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Antonio Sempere

Elisa García Grandes

Almudena Grandes y Luis García Montero.

Ocurrió cenando con Felipe Benítez Reyes y Luis García Montero en el Palacio de la Magdalena de Santander, en los cursos de verano de la UIMP de hace casi veinte años. Apenas íbamos por el primer plato, cuando todo hacía pensar que era posible la comunicación fluida, cómplice e inteligente, sonó el móvil de Luis que, lejos de replegarse como una tortuga, habló en su acento alto y dulce de Granada, como queriendo compartir con nosotros los piropos que le tributó, una y otra vez, a Almudena Grandes y a sus hijas, que descansaban en Rota. En un momento dado de la conversación, le dijo a su pequeña Elisa que había tenido suerte, que su papá estaba cenando con los Reyes Magos Melchor y Gaspar, que casualmente estaban veraneando en Santander, y que podía aprovechar para pedirles lo que quisiera, con tiempo, de cara a las próximas navidades. “¿Quieres hablar con Gaspar? Te lo paso”. Y me dio el móvil. Elisa me dejó bien claro que quería una casa de muñecas, y que se había portado muy bien. Le dije que lo tendría muy en cuenta, pero que me lo volviese a recordar por escrito”. Le devolví el móvil a Luis, que se despidió con varios ‘te quiero’ antes de colgar. Y celebré el carácter integrador, y no excluyente, con que usó su móvil aquella noche.

La anécdota cobra actualidad cuando me entero que Elisa García Grandes se presenta a las elecciones del 4 de mayo en Madrid por la lista de La Falange, en el puesto número 4. No será por falta de ideología en casa. Roja como la sangre. A eso se llama transgresión. ¿Cómo habrán sido las sobremesas familiares hasta llegar a este desenlace? Mejor no pensarlo.

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