políticas activas que supongan un compromiso formal con las personas, que creen conciencia colectiva y expresen una voluntad de cambio, un horizonte hacia el que dirigirse, una meta a alcanzar. En este sentido, son relevantes, en primer lugar, las políticas para facilitar la conciliación de la vida laboral y personal; en segundo lugar, acciones relativas a la mejora de los canales y estrategias de comunicación, horizontal y vertical, orientadas al entendimiento mutuo y las actitudes constructivas ante los problemas y desencuentros. Por último, la adopción de estrategias para facilitar el ajuste de las personas, de sus competencias y preferencias, a las tareas y los puestos que desempeñan. Todo en un contexto flexible y favorable a la promoción personal, que reconozca el talento, la dedicación, el esfuerzo y los logros alcanzados. Y, sobre todo, el compañerismo y el trabajo en equipo. Estos son los elementos esenciales para definir lo que algunos expertos denominan organizaciones saludables, felices o, más recientemente, organizaciones resilientes. Son organizaciones que por sus políticas y por sus valores se alinean, en su limitado ámbito de acción, con las grandes políticas y valores de impulso de la felicidad auspiciadas por la ONU con la que iniciábamos este texto.

La Universidad de Alicante cuenta con muchos activos para la felicidad: el patrimonio y el fomento de la cultura, su oferta deportiva, el activismo en las políticas de igualdad de género, el fomento de la responsabilidad social, con acciones para el impulso de la inclusión social y el voluntariado social y medioambiental, el asociacionismo, la participación en la Red de Universidades Saludables, la promoción del desarrollo social y la paz, la Universidad Permanente, el compromiso con el medio ambiente y la economía sostenible, la presencia de la Universidad por toda la Provincia a través de sus sedes. Por último, el propio Campus. 

A estos activos habrá que sumar los servicios de ayuda a las personas que se potencien y se creen, así como las políticas básicas para que la Universidad de Alicante pueda encontrarse en las mejores condiciones para ser una universidad resiliente. Una universidad que gestione la crisis generada por el coronavirus y sus repercusiones: la fatiga pandémica y las desfavorables condiciones socioeconómicas venideras.

Con motivo del Día Internacional de la Felicidad, la Rectora de la Universidad de Alicante y su equipo de gobierno quieren asumir el compromiso de adhesión a la iniciativa impulsada por la ONU. Resta, como reto, elaborar un documento programático que exprese formalmente este compromiso. También, impulsar y adoptar medidas que permitan avanzar en la línea de lo enunciado en este artículo. Un reto, no exento de dificultades, que los miembros de la comunidad universitaria, alumnado, personal de administración y servicios y personal docente e investigador, tendrán que asumir con humildad y templanza, sin falsas expectativas, paso a paso, con constancia. Y con mucho consenso. Sobre todo, con mucho consenso e ilusión.  

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