No llegué a trabajar con Cholas. Por un pelo. Se había ido un año y pico antes de que yo me incorporara a esta cabecera. Pero había cedido el puesto a su hijo Rafa, el mejor fotógrafo de Prensa de su generación, y dejado su recuerdo en la boca de todos, así que estar en la Redacción de INFORMACIÓN a finales de los años 80 del siglo pasado seguía siendo compartir periodismo con él, a pesar de su ausencia.

He escrito “compartir periodismo” y he escrito bien. Perfecto Arjones, Cholas, fue pionero en la reivindicación de la dignidad y excelencia del trabajo de los fotógrafos de Prensa, durante demasiado tiempo minusvalorados en los periódicos, donde la sentencia de que una imagen vale más que mil palabras era tomada, no como una realidad, sino como una simple frase hecha a no tener muy en cuenta salvo que hubiera que tapar algún hueco. Era el redactor el que escogía la foto para “su” tema y el que la cortaba sin miramiento alguno si se había excedido de líneas. Al fotógrafo, ni se le preguntaba.

Cholas fue uno de los que comenzó a poner coto a eso. Y de los que demostró que el fotógrafo era tan periodista como el redactor. Trabajó mucho en pareja -sus asociaciones con Pirula Arderius o con Enrique Entrena forman parte de la mitología de este periódico-, pero no necesitó a nadie para construir con su cámara la historia de Alicante, sin cuya contribución la memoria de esta provincia no estaría completa. Era, Cholas Arjones, de la vieja guardia del mejor periodismo, así que cuando él salía de la Redacción con su cámara al hombro había dos cosas seguras: que disfrutaría como pocos del día y que volvería con un reportaje en los carretes y muchos más en el objetivo.

Curiosamente, fue tras dejar el periodismo en nómina -en su cabeza y su corazón, jamás dejó de ejercerlo- cuando realmente trabajé con él. Comenzó a colaborar con el partido al que votaba (siempre sin buscar ningún cargo) y eso nos llevó a tener un contacto muy estrecho. Y ahí también demostró la pasta de la que estaba hecho: nunca le vi descalificar ni a un rival ni a un compañero y siempre quiso, antes que buscar ningún enfrentamiento, entender las cosas que ocurrían para tratar de mejorarlas. La crispación no iba con él. Y es que Cholas, como Machado, era un tipo, en el buen sentido de la palabra, bueno. De eso doy fe.