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Esperando a Godot

Daniel McEvoy

Romance del prisionero

Campaña de vacunación en Elche a los integrantes de la comunidad educativa llevada a cabo en el Esperanza Lag. ANTONIO AMORÓS

El pasado martes, tras la reunión del Consejo de «Ministras», en palabras de la nueva ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, salió a la palestra, liberado ya del yugo que le suponía la presencia de Pablo Iglesias, el mismísimo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para intervenir en la habitual rueda de prensa, u homilía, que el Gobierno pronuncia tras las reuniones de ese alto órgano del Estado.

A pesar de la no muy sutil ironía con la que he arrancado, no se preocupen. El artículo de hoy no va a tratar de lenguaje «inclusivo» que, como lingüista que soy por formación, detesto por incorrecto, absurdo y pleonástico, por su redundancia viciosa de palabras y la invención que hace de términos inexistentes, e imposibles desde un punto de vista morfológico, en el idioma español.

Tampoco voy a entrar a criticar, aunque la materia daría para mucho, la existencia de un ministerio, con un presupuesto para este ejercicio de 3.888,4 millones de euros, cuya primera mitad, «Derechos Sociales», es una competencia totalmente transferida a las Comunidades Autónomas, y cuya segunda mitad, «Agenda 2030», es una entelequia de tal calibre que sólo se me ocurre compararla con la pretensión del Ayuntamiento de Elche de lograr la capitalidad verde europea 2030 (algo que cualquiera que haya viajado o leído un poco sabe que no conseguiremos jamás con los actuales gestores, a pesar de que la ciudad reúne condiciones para lograrlo).

No, no voy a entrar ni en un terreno ni en el otro, aunque me los reservo como futura referencia para otra ocasión. El asunto del que realmente les quiero hablar esta semana tiene que ver con la ornitología, más en concreto con una especie cuyo nombre vulgar en castellano es calandria. La calandria es un ave de tonos terrosos, característica de las llanuras cerealistas y los ambientes esteparios. No sorprende por ello que los dos países donde la calandria común cuenta con un mayor número de ejemplares sean España y Rusia. Tan frecuente es la calandria en nuestro país, especialmente en lo que en el Cantar de Mío Cid llamaban «la terrible estepa castellana», que el ave aparece en la literatura española desde tiempos inmemoriales.

De hecho, hay una celebérrima alusión a este pájaro en unos versos incluidos en el Romancero Viejo (siglo XV), en concreto en el Romance del prisionero, aquél que dice: Que por mayo era por mayo,/cuando hace la calor,/cuando los trigos encañan/y están los campos en flor,/cuando canta la calandria/y responde el ruiseñor,/cuando los enamorados/van a servir al amor,/sino yo, triste, cuitado,/que vivo en esta prisión,/que ni sé cuándo es de día/ni cuándo las noches son,/sino por una avecilla/que me cantaba al albor./Matómela un ballestero;/¡déle Dios mal galardón!

No estamos aún en mayo, ni hace la calor, salvo el efímero episodio que tuvimos en Elche y en todo el levante el pasado martes, pero la calandria sí está cantando, más bien el ruiseñor, que es ave más bella y de cantar más armonioso; y lo hizo, como les comentaba al principio, tras el Consejo de Ministros, para anunciar urbi et orbi que el día 9 de mayo finalizará el estado de alarma en el que llevamos sumidos desde el 14 de marzo de 2020.

«Lo que queremos es que el 9 de mayo sea el punto y final al estado de alarma», subrayó el presidente. «El fin de los toques de queda, los confinamientos y los cierres perimetrales, y el inicio de una nueva etapa política gracias a la conjugación de un solo verbo: Vacunar, vacunar y vacunar». No sé lo que opinarán ustedes, ya saben que el Sr. Sánchez no es santo de mi devoción, pero yo de alguien que dice «punto y final», no me fío (y menos cuando estamos inmersos en la campaña electoral autonómica madrileña, que muchos están asumiendo como una avanzadilla de las elecciones generales).

Sea como fuere, y en honor a la verdad, ya que sale a colación el asunto de la vacunación, debo romper una lanza en favor de nuestro Ayuntamiento, por la logística que ha dispuesto para colaborar en la vacunación con las autoridades sanitarias. Por circunstancias laborales – los tres somos docentes- mi hermana, mi mujer y yo hemos recibido recientemente la primera dosis de la vacuna (AstraZeneca, para más señas). El lugar de vacunación estaba asociado al puesto de trabajo. Por ese motivo ellas la recibieron en el Esperanza Lag y yo en el Hospital General de Alicante.

En ambos casos, el proceso de vacunación fue exquisito, dirigido y ejecutado a la perfección por el personal sanitario encargado de su administración. La diferencia entre Elche y Alicante estribó en que en Elche los accesos y los alrededores estaban mucho mejor organizados. Ahora bien, había otra diferencia: en Alicante todo se llevó a cabo en un hospital de campaña, instalado y sufragado por la Generalitat Valenciana. En Elche tuvimos que ceder el espacio y todo el personal que se encargó de la organización, y eso no es gratis.

Quizás les parezca una nimiedad. Quizás les parezca lógico que el hospital de campaña covid esté en Alicante y no en Elche porque es «la capital». Quizás. Pero quizás esa forma de pensar que tenemos los ilicitanos haya supuesto que Alicante tenga AVE, y Elche no. Que Alicante tenga tranvía, y Elche no. Quizás, no lo sé. Pero, por favor, piensen en ello.

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