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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Sombra de lo que fuimos

Perfecto Palacio en un acto celebrado en Alicante.

Cuanto más leo sobre el cisco que de nuevo nos ha montado el Gobierno central con el recorte del trasvase Tajo-Segura, más me acuerdo de la leyenda urbana sobre el consejo que el responsable de Industria le da desde tiempo inmemorial a quien le sucede cada vez que hay traspaso. Sé que ya les he hablado de ella, pero no me resisto a traerla aquí de nuevo. Me la contó por primera vez Luis Gámir, que fue titular de la cartera (que entonces era también de Comercio y Turismo) en el último gobierno de UCD. «Te dicen: ministro, si tienes una reunión con vascos o catalanes, que les adviertan de que sólo pueden entrar dos, porque cuanta más gente pase a tu despacho, más gente vas a tener exigiéndote cosas, todos a una; pero si son valencianos, entonces procura que pasen todos los que hayan venido, porque al cabo de cinco minutos ya están discutiendo entre ellos y tú te puedes dedicar a repasar esos expedientes para los que nunca tienes tiempo». Como toda leyenda urbana, no es cierta: en este caso, es una caricatura. Pero, como dirían los exquisitos, hay una realidad subyacente.

Así que en lo del trasvase estamos en que el PSOE se resiste a firmar un documento en el que conste que el president de la Generalitat, Ximo Puig, pedirá una reunión al del Gobierno, Pedro Sánchez, para reclamar que revierta el recorte de caudal previsto. Y en que el PP dice que si eso no se incluye, entonces el que no firma es él. Fantástico. Como si lo ponga un documento o no lo ponga, no fuera obligación de Puig llegar hasta Sánchez (o hasta Von der Leyen) para defender el trasvase. O como si el hecho de que sí lo ponga hiciera desaparecer el problema. A lo que estamos -corrijo: a lo que están- es a reclutar adhesiones para la batalla doméstica, no para hacer valer el peso de la Comunitat en Madrid.

Este periódico se ha hartado de pedir responsabilidad a los partidos políticos. Responsabilidad y decisión. Porque el recorte del trasvase, aunque toda movilización valga, no es una cuestión ni de tribunales ni de manifiestos. Es un asunto político. Y la Comunidad Valenciana elige casi el diez por ciento de los 350 escaños que conforman el Congreso de los Diputados. Esa es la fuerza que deberíamos movilizar si queremos evitar el cierre del único trasvase que existe, un trasvase que podría haber sido puesto como ejemplo de solidaridad interregional y de capacidad de negociación, pero que se ha convertido entre el alborozo de todos en un arma política más. Para que deje de serlo hace falta tener la vista puesta en la necesidad objetiva de agua que padecemos y no en cómo cada cual saca ventaja sobre el otro con vistas a las elecciones autonómicas que vienen, que es lo que de verdad está pasando. ¡Pero si hay hasta quien está tratando de impulsar una «cumbre del agua», con la asistencia del presidente andaluz y el murciano, para defender el trasvase... en Valencia! Valencia-trasvase: un oxímoron insuperable. Lo que se busca, lógicamente, no es salvar el agua, sino poner contra las cuerdas a un Puig que no está sabiendo salir de la trampa: quien le susurró que comparara una reunión entre autonomías con un aquelarre le hizo un flaco favor. Dicho lo cual, reitero la pregunta que lancé la semana pasada sin obtener respuesta: ¿si Puig tendría que pedirle una reunión a Sánchez, algo que doy por hecho, Mazón no tendría que haberle enviado ya una carta a Casado reclamándole que se comprometa públicamente con el trasvase y lleve ese compromiso al Congreso? ¿O no le parece al futuro candidato del PP a la presidencia de la Generalitat que este es un tema que merece algo más que juegos de manos? Insisto: en el Congreso se sientan 32 diputados valencianos de todos los partidos. Es hora de exigirles a ellos que trabajen por los que les eligieron y a sus jefes que den la cara por el territorio donde luego vienen a celebrar sus congresos nacionales.

Déficit

Pero, aunque llevo ya consumido mucho espacio -demasiado, para el déjà vu que esto es-, no venía aquí a hablarles ni del agua ni de los políticos. Venía a poner sobre el papel y las pantallas un déficit cada vez más evidente y que resulta el verdadero lastre para Alicante: la falta de activismo de sus representantes cívicos. No están. No se les ve. Y, por tanto, no presionan. O sea, que no sirven para nada.

Esta misma semana, el presidente en Alicante de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), Perfecto Palacio, publicó un comentario en facebook. Palacio no se prodiga demasiado en redes sociales, y cuando lo hace es para hablar de sus negocios o de sus aficiones, así que su intervención en Casa Zuckerberg para algo que no sea eso resultaba noticiosa. Dado que estamos en un momento crucial, con el recorte del trasvase que puede arruinar la Vega Baja, con los aranceles de EE UU al calzado que pueden hundir el Vinalopó y con una política estatal sobre el sector turístico, el primer epígrafe de nuestro PIB, que empieza a ser un bloque de cemento atado a los pies, aún resultaba más interesante que el presidente para Alicante de la CEV se decidiera a hacer algún pronunciamiento.

¿Y qué puso Perfecto Palacio? ¿Instó a todas las organizaciones empresariales de la provincia a reunirse urgentemente para marcar línea sobre el agua? ¿Llamó a la CEOE a entrevistarse con el Gobierno para que ejerza una acción efectiva ante el Departamento de Estado norteamericano que no haga pagar a los zapateros alicantinos la factura de la guerra tecnológica? ¿Clamó contra la soledad en que la patronal hotelera o la del turismo residencial están librando la batalla a vida o muerte de su supervivencia tras el covid? No. Lo que puso en su facebook Perfecto Palacio fue lo siguiente: «Yo quiero un país de ricos. Quiero muchos Amancios Ortegas y muchos Roigs. Pero muchos. Cuántos (sic) más mejor (sic). Y muchos emprendedores. Quiero que la gente gane dinero y viva de puta madre. Yo no quiero un país de parásitos de paguita y chándal mendigando ayudas al Estado». Muy bien. Rocío Monasterio no lo habría dicho mejor. La mala suerte es que Perfecto Palacio fue a colgar esto la misma semana que se conocía la sentencia firme del Tribunal Supremo contra los directivos de la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo por haberle puesto una «paguita» de 300.000 euros al año al empresario Modesto Crespo, presidente que fue, no sólo de la CAM, sino de la patronal alicantina que ahora dice representar Palacio. Paguita que el señor Crespo reconoce que cobró dos años consecutivos sin haber ido jamás a trabajar a la empresa que se la pagaba ni haber pisado nunca sus oficinas. Perfecto Palacio no debió caer en la coincidencia, seguramente porque Modesto Crespo no se ponía en cola para «mendigar» sus 300.000 euros anuales y tampoco llevaba chándal, siempre fue de traje. Lo que sé es que cuando leí la sentencia del Tribunal Supremo adelantada por la jefa de Tribunales de este periódico -en la que, paradojas de la justicia penal española, el que mejor parado sale es precisamente el que se llevó los cuartos-, no pude evitar recordar el estribillo de la vieja trova de Quintín Cabrera: «Hay quien es asaltabancos, y hay quien los roba de dentro». Y también sé que me dio una inmensa vergüenza ver al supuesto presidente de los empresarios alicantinos hablar con ese desprecio de quienes no tienen otra salida que recurrir a las ayudas del Estado (que no son «paguitas» ni suponen mendigar, porque en Democracia los derechos no se mendigan) y con ese deje de repugnancia hacia quienes visten chándal. A lo mejor es que no pueden ir a Benabent porque si no, no les llega para el recibo de la luz. A lo mejor es que en la mayor crisis de la historia reciente las personas necesitan el apoyo de un Estado que para eso se creó, y que distribuye los recursos que entre todos pagamos precisamente para no tener un país de mendigos, sino de ciudadanos a los que no se les hurte la dignidad. Lleven traje o vistan chándal.

Hora de irse

No dudo de que habrá sido un desliz. Pues perfecto, Palacio. Pero el problema no es sólo que alguien que piensa así en una situación como la que vivimos no debería representar a los empresarios, entre los cuales debe haber muchos autónomos a los que no les queda más remedio que estar en esas colas que para el presidente en Alicante de la CEV son de mendigos. El problema real es que Perfecto Palacio hace tiempo que se borró del mapa. Porque la CEV sí ha hablado del trasvase, de forma además muy contundente. Igual que del resto de cuestiones. Pero una vez más ha tenido que ser Salvador Navarro (al que, como dice el director de este periódico, la Universidad de Alicante debería crearle una cátedra de «Vertebración activa de comunidades difíciles») el que salga a defender el fuerte, porque de Perfecto Palacio no hemos sabido nada... Salvo ese lamentable comentario en redes.

Perfecto Palacio se tiene que ir. No ya por el facebook de marras. Sino sencillamente porque, contra lo que en principio pudo parecer, tenerlo a él como presidente del empresariado ha pasado a ser lo mismo que antes suponía tener un tío en América, que ni tenías tío, ni tenías ná. Debería dejar paso a otro. Y debería construirse, dentro de la CEV, por qué no, pero de verdad, una organización empresarial alicantina que no fuera un mero trampantojo como es ahora. Ocurre que no hay quien asuma la responsabilidad. Y esté dispuesto a ejercerla. Siempre hablamos de la mediocridad en que ha caído la clase política. ¿Y qué pasa con la empresarial? Eliseo Quintanilla, Emilio Vázquez Novo, Luis Díaz Alperi, Antonio Fernández Valenzuela, Isidro Martín, José Luis Montes... cometieron errores, pero también protagonizaron grandes aciertos y, sobre todo, demostraron arrojo en todas las circunstancias. ¿Pero dónde están los que debían recoger su testigo? No sé. Veo mucho empresario hiperventilado. Y mucho que quiere figurar. Pero empresarios dispuestos a coger el timón de la representación y asumir el riesgo de enfrentarse en beneficio del interés común a un presidente de la Generalitat, a uno de la Diputación, no digamos ya a uno del Gobierno central, sea del color que sea; empresarios capaces de definir su territorio y negociar desde la legitimidad de lo que representan cuando toque o plantarse, desde esa misma legitimidad, cuando corresponda, no sólo ante los políticos, sino también ante sus propios camaradas (¿AVE es un lobby empresarial de las tres provincias o se conforma con ser organizadora de eventos?); empresarios con esa determinación, digo, no veo ninguno. Por cierto, también me encuentro huérfano de líderes sindicales que hablen para la mayoría de los trabajadores, y no para un batiburrillo de minorías. No sólo tenemos en Alicante un problema en la representación empresarial: lo tenemos en todo lo que tiene que ver con la fortaleza que una sociedad debe demostrar en Democracia, que es un sistema de pesos y contrapesos. ¿Dónde están los colegios profesionales? ¿Dónde los consejos sociales de las universidades? Aquí los agricultores, los del calzado o los del turismo no tienen más compañero de viaje a la hora de agitar conciencias que este periódico, si no lo digo reviento. Y Salvador Navarro. Manda huevos, dicho sea con todo el reconocimiento a su trabajo. Pero qué tiempos aquellos en que Lerma no venía a la Noche de la Economía Alicantina porque sabía la que le iba a caer y Camps tenía que levantarse de la mesa a mitad de acto ante la que le estaba cayendo. Lo que hemos sido. Y en lo que hemos quedado.

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