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Miguel Ángel Santos Guerra

Perdón, imposible

El partido Socialista y Ciudadanos plantearon una moción de censura al Presidente del Parlamento (Partido Popular) de la región murciana por asuntos de corrupción

Mabel Campuzano

Acabo de leer el documento que la recién nombrada Consejera de Educación y Cultura de la Comunidad Autónoma de Murcia, Mabel Campuzano, ha escrito para explicitar sus planteamientos programáticos sobre la parcela que le han encargado dirigir dentro del gobierno autonómico.

Antes de entrar en el análisis del documento, pongo en antecedentes al lector o lectora que no esté al tanto de la política de mi país sobre el acceso de esta mujer al gobierno de la Comunidad uniprovincial de Murcia. El partido Socialista y Ciudadanos plantearon una moción de censura al Presidente del Parlamento (Partido Popular) de la región murciana por asuntos de corrupción. El Partido Popular, en una maniobra que considero deleznable, consiguió que tres de los seis diputados de Ciudadanos que habían firmado la moción de censura, practicasen el más descarado transfuguismo abandonando su partido y pasando al PP, se retractasen de la decisión tomada y aceptasen, a cambio de su apoyo, cargos en el gobierno. La moción de censura quedó abortada. Las tránsfugas no han dado explicaciones a sus electores y electoras (que les votaron por estar en un partido con un programa electoral y no por su cara bonita) de por qué los han traicionado. Si sus votantes hubiesen querido votar al PP lo habrían hecho. Pero no lo hicieron. Votaron a Ciudadanos. Estas personas han decidido fraudulentamente que aquellos votos cambien ahora de signo. Les oí decir que se debían al pueblo murciano (para justificar su voto negativo a la moción), pero no les oí explicar a sus votantes por qué cambiaban de chaqueta. Alguien dijo (no recuerdo ahora quién): No me molesta el cambio de chaqueta, pero me preocupa que se produzca justo en el momento en que ese cambio comienza a ser rentable.

Para conseguir el fracaso de la moción de censura se necesitó el apoyo de dos parlamentarios expulsados de Vox, una de ellos Mabel Campuzano. Su apoyo al PP le supuso la recompensa de una Consejería. Precisamente la de Educación y Cultura. 

Pues bien, a los pocos días de asumir el cargo, la nueva Consejera redactó un documento que se ha convertido en un escándalo lingüístico. El documento está fechado y firmado el día 3 de abril de 2021 y pretende exponer, según las propias palabras de Mabel Campuzano “un resumen de las líneas principales de mi acción política”. El documento circula por la red, después de ser corregido por un grupo de Docentes Unidos. Está plagado de incorrecciones. Avergüenza ver cómo en cada párrafo han tenido que señalar alguna deficiencia lingüística. Ni un escolar desatento de primaria comete tantos errores. Veamos algunos:

- La palabra Consejería aparece escrita con minúscula

- No hay una coma bien puesta. O falta donde conviene o se coloca donde no procede. 

- Parece que los signos de puntuación han sido esparcidos al azar después de redactar el documento. Hay un punto seguido donde procede un punto y aparte. Y a la inversa. No se utilizan dos puntos cuando es necesario…

- Aparecen varias construcciones gramaticales incorrectas.

Hay expresiones no recomendables que estoy harto de corregir a mis alumnos y alumnas de la Facultad: “a nivel de…”, “en base a”…

 Hay puntos suspensivos seguidos de un etc., cuando no se deben colocar ambos. 

Faltan tildes en varias palabras que la exigen.

En un documento oficial aparecen expresiones coloquiales como “ley Celaá”, en lugar de LOMLOE.

He estado tentado de enviar a la Consejera un librito de José Antonio Millán titulado “¡Perdón, imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente”. El título del libro hace referencia a una famosa anécdota, atribuida a Carlos V (la he visto en otras ocasiones referida a otros reyes o príncipes) en la que se cuenta que se le pasó a la firma al emperador una sentencia que decía así:

Perdón imposible, que cumpla la sentencia.

Al monarca le ganó la magnanimidad y antes de firmar, movió la coma de sitio, de modo que la redacción fue la siguiente:

Perdón, imposible que cumpla la sentencia.

Y de ese modo, una coma cambió la suerte de un condenado a muerte.

Recuerdo que, siendo estudiante de bachillerato, un profesor de literatura tenía la costumbre de escribir cada semana una máxima en el encerado. En una ocasión escribió lo siguiente: Lo mejor y lo primero, para mi compañero. Un descarado colega cambió la coma de lugar. Y la frase quedó así: Lo mejor y lo primero para mí, compañero.

El capítulo primero del libro de Millán cuenta la historia de la carta asesina. En un pueblo se recibió una carta, acontecimiento extraño y poco frecuente. Enseguida fue entregada a su destinatario, quien empezó a leerla para sí, rodeado por el círculo atento de sus paisanos, situados a una distancia respetuosa para no oír sus palabras. De pronto, el lector cayó al suelo, como fulminado por una rayo.

- ¡Está muerto!, dijo uno.

¿Qué horrible mensaje contendría la carta? Inmediatamente un pariente se acercó, recogió la carta del suelo y comenzó a mover los labios en la lectura. ¡Al cabo de pocos minutos caía también muerto al suelo. Igual suerte corrió el tercero que intentó el arriesgado experimento…

¡Un momento, un momento!, exclamó el alguacil. Tenemos que aclarar este misterio: yo empezaré a leer la carta y, en cuanto lleve un minuto, dijo señalando a su ayudante, me la quitas de las manos.

En efecto: comenzó el alguacil la lectura, y su semblante se fue demudando a medida que avanzaba, hasta que le arrebataron el papel de las manos.

 ¿Qué pasaba?, ¿qué pasaba?, preguntaron todos.

 Horrible, espantoso, jadeó el alguacil, y siguió con la voz entrecortada: ¡la carta no tenía puntos ni comas!

Con toda su carga de exageración, esta historia nos recuerda una de las funciones de la puntuación: crear pautas en la lectura

La señora Consejera no conoce la importancia de los signos de puntuación. Y por eso los reparte donde le viene en gana y no donde el sentido de las frases los hace necesarios.

Me imagino a los profesores y profesoras de Lengua (querido Carlos Arconada, sé la indignación que has sentido al conocer el escrito) leyendo este documento de la máxima responsable en educación y cultura de una Comunidad Autónoma. Y veo el desaliento en sus caras. La decepción. La rabia.

¿Para qué nos esforzamos tanto si quien tiene que dar ejemplo muestra esta incompetencia lingüística tan abrumadora? Porque lo lógico, después de leer este escrito, es que se acabe pensando que eso de la escritura es un entretenimiento inútil que se realiza en las aulas pero que nada tiene que ver con la vida, con la cultura y con la educación.

Dice José Antonio Millán en la introducción de su libro: “Una persona culta no puede permitirse puntuar mal un escrito… Puntuar un texto siempre tendrá mucho de arte, de toma de decisiones con frecuencia sutiles y en caso de duda no habrá diccionario ni programa de ordenador que pueda darnos la solución correcta. Pensemos que hoy en día los procesadores de textos más usados ya informan al escritor descuidado de que ha escrito uelga o esdrújula. Pero ningún programa avisará de un párrafo mal puntuado…”.

Me preocupa sobremanera que una persona con la más alta responsabilidad educativa de una Comunidad Autónoma haga público un documento plagado de incorrecciones. Lo he visto en la red y puedo asegurar que el escolar menos aplicado no colecciona una cantidad tan alta de correcciones. En cada párrafo existen varias llamadas de atención sobre los signos de puntuación.

Y eso me lleva a preguntar por los criterios que llevan a efectuar los nombramientos. ¿Tienen que ver con la preparación, con la competencia, con la capacidad profesional o dependen, más bien de trapicheos políticos?

También me obliga a preguntar por el grado de conciencia que tiene una persona de sus limitaciones. Si alguien es sabedor (o sabedora en este caso) de su incapacidad para redactar, deberá pedir ayuda a alguien antes de someterse a este ridículo. Los documentos que se manejan en la política deberían ser impecables.

En último lugar, quiero referirme al valor de la ejemplaridad. ¿Cómo puede instar esta Consejera a que los alumnos y las alumnas de su comunidad se esfuercen por escribir correctamente?.

Mientras redacto estas líneas me llega la noticia de que la señora Mabel Campuzano ha anunciado que ella no se vacunará. Me ha facilitado un punto final que yo no podría haber puesto con más precisión y contundencia. Qué pésimo ejemplo de ciudadanía. ¿Y si todos hiciésemos lo mismo?.

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