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Tomás Mayoral

Tontos que no dudan

Bañistas con mascarilla en la playa, en una imagen tomada el pasado verano.

Decíamos ayer que el listo tiene la habilidad de crear tontos a su alrededor. Pero no hablábamos de los tontos de verdad, los que ya vienen así de fábrica, sino solo de la buena gente a los que el listo «tontifica» mentirosamente con su listeza ficticia. Igual que a un listo se le ve a la legua, a un tonto es difícil reconocerlo. Un gran especialista en estos sujetos, al que Robert Zemeckis dedicó una célebre biografía fílmica (sospeche de quien diga «biopic»), afirmaba que por sus obras los conoceréis y que se les descubre «porque hacen tonterías». Pero tonterías hacemos todos sin haber entrado a formar parte del club. La dificultad suele estribar en que el tonto nunca duda y tiende a solemnizar sus criterios como si fueran axiomas indiscutibles. Su autoridad emana de que invariablemente está especializado en algo que los demás ignoramos. En Cuba los detectan por el llamado «síndrome de la gorra de plato» que es como un principio de Peter caribeño: dale a un tonto subrepticio un cargo por encima de sus posibilidades y brotará como un manantial el tonto que lleva dentro. La pandemia, que todo lo enrarece, ha producido cepas de tontos realmente peligrosas: los perdonavidas. Es la gente que no titubea, que tiene opinión finalista sobre todo pero luego no toma una sola decisión, que deja a otros (a veces listos y a veces tan tontos como ellos). Sería injusto decir que todas las decisiones equivocadas que se han tomado desde que el coronavirus entró en nuestras vidas han sido solo obra de tontos. Pero seguro que las más dañinas se les pueden atribuir. Piense en aquellas mascarillas que una semana no valían para nada y a la siguiente había que ducharse con ellas. En ese virus boina verde que saltaba entre los abastos del súper como una pulga en un congreso canino. En esos aerosoles letales que solo contagiaban en interiores mal ventilados y ahora viralizan en playas, plazas, estadios, cordilleras y selvas tropicales como solo lo haría un escándalo de Sálvame...

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