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Luis Sánchez Merlo

Más no siempre es mejor

El carguero Evergreen, desencallado del Canal de Suez

Nadie pudo vaticinar que un barco encallaría en medio del Canal de Suez, del mismo modo que nadie predijo que vendría la pandemia. No podemos presagiar el próximo ciberataque o la siguiente crisis financiera. Pero sabemos que ocurrirá.

En su libro ‘Enough’, John Naish (2008) acuñó el concepto ‘enoughism’ cuya traducción sería ‘suficientismo‘. La superabundancia del ‘querer siempre más’ nos lleva, irremediablemente, a sentir que tenemos siempre menos, resultado de una compulsión insaciable por un consumo suntuario y despilfarrador que genera un estado de ansiedad permanente. El efecto: un ser humano extraño e individualista, perdido e insatisfecho.

En la década de los 70, Fritz Schumacher, economista y filósofo, protegido de Keynes y autor de Small is beautiful, denunció la irracionalidad de la excesiva globalización económica, con una crítica al gigantismo, el exceso tecnológico y el trabajo indigno, al tiempo que planteaba un nuevo paradigma económico basado en un modo más humano de vivir y convivir.

En su libro, que desmenuzar una filosofía suficientista, argumenta que la economía moderna es insostenible y propone que lo más sensato sería construir un mundo de pequeñas comunidades, relativamente autosuficientes que, sin perder la soberanía básica, pudieran sostener una red mundial de comercio.

Años después, el filósofo alemán Karl O. Apel (uno de los teóricos más influyentes de la Escuela de Fráncfort, desde la muerte de Adorno), terció: "Schumacher fue demasiado utópico. El mundo ya no puede abandonar la globalización... dependemos demasiado".

Con la Covid-19, regresó la cavilación urgente sobre la necesidad de superar el ‘consumismo’ y optar por su antónimo, el suficientismo, que sostiene que consumir en exceso y amasar demasiadas cosas sólo proporciona un placer fugaz, por lo que se debe decir: ¡Basta!

La idea es que, a partir de un determinado umbral, el consumidor posee todo lo que necesita, y cualquier compra que realice empeora su vida en lugar de mejorarla. Este planteamiento, entendido como un cambio consciente de hábitos y un aporte a la sostenibilidad del planeta, irá tomando fuerza en un futuro próximo y ya está generando controversia.

Lo promueven jóvenes y ambientalistas que consideran al consumismo responsable de una carga devastadora para el planeta, con desechos imposibles de degradar o que tardan siglos en hacerlo y reclaman la adopción de una filosofía de vida más consciente. Rechazan el consumo desenfrenado y el desperdicio de recursos, insisten en que el valor de la persona no depende de los bienes materiales que posee y aceptan que se puede disfrutar una auténtica felicidad consumiendo solo lo necesario.

Para concluir que la globalización extrema no funciona y va siendo hora de que cada país la repiense y opte por incrementar su producción interna, en especial de aquellos bienes indispensables para atender una crisis de salud como la que estamos sufriendo.

El suficientismo rechaza la ideología de accionistas a quienes solo interesa que sus dividendos crezcan y las empresas que pagan salarios míseros por confeccionar una mascarilla, buscando "reducir precios" que poco se reflejan en el bienestar de los trabajadores.

El transporte de mercancías por mar, "sector en la sombra" de la economía mundial, sujeto a examen desde el encallamiento del Ever Given en el Canal de Suez, agrega un factor de alta contaminación que agrava la salud de los mares y empeora la calidad del aire. Lo que aparentemente se ahorra en el precio final de un artículo, se gasta en inversiones para revertir daños a nuestra salud y la del planeta.

En su libro sobre la comprensión de que más no es siempre mejor, el propósito de Naish es defender la ética de la "suficiencia”: para ello, argumenta que tenemos dos tipos de razones diferentes para ser suficientistas. La primera es que será mejor para nosotros y seremos más felices si podemos encontrar formas de frenar nuestros insaciables apetitos. La segunda es que hacerlo también será mucho mejor para nuestro planeta.

Buscamos constantemente más comida, que solo engorda; más dinero, que da problemas; y más información, que solo distrae, pero en los países desarrollados contemporáneos no vivimos en la escasez, sino en la abundancia.

Quienes tienen capacidad de compra, acumulan gran cantidad de productos innecesarios y quienes no la tienen, se endeudan –cuando pueden- con tal de comprar. Se trata de encontrar ese punto entre muy poco y demasiado, es decir, lo suficiente.

Si añadimos la incertidumbre sobre las consecuencias de la pandemia en la economía personal y mundial y la inseguridad sobre el futuro, tendríamos lo que pudiéramos llamar una austeridad forzada, agravada por una realidad moralmente inaceptable, en la que millones de personas no logran consumir ni el mínimo vital.

Nos enfrentamos a un peligro, con dos riesgos: acabar carbonizando nuestro planeta, por culpa de la insatisfacción de querer más y el desaliento, consecuencia de no conseguir ese ‘más’ al que la sociedad empuja a desear.

Más no siempre es mejor. A veces es peor.

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