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Secretario general del PSPV-PSO en la provincia de Alicante y portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en Les Corts Valencianes

José Chulvi

La Diputación y el perro del hortelano

Ilustración DE ELISA MARTÍNEZ

La Diputación de Alicante renunció hace tiempo a gobernar nada, a liderar nada, a arreglar nada. El PP ha convertido la casa de todos en la trinchera de pocos. En una oficina de oposición al gobierno de la Generalitat. En la caseta del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Puede que a Carlos Mazón le salgan las cuentas para quitarse de en medio a Isabel Bonig en la carrera por la presidencia del partido; puede que a los restos del naufragio de C’s le dé para seguir a flote un par de días más. Pero para los alicantinos, para las familias y para las empresas, es un verdadero drama.

Mientras miles de familias luchan en mitad de la pandemia para mantener sus negocios abiertos, y mientras la Generalitat Valenciana lidera junto a los ayuntamientos las ayudas directas a los sectores más golpeados por esta crisis, el gobierno de la Diputación prefiere enredar con algo tan necesario. Elije conscientemente bloquear más de un millón de euros, que ya están disponibles, y dejar que todo empeore a su alrededor.

Han llegado al punto de utilizar la desesperación de los ciudadanos como su combustible en el viaje a ninguna parte. Como estrategia, es indefendible. Y el daño que hacen a las Instituciones es irreparable.

En cada ocasión en que el Govern de la Generalitat, que preside Ximo Puig, ha impulsado un avance social, la Diputación ha puesto un palo en la rueda. Su forma de «defender» la provincia es ahogarla, no dejar que pase un hilo de aire, para malvivir un día más en medio del descontento y poder agitar el fantasma de València.

No quisieron el Fondo de Cooperación, del que sí que disfrutan los ciudadanos y los pueblos de València y Castellón. No quisieron la coordinación turística. No quisieron los planes de impulso digital, reindustrialización y agua para el campo. Porque era más fácil instalarse en un «no» perfectamente calculado. En el cinismo de quien tiene un millón de euros bajo el colchón y antes dejará que se pudra el dinero que ponerlo en circulación para salvar la situación más difícil de nuestra historia reciente.

Duele decirlo, pero ahora mismo vivir en la provincia supone una desventaja respecto del resto de la Comunitat por culpa de la voladura de la Diputación Provincial, convertida en el despacho de promoción personal de Carlos Mazón; una posición anacrónica y ridícula como la de los soldados japoneses que aguantaban emboscados en la selva décadas después de que terminase la guerra, cuando el mundo a su alrededor había olvidado el conflicto y había empezado la reconstrucción.

El PP de Alicante, con la ayuda de fantasma transparente de C’s, ha convertido la institución provincial, el Ayuntamiento de Ayuntamientos, en una metáfora a la altura del supercarguero que bloquea el Canal de Suez. Un monstruo cargado de bienes necesarios que ni avanza ni deja que los demás lo hagan.

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