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José María de Loma

Dietario mínimo

Salmonetes

Tardío desayuno casero e inusual: tostadas con queso ahumado. Hay que consignar estos pequeños placeres cotidianos para ser encuadrados en la escuela de los diaristas hedonistas y apegados al detalle. Y al queso. La ducha tonificante es hoy sin ninguna prisa. Y a la calle. Como un rentista: a cobrar. A percibir una cantidad correspondiente a un trabajo realizado tiempo atrás. Con los billetitos saltando en el bolsillo, la primera parada es una panadería con la misma cantidad de panes que de tonterías donde compramos un pan de aceitunas. O con aceitunas. Y brioche. Saludo a un conocido. Breve garbeo por el centro. Yo creo que doy ese corto paseo solo para poder escribir después la palabra garbeo. Y así va transcurriendo la mañana, en la que no falta el rato de tertulia en el café habitual, donde en la mesa de al lado un señor que se parece a Errejón está diciendo a su acompañante que se ha comprado un automóvil híbrido. Imagino a un ser híbrido: mitad coche mitad, no sé, tomate. O mitad coche mitad cebra. La mañana avanza y casi muere, pero uno continúa con el empeño de hacer como si fuera un rentista desocupado. Urge el aperitivo.

Almuerzo con dos poetas. Juan Gaitán y José Antonio Sau. Los poetas y yo siempre tenemos hambre. Uno de los poetas invita porque le han dado un premio y le van a publicar una novela. Propone que el día de la presentación lleguemos al acto ya cocidos, lo cual me parece un plan perfecto. Frente a las almejas, gambas y salmonetes esparcen versos y anécdotas y lo vamos pasando tan bien que nos lamentamos de que la tarde empiece a huir y no hayamos despellejado a nadie. Los salmonetes tienen el tamaño justo, pero aquí hay un tamaño grande de amistad. ¡¡«Huele a hadas»!!, que diría Perrault.

Me envía un conocido una foto, una captura, diciendo que me ha visto hoy en la tele. El problema es que aún no he salido. Falta una hora para mi conexión. Pero ya me ha visto. Pongo el canal temiendo que hayan cogido a un doble. O que yo haya salido y no me acuerde. O que no sea el día fijado. Le escribo sacándole del error. Pero me envía otra foto y me dice que no le tome el pelo. De repente la tele se apaga. Escribo al conocido: ¿sigo ahí? «Sí, sí, y llevas toda la razón», me responde. Llega la hora de comenzar el programa. Me conecto por Skype. A punto de empezar me dice el productor: «sé un poco más breve que antes». Me callo. No sé qué decir. Le digo que sí, que ok. No sé. No aclaro el malentendido. Que siga la leyenda, supongo.

Entrevisto a José Antonio Hergueta, productor y director de cine que estuvo nominado a los Goya por su corto documental, «Paraíso en llamas», embrión de la película «Caleta Palace», que comenzará su rodaje en unos meses. La guerra civil en Málaga hasta febrero del 37, cuando entran las tropas franquistas. Apasionante historia. En «Paraíso en llamas», Pedro Casablanc, qué monstruo, interpreta a Artur Koestler, primero antisemita, luego agente comunista, escritor, personajazo. Me da corte decirle al gran Hergueta que quiero salir de extra. Tal vez en una escena en un café lleno, con mucho humo y jaleo. Yo en una mesa en acelerada discusión con otros periodistas. Con sombrero.

«Elogio del caminar», de David le Bretón.

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