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Alfonso Soler Gomis

Una campaña de vacunación “poco amigable” con las personas mayores

Vacunación en una residencia de mayores.

La pandemia que nos ha cambiado la vida desde principios del pasado año, pone de manifiesto una vez más el poco reconocimiento que la sociedad, representada por sus políticos, tiene hacia un colectivo, el de las personas mayores, a los que se denomina retóricamente como “nuestros mayores” y en un ejercicio de voluntarismo se aboga por hiperprotegerlos porque representan una generación” que lo ha dado todo por nosotros y a los que les debemos todo nuestro respeto”.

Me explico, y lo hago en el contexto de la campaña de vacunación. En primer lugar, como dice mi amigo José Luis Casal, los mayores no somos de nadie; somos una generación que se precia cada vez más de poseer una independencia que les da su formación que ya no es la de nuestros ancestros. Lo que sí es cierto es que como consecuencia del transcurso del tiempo, nuestros sistemas, entre ellos el inmunitario, va disminuyendo su eficiencia si bien la generalización es inexacta, como todas las generalizaciones que se hacen sobre este segmento poblacional, cada vez más extenso.

Esta circunstancia facilita que una infección en personas mayores pueda tener un mayor impacto en su salud. El Covid-19 no es una excepción, y las consecuencias son que estas personas sean las que en un porcentaje mayor tengan que ser hospitalizadas y aún peor ser ingresadas en la UCI con lo que supone de trastorno del sistema nacional de salud.

Pues bien, asistimos con estupor al hecho de que se vacunen antes a los hijos y nietos (si estos son profesores o agentes de la autoridad) que a los padres y abuelos de éstos. Por supuesto no estoy en contra de vacunar a estos colectivos, pero ¿no sería más inteligente vacunar lo antes posible a aquellos que pueden inundar el sistema sanitario?

Soy consciente de que se está vacunando a los mayores de 80 años y barrunto que la campaña va lenta por falta de vacunas (mala gestión europea, no española), que ha habido problemas (políticos no científicos) con la vacuna de AstraZeneca, pero la gestión debe ir encaminada a proteger en primer lugar a la población mayor de 65 años (una convención más acerca de que ya se es viejo a esa edad, pero es lo que hay).

Ahora se indica que AstraZeneca se va a inocular hasta los 65 años, quedando en un limbo de espera hasta no se sabe cuándo, precisamente a los de 65-80 años, los que presentan una gran prevalencia de enfermedad grave que es la que satura los hospitales, ¿hay quién lo entienda?

Como presidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo insto a las autoridades sanitarias que se dejen de declaraciones vacías acerca de “nuestros mayores”, y lo mucho que les deben, y les restituyan rápidamente mediante vacunación masiva lo que realmente les deben: la preservación de su salud. Por el bien de todos.

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