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El gadeazo, segunda parte

El alcalde, Jesús Villar, junto al concejal José Luis Lorenzo, en una imagen de archivo.

Corría el otoño de 2001. Tras varias deslealtades en el PSOE sanvicentero, muñidas por el concejal José Gadea, y con ocasión del plan urbanístico “Valle del Sabinar”, uno de esos proyectos paradigmáticos de la burbuja inmobiliaria de chalés y apartamentos lindantes con campo de golf, a situar en la última zona con valores ambientales de San Vicente del Raspeig, cuatro desertores del grupo socialista capitaneados por Gadea, urdieron la moción de censura que catapultó a la concejala popular Luisa Pastor a la alcaldía que no abandonaría hasta las elecciones de 2015.

El resto es conocido. La feliz circunstancia de que Eduardo Zaplana – genuino maestro del trasfuguismo-, desde la presidencia de Palau de la Generalitat nombrara a José Ramón García Antón, marido de la alcaldesa, Conseller de Infraestructuras, propició inversiones millonarias en equipamientos, parques, aparcamientos y rondas en el municipio, que sedujeron a una población que desde 2003 votó de forma abrumadora a la derecha en un pueblo hasta entonces tradicionalmente de izquierdas.

Mención de honor merece en esta historia, la heroica resistencia de Esquerra Unida en los tribunales, impugnando el bodrio urbanístico del Sabinar hasta en tres sucesivos contenciosos administrativos que evitaron convertir el valle en una ruina de esqueletos de cemento y ladrillo inacabados al tiempo de la explosión de la burbuja. Los activistas de Grema-Ecologistas en Acción insuflaron el oxígeno necesario desde la sociedad civil, muy cuarteada por entonces ante el oropel dibujado por la derecha en tiempos de crisis económica galopante que golpeó despiadadamente a las clases medias y populares.

Y así llegamos a 2015, mediando el impulso del 15-M y los paseos por los banquillos de la corrupción de destacadas figuras del PP, la izquierda, ahora plural, vuelve a tomar las riendas del consistorio, con el socialista Jesús Villar al frente y concejales de Esquerra Unida, Podemos y Compromís en áreas vitales de la gestión municipal. No sin problemas de coordinación, propios de gobiernos de coalición, se llevó adelante un mandato de reconstrucción municipal. Habían trascurrido tres lustros desde el Gadeazo, las heridas habían cicatrizado –aunque todavía supurasen-, y el audaz Gadea consiguió la redención en el PSOE volviendo a su seno y aquí paz y después gloria.

Las elecciones de 2019 depararon un éxito electoral del PSOE que recogió para sí el trabajo de los ediles de la izquierda plural, con diez concejales encabezados de nuevo por Villar que se hizo de nuevo con la alcaldía por el pacto de Los Molinos con Esquerra Unida. Pero la semilla de Gadea vuelve a germinar con su pulsión suicida, ahora encarnada en un personaje con ínfulas estadistas, José Luis Lorenzo, exportavoz del grupo socialista que, al amparo de inciertas promesas, afilia al partido a algunas personas inexpertas en quehaceres de gestión municipal, que conforman la mayoría de la agrupación y del grupo municipal.

Y así, de nuevo con motivo de una propuesta urbanística, menor y de impecable corrección técnica, Gadea atisba la posibilidad de desestabilizar el gobierno municipal y el grupo socialista tumba la propuesta dejando al alcalde en posición desairada y a los votantes de izquierda perplejos ante el panorama de ceses y maniobras reactivas que conforman una situación política insostenible.

Se hace imprescindible un golpe en la mesa de la dirección del PSPV-PSOE que impida que la historia se repita, para no defraudar los anhelos de los votantes de la izquierda de San Vicente, separando el trigo de la paja. San Vicente merece un equipo de gobierno municipal que se vuelque en la mejora de las condiciones de vida de sus vecinos golpeados por la pandemia y no en las miserias de aventureros que sólo atienden a su ombligo.  

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