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Vicente Magro Servet

Vacunarse es un acto de solidaridad

Un hombre recibe la vacuna contra el coronavirus

 La guerra colectiva contra el virus va dando sus pasos, aunque muy lentamente. A estas alturas casi catorce millones de ciudadanos ya han recibido, al menos, una dosis de cualquiera de las vacunas. Pero lo llamativo y preocupante es que hay personas a las que han citado para vacunarse y han faltado a su cita voluntariamente debido a la desconfianza que les provoca que le pongan determinada vacuna.

Cierto y verdad es que las informaciones de casos aislados que han existido han preocupado a la población. Pero los expertos, que no tienen por qué mentir, aseguran que ello está dentro del marco de las probabilidades estadísticas que existen detrás de todo medicamente, llevando el porcentaje de casos de efectos secundarios en relación a las dosis administradas a cifras realmente bajísimas, por lo que la posibilidad de que ocurra algo es ínfima. Aunque, claro está, a los que les ha afectado la inyección no pensarán lo mismo, obviamente, porque el problema les ha pasado, desgraciadamente, a ellos. Es como cuando a alguien le dicen que la enfermedad que padecen es tan rara que solo pasa en un caso entre millones de personas y se pregunta: ¿Y por qué me tiene que pasar a mí? ¿Por qué no me toca la lotería en lugar de una enfermedad? ¡Las probabilidades son las mismas!

Por ello, es precisa una mayor publicidad en torno a reducir la carga del miedo ante el proceso de vacunación y confiar en los expertos. Al fin y al cabo, la cifra de vacunados es elevada ya, sin relevantes efectos secundarios, más allá de los típicos que están pasando algunos ciudadanos de tener algo de fiebre y malestar durante 24 horas. Así pues, hay que entender que, por un lado, la vacunación, cuando a alguien le avisen de que tiene que acudir, es un acto individual de autoprotección, porque es evidente lo que dicen los expertos de que es mucho peor contagiarse y las posibilidades de ingresar en una UCI. Y es que el virus es mucho peor que la vacuna. Faltaría más. Pero, además, vacunarse es un acto de solidaridad. Porque si no nos vacunamos, con el problema adicional que existe de recibir vacunas suficientes, no avanzaremos en la lucha contra el virus.

La vacuna es la única arma contra esta pandemia. La mascarilla, la distancia social y el resto de medidas impuestas son medidas provisionales que deben ir cesando cuando la vacunación llegue a una cifra ideal, por lo que es preciso acudir al lugar donde se cite a los ciudadanos para vacunarse, y hacerlo sin miedo a efectos secundarios que están ahí, pero de la misma manera que ante cualquier otro medicamente que tomamos por primera vez y que nuestro cuerpo puede recibir como si fuera un ataque en lugar de hacerlo como si fuera un beneficio. Pero las posibilidades de que esto ocurra son mínimas. Y, sin embargo, las posibilidades del contagio son elevadas. ¿A cuántas personas que se han contagiado hemos escuchado decir: ¡Pues no sé dónde me contagié porque no salgo casi de casa!? Y, sin embargo, se han contagiado, porque el virus actual no es el del confinamiento, ya que las cepas han provocado una mayor facilidad de que el contagio se produzca.

En este escenario es preciso ejercer un acto de solidaridad y acudir cuando nos digan que nos toca vacunarnos, porque de lo contrario estamos dejando pasar una oportunidad que muchos ciudadanos están esperando para poder respirar un poco ante el temor a contagiarse, e ir dando los pasos hacia adelante para que el mayor número de ciudadanos esté vacunado y podamos ver el final del túnel. No podemos seguir dejando pasar los días viendo el terrible daño que ha hecho en la salud y la economía de muchas familias, sobre todo en el gremio de la hostelería y el turismo en general, con los hoteles, cafeterías, pubs y restaurantes, que ha sido el más afectado, así como el comercio en general que ha tenido que cerrar sus puertas por este maldito virus.

Por esta razón, y ante tanto sufrimiento por la pérdida de vidas, las secuelas del virus en muchas personas y la afectación a la economía que debe salir ya de este drama, la vacunación es un acto de solidaridad de todos hacia todos. Y provoca un daño social negarse a vacunar. También es cierto que aquellos que puedan alegar algún tipo de enfermedad que pueda verse agravada por alguna vacuna deberían tener derecho, alegándolo, a recibir otra que haya demostrado no tener efectos hasta ahora. Porque también hay que estar en la piel de aquellos que piensen que su dolencia preexistente puede verse agravada si le meten mayor riesgo.

En cualquier caso, es preciso incidir en una mayor publicidad de que el riesgo es casi inexistente y potenciar nuestra solidaridad colectiva y responsabilidad individual para protegernos también de este virus cuanto antes.

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