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Eladio Aniorte

El fin de las frutas y hortalizas ‘Made in Spain’

Infraestructura del trasvase Tajo-Segura en la Vega Baja

Se ha cumplido un año desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas para poner un punto y aparte como nunca antes había hecho ningún otro acontecimiento. Cambió el mundo, nuestras costumbres, la forma de relacionarnos, los modos de consumo… Esforzarnos y trabajar por obtener un aprendizaje de lo acontecido puede ser una de las cosas más provechosas que como ciudadanos y como sociedad podemos hacer por nosotros y por el mundo que queremos dejar a las generaciones venideras ¿Estamos ante una oportunidad única de cambio y de forjar un futuro mejor para nuestro bienestar personal, nuestra nación, nuestro medio ambiente…? De lo que no cabe duda es de que España ya no será dentro de 20 años la que iba a ser hace poco más de un año. Porque si esta situación nos ha afectado a título personal, ni que decir de los grandes cambios que se avecinan en el ecosistema empresarial español.

Esta pandemia ha sacado a relucir los trapos sucios y el mal funcionamiento político de este país, así como las fortalezas y debilidades de nuestra economía y sociedad. El coronavirus ha resultado ser el mayor azote a nuestro sistema/Estado de bienestar que se recuerda y ha puesto de manifiesto los aspectos básicos de la vida, el valor de lo cotidiano, la fragilidad del modelo financiero y la tranquilidad que te aporta ser productivamente autosuficiente, especialmente en bienes de primera necesidad, cuando las cosas se ponen feas y la fábrica del mundo (China) deja de funcionar o cierra sus fronteras. Es un hecho que el coronavirus y el contexto económico actual han dado un espaldarazo a la relocalización de la producción. Un cambio de tendencia que empieza a adquirir relevancia para muchas empresas españolas que se habían llevado su producción a un punto alejado de su sede central por un tema de abaratamiento de costes y que, ahora, se plantean recuperar los orígenes del comercio.

En la cuestión que más cerca me toca, la de la producción de alimentos, es de destacar que cuando se decretó el estado de alarma, en marzo de 2020, los regantes del Trasvase Tajo Segura estábamos en plena campaña de recolección de frutas y hortalizas de invierno. Gracias al Trasvase los agricultores de Alicante, Murcia y Almería hemos podido garantizar la seguridad alimentaria a nuestros ciudadanos y parte de Europa, abasteciendo los mercados con máxima regularidad y compromiso. En definitiva, demostrando que el sector primario tiene esa fortaleza que otros muchos anhelan, la autosuficiencia. Una independencia lograda con gran esfuerzo gracias a que durante muchos años los empresarios agrícolas hemos trabajado en estrategias de producción que impliquen: menos globalización y más digitalización. Digitalización para acceder a las nuevas cadenas de suministro, para ser potencia exportadora, para aumentar rendimientos y calidades, para aprovechar cada gota de agua, para ser respetuosos con el medio ambiente, pero siempre con el control de la producción bajo nuestro techo por una razón: porque sabemos que nadie en el mundo produce alimentos como nosotros.

Y así, en un momento de la historia en la que ha despertado el carácter proteccionista en los hábitos y en la toma de decisiones de muchas empresas con ese afán de no depender de terceros países para evitar situaciones como lo ocurrido con las mascarillas, los respiradores y, ahora, las vacunas, el Gobierno de España, desde su Ministerio para la Transición Ecológica, pretende ir a contracorriente al acabar con una de las pocas cosas que siguen funcionando y que posibilitan la autosuficiencia alimentaria de la que hablamos: el Trasvase Tajo Segura. La infraestructura hidráulica más rentable que se ha hecho en España en toda la historia, gracias a la cual, 147.000 Has han dejado de ser un desierto; que ha convertido a España en el primer productor-exportador de frutas y hortalizas frescas a nivel mundial; que genera 110.000 empleos directos; 250.00 puestos de trabajo indirectos… Es sencillamente de descerebrados políticos con intereses partidistas que nada tienen que ver con trabajar por el bien común y con aprovechar la oportunidad de potenciar lo que sabemos hacer bien, tanto por nuestra dilatada experiencia, como por disponer de los recursos naturales necesarios para ello. Una simbiosis perfecta que no siempre es fácil encontrar.

Y es que, señora Teresa Ribera, por suerte o por desgracia, parece que aún no se ha enterado que somos la mejor zona de Europa para la producción de frutas y hortalizas frescas de calidad por nuestro excepcional potencial energético y lumínico. Somos capaces de multiplicar por diez los beneficios de un hectómetro, porque el agua no es igual de beneficiosa por doquier, es especialmente rentable aquí, donde en invierno no hiela, donde poseemos 2.900 horas anuales de sol, de las que 1.171 transcurren de octubre a marzo, posibilitando que, con tan solo 400 hectómetros cúbicos al año, el Sureste sea la auténtica huerta de Europa.

El recorte del Trasvase Tajo Segura que persigue Transición Ecológica con la modificación de las reglas de explotación significa acabar con todo nuestro entramado agroalimentario y, en consecuencia, deslocalizar la producción de alimentos, llevándosela a Chile, Sudáfrica, Egipto, Sudáfrica… Será el fin de las frutas y hortalizas ‘Made in Spain’, de la potente y apreciada agricultura mediterránea y el mayor fracaso político, social, económico y medioambiental de la historia de este país. 

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