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Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

Las aventuras de los gusanos de seda

Las aventuras de los gusanos de seda

Nunca me han gustado los gusanos de seda, cuando era pequeña tuvimos en casa pero era porque mis hermanas sí querían y se encargaban de ellos. Hace tres semanas estos animales llegaron al colegio y mi pitufa, día sí día también, insistía en que quería traerse a casa. Yo la ignoraba o le decía que tenía que pensarlo, pero ella, cansada de esperar una respuesta, optó por ir a su padre, que no puso ninguna traba. Así que aquí estamos, con una caja de zapatos con 26 gusanos de seda y cogiendo hojas de las moreras.

Reflexionando sobre ellos, me dio por pensar que tampoco comulgo con aquellos que incumplen las normas (mañana conoceremos los datos tras cuatro días y noches de fiesta y nos echaremos las manos a la cabeza), o con los que realizan promesas que luego no pueden materializar, o con quienes en las medidas para combatir el coronavirus un día anuncian una cosa y al siguiente la contraria, como si no tuvieran claro lo que hay que hacer, a estas alturas.

Y ya saben lo que pasa con los gusanos, que hacen capullos y luego se convierten en mariposas, que vuelan ajenas a los peligros que les ofrece la naturaleza.

PD: El lunes pasado decía que a mi suegro todavía no le habían llamado y justo ese día lo hicieron, el martes recibió la primera dosis. Así que aprovecho e informo de que mis padres, de 75 y 72 años, aguardan la vacuna, lo mismo vale con que lo escriba aquí y les llaman hoy, ¿verdad? Ojalá fuera así de fácil. La Generalitat anuncia un aluvión de vacunas para esta semana, pero el Domingo de Resurrección y hoy no se administran dosis. A su ritmo, que no hay prisa.

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