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Rafael Simón Gil

La otra violencia y el otro machismo consentidos

Una obscena hipocresía derivada del sectarismo excluyente y las calificaciones selectivas de grupos e ideologías que han impuesto una política de inquisición frente a todo lo que les sea adverso

Irene Montero al PP: Su machismo les va a echar de la Comunidad de Madrid

Que existe un doble lenguaje, una doble moral y un doble rasero por el que evaluar determinados conceptos, sentenciar determinadas conductas y justificar o condenar, según qué circunstancias concurrentes, a determinadas personas y actos en España, es una obviedad tan infantil como cínica. Una obscena hipocresía derivada del sectarismo excluyente y las calificaciones selectivas de grupos e ideologías que han impuesto una política de inquisición frente a todo lo que les sea adverso. Lo vemos a diario en la violencia terrorista protagonizada por grupos de extrema izquierda, antisistema, anarquistas, antidemocráticos hasta la médula que, bajo el pomposos y falso nombre de antifascistas, practican un matonismo callejero, un nazi-fascismo comunista amparados en la cómplice comprensión de muchos medios de comunicación, cierto staff intelectual y esa suerte de gauche divinne tan denostada por mi inolvidable Vázquez Montalbán. 

La violencia callejera intimidatoria, feroz y con tintes de un matonismo chulesco e insoportable practicada por la extrema izquierda española, no es nada nuevo. Está inspirada en las formaciones nazis de la SA y en las Camisas Negras de Mussolini de las que han aprendido cómo reventar la calle, cómo agredir a las formaciones políticas rivales y cómo crear un clima de terror e inseguridad con la intención de que la ciudadanía viva acobardada para el ejercicio de sus derechos democráticos. Nada nuevo, mes amis. No es menester recordarles -aunque quizá sí valga la pena- que fueron dirigentes nazis quienes antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, al principio de los años treinta, viajaron a la Unión Soviética de Stalin para comprobar con sus homólogos comunistas, y sobre el terreno, el funcionamiento de los campos de concentración que para sus rivales políticos y disientes había construido el socialismo comunista.

Hoy, la excusa es contra la extrema derecha; ayer era contra la derecha extrema del PP; en Cataluña contra la extrema derecha que entonces representaba Ciudadanos y contra todas las opciones no independentistas; y en las Vascongadas de la ETA de los tiempos del hombre de paz Otegui, contra todo lo que sonara a democracia y a español. De nuevo, nada nuevo. Y el PSOE de Sánchez sigue durmiendo con todos estos amigos de la democracia sin darse cuenta (o sí) de que un día u otro también ellos serán objeto de persecución por parte de la intolerancia más antidemocrática y totalitaria que representa la extrema izquierda hoy en el Gobierno y en todas las instituciones del Estado (hace menos de un año, la casa de la líder vasca del PSOE, Idoia Mendía, era atacada por abertzales nazis llamándola asesina). Es solo cuestión de tiempo y de oportunidad. 

Mientras el macho alfa de la formación de extrema izquierda Unidas Podemos, Pablo Iglesias, aparta sin contemplaciones de género a la candidata para Madrid Isabel Serra poniéndose él como cabeza de lista (no hay mucha confianza en una mujer a la hora de los grandes retos, por eso VUELVE ÉL; y ya no somos Unidas sino Unidos con él), nuestro potentado candidato, que desde que está en la casta política ha amasado una fortuna-patrimonio de más de un millón de euros en comandita con su compañera y ministra Irene Montero, nuestro amado líder, digo, se acerca a su antiguo barrio de Vallecas desde su lujoso chalet de Galapagar para predicar a los pobres que no voten a los ricos. Luego, finalizado el reparto de bienes para compartirlos comunistamente entre los más desfavorecidos, y tras el esfuerzo de bajar a los infiernos del lumpenproletariado vallecano, vuelve al coche. con chófer y escolta, camino a la perdición pequeño burguesa de la casa-casta con piscina.

Ya les indicaba al principio que la doble moral, el doble rasero de medir y la hipocresía con la que se mueven algunos y algunas no podemos discutirla so pena de excomunión, y mucho menos podemos hacerlo unidas o unidos. La tolerancia y el blanqueo que procuran muchos medios de comunicación y cierta parte de la sociedad que se autotitula progresista sobre tantas y tan obscenas contradicciones en las que incurren los líderes de la extrema izquierda, resulta no solo alarmante, sino desalentadora. Pasa con el machismo y los otros machismos. Esta semana recibía el presidente de Turquía Erdogan -un islamista demócrata gran amigo de Zapatero y socio fundador de la Alianza de Civilizaciones- a la presidenta de la Comunidad Europea Ursula von der Leyden. Todas hemos podido comprobar cómo humillaba Erdogan a Ursula, obligada primero a permanecer de pie y luego a sentarse en un sillón bien alejada de los hombres. Es el mismo Erdogan que suscita auténtica fascinación en Zapatero, en la izquierda divina española. Esa izquierda que blanquea y relativiza el velo integral de las mujeres musulmanas al tiempo que pide castigos ejemplares contra el piropo. ¿Alguna reacción del feminismo talibán?

Pero hubo otros tiempos -aunque están en este, si me permite la sinécdoque semántica Paul Éluard- en que todo no era igual. En 2007, el ministro socialista Fernando López Aguilar cancelaba una conferencia en la Universidad islámica de Riad porque las autoridades del centro vetaron la asistencia de mujeres. Desde el 2007 hasta hoy no han pasado muchos años, pero en algunos aspectos parecen siglos. ¿Tanto hemos cambiado? Saquen ustedes dos las reflexiones, yo he cancelado mi capacidad de entender. A más ver.

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