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Joaquín Rábago

¿Será Biden sólo un paréntesis en la era trumpista?

U.S. President Biden delivers remarks at an Equal Pay for women proclamation at the White House in Washington

Escuché el otro día en Fox, la cadena estadounidense de propaganda del trumpismo, a un grupo de senadores republicanos despotricar, al pie del muro con México, contra la política de inmigración de Joe Biden.

Eran claros representantes de los “wasps”, los blancos y protestante adinerados, de origen sobre todo británico, que se niegan a ver y aceptar que su país se está tiñendo de color y que las hoy minorías pueden llegar pronto a convertirse en mayoría.

Acusaban todos ellos al presidente demócrata de haber provocado un auténtico caos en la frontera sur del país al volver la espalda a la inhumana política de su predecesor para con los inmigrantes hispanos a la vez que clamaban por la terminación de ese muro.

No está de más recordar que aunque a Trump se le asocie con ese muro, no fue quien comenzó su construcción: el primer tramo, entre San Diego y Tijuana, región que era entonces epicentro del narcotráfico, se inauguró bajo la presidencia de Bill Clinton.

En su primer día en el Despacho Oval, Biden calificó la política migratoria de Trump de “vergüenza moral y nacional” y prometió revisarla inmediatamente, palabras destinadas sobre todo a contentar al sector más progresista de su partido

Según los senadores republicanos, Biden había provocado con sus palabras “un efecto llamada”. No dejaban de entrar en EEUU por un lado del muro menores momentáneamente abandonados por los padres y, por otro, a pocos kilómetros de distancia, sus propios progenitores, lo que convertía la situación en insostenible.

Mientras que el Gobierno de Joe Biden no expulsa, como el anterior, a los menores de edad, lo cierto es que sí lo hace con la mayor parte de los adultos y, en el caso de los niños, éstos se ven hacinados en condiciones higiénicas deplorables.

Explotada sobre todo por los medios conservadores, la crisis de la frontera puede terminar convirtiendo la presidencia de Biden sólo en un paréntesis en la era neonacionalista iniciada por Trump.

Se presente éste o no a las próximas elecciones – todo dependerá de cómo se resuelvan sus problemas con la justicia neoyorquina - hay ya toda una serie de políticos republicanos igual de xenófobos y dispuestos a recoger el testigo.

Los republicanos ya están trabajando en ello: en varios Estados, entre ellos Georgia, sus legisladores han presentado nuevas leyes electorales que restringen o dificultan el voto de las minorías étnicas como la afroamericana o la hispana.

De lo que prácticamente no se habla en EEUU es de las causas profundas de la inmigración ilegal por la frontera sur, que no son otras que la situación de miseria y de violencia en lo que EEUU ha considerado siempre su patio trasero.

Países en los que los Gobiernos de Washington, ya fuesen republicanos o demócratas, han visto con buenos ojos, cuando no han apoyado directamente, los golpes de Estado contra gobiernos mínimamente progresistas o reformistas.

Así, por ejemplo, con Barack Obama en la presidencia y Hillary Clinton en la secretaria de Estado, EEUU dio luz verde en 2009 al golpe contra el Gobierno democrático hondureño de Manuel Zelaya cuando éste, desafiando a la poderosa oligarquía nacional, intentó instalar una nueva Asamblea Constituyente para que redactase una nueva constitución.

Trump dio también su interesado apoyo al nuevo presidente salvadoreño, el derechista Nayib Bukele, un político que no dudó en mandar un día al Ejército a la Asamblea Legislativa para presionar a favor la aprobación de una ley.

Biden - usto es decirlo-, se ha distanciado de Bukele, a quien nadie del Gobierno de Washington quiso recibir cuando el salvadoreño visitó esa capital y solicitó una entrevista.

No conviene olvidar tampoco a Guatemala, origen de muchos de los inmigrantes en EEUU, con su nuevo presidente Alejandro Giammattei, un derechista que parece querer continuar el estilo autoritario de su predecesor Jimmy Morales.

Política, la de ese y otros gobiernos de la región, que se caracteriza por el rechazo de cualquier crítica, la connivencia con las elites empresariales y la más absoluta indiferencia a los atropellos de los derechos humanos, sociales y laborales. 

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