En esta hora triste de despedida resulta fácil, para los que compartimos con él años de convivencia profesional y humana, evocar la figura de Perfecto Arjones, el entrañable e inolvidable "Cholas", cámara al hombro, poblando de imágenes las mesas de la redacción de "Información". La actualidad entera cabía en la retina de sus ojos claros y en el objetivo de su máquina, abiertos de par en par ante el empuje de su instinto periodístico. Basta con activar el mecanismo retrospectivo para rescatar, en la pantalla de la buena memoria, la imagen de "Cholas" patrullando las calles o la provincia de Alicante, al costado de su inseparable Pepe Vidal o ilustrando los reportajes y entrevistas de estrellas del espectáculo que bordaba Pirula Arderius. En ambos casos, los colegas, el gráfico y los literarios, perfeccionaban la estrategia del "aquí te pillo, aquí te mato". Nuestro hombre era un todo terreno del periodismo local por el que transitó, como único fotógrafo de este periódico, dando cobertura gráfica a todo el catálogo de especialidades informativas que demandaban de él, en una confluencia a veces inmanejable, el obligado soporte visual. Y alguna vez escuchábamos sus quejas ante el aluvión de requerimientos para los originales del resto de la redacción: "A ver si tenéis en cuenta que vosotros sois veintitantos y yo estoy solo, ¡joer!".

"Cholas" llegó a Alicante, desde Vigo, de la mano de Félix Morales, un extraordinario director, y en el lote venía Pedro Rodríguez, un periodista fuera de serie. El trío fue, por tanto, una importación de talento periodístico para "Información". De los tres, Arjones fue el que permaneció por estas tierras en las que instaló su campamento base y en la que se integró completamente, gracias a su talento profesional y a su calidad humana. Aquí, con Pili a su lado, a lo largo de bastante más de medio siglo, fueron llegando sus cachorros, configurando un clan entrañable, acogedor, unido y abierto al contacto social. Su casa era una invitación permanente para quienes tuvimos la suerte de disfrutar de su amistad.

Fui su director durante doce años y nuestra relación, con él y con su familia, desbordó lo estrictamente profesional y por encima de las tensiones, casi permanentes, del trabajo en una redacción, rebajábamos adrenalina jugando interminables partidas de tenis, nadando, con los chicos, en la piscina del Montemar o celebrando con los compañeros almuerzos, de camaradería entre risas. "Cholas" era un magnífico profesional; peleón cuando tocaba, con mucho pundonor por medio y derramando retranca galaica. Le encargué algún trabajo de exigencia y para provocar su amor propio le añadía: "a ver si eres capaz" y la respuesta, días después del encargo, era su entrada triunfal en mi despacho, con un racimo de fotografías que derramaba sobre la mesa al tiempo que, con toda la sorna que almacenaba su ironía gallega, me añadía: "ahí lo tienes; era esto lo que querías, ¿no?". Genio y figura.

Su instinto periodístico no decayó ni con la jubilación. Si con sus veinte años de fotoperiodismo, a través de sus ojos y sus cámaras, plasmó una buena parte de la historia de Alicante en estas páginas, en la siguiente etapa nos regaló el amoroso cuidado de la memoria de esta tierra abriendo, con apasionada entrega, el caudal de su inmenso y valioso archivo con las imágenes de acontecimientos alicantinos que ya son historia. Le echaremos de menos pero nos deja lo que vieron sus ojos y el rescate de la memoria de Alicante.