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Emilio Pérez Díaz

El trasvase que no cesa

Canal del trasvase Tajo- Segura, imagen de archivo

Ha sido suficiente que en Madrid empiecen a hablar de la modificación de reglas del trasvase Tajo/Segura como para que en esta tierra se haya organizado la “mundial”, tanto a nivel de prensa como en el movimiento de aquellos políticos que siempre están al acecho para hacer eso, política a costa del agua. Sin embargo, resulta paradójico que no se montara siquiera un simple “mundialito” cuando el 14 de septiembre de 2018 publicó INFORMACION la entrevista de Pilar Benito al secretario de Estado del Ministerio de Transición Ecológica y de la que cabía deducir con meridiana claridad lo que iba a ocurrir y ya está ocurriendo. Ello demuestra que aquí solemos actuar casi siempre con retraso en esta cuestión, a remolque de hechos consumados, permanentemente a la defensiva, dejando invariablemente la iniciativa a Castilla La Mancha, Comunidad de Madrid y Ministerio, que al ritmo que se ha marcado éste y, dicho sea de paso, bien pude ser que a corto plazo cambie el nombre de Transición Ecológica por el de Obstrucción ilógica.

No voy a invertir hoy un sólo minuto o renglón para comentar ni discutir las obviedades y a mi entender desacertadas y descaminadas ideas que Hugo Morán, que así se llama el citado Secretario de Estado, vierte en la aludida entrevista, que permanece en la hemeroteca de éste periódico a disposición de quien desee releerla. Sólo me referiré a una de ellas, cuando manifiesta que el futuro del Tajo/Segura lo decidirá la Naturaleza y no la política. Pues qué bien, no sabe el sr. Morán el enorme peso que me quita de encima dado que un servidor confía mucho más en la Naturaleza que en las decisiones políticas de determinadas cabezas pensantes.

Y hablando de política, no dejan de resultar crispantes esas disensiones entre los distintos partidos de ésta tierra, y particularmente entre PP y PSOE, a la hora de intentar buscar acuerdos globales y férrea unión para combatir con la mayor eficacia posible esa absurda y disparatada posibilidad de que la Vega Baja del Segura, también denominada por muchos “huerta de Europa” pueda quedar reducida a un árido erial con el consiguiente hundimiento económico de varias provincias y la pérdida de miles de toneladas de alimentos para España y el continente. Se hace inevitable sentir vergüenza cuando a través de éste periódico nos enteramos que una reunión de políticos para buscar consenso en ésta cuestión estuvo punto de fracasar porque al correo electrónico de citación le faltaban tres comas y un acento, o bien porque han estado un buen rato inmersos en un debate semántico, o cuando se especula a nivel informativo de los beneficios que ésta situación le puede acarrear a uno u otro partido.

Estamos hablando de un tema tan serio que tanto los juegos florales al respecto como posibles intentos de recabar votos sobre este asunto se antojan repugnantes e indecentes, por lo que bueno será que si alguien lo tiene en mente renuncie al intento de vendernos una Motovespa por el precio de una Harley Davidson. Debiera quedar claro para quienes ahora tratan de arrimar el ascua a su sardina que ninguno de los presidentes de gobierno que han tenido alguna intervención en la infraestructura a la que nos referimos sería merecedor a obtener medalla alguna por parte de ésta tierra, ni siquiera la de hojalata. Aznar vino a Villena a poner la primera piedra del anunciado trasvase del Ebro en febrero de 2004, un mes antes de agotar su mandato, no al principio de sus ocho años. A los pocos meses una ministra socialista del gobierno de Zapatero echó ese plan a la papelera y optó por las desaladoras y el cambio de la toma del otro trasvase, el Júcar/Vinalopó, de Cortes de Pallás a Cullera o Azud de la Marquesa. Ambas cuestiones enervaron al PP que llenó las calles de Murcia y Alicante con multitudinarias manifestaciones y enormes pancartas en las que se podía leer “Zapatero nos mata de sed” y “En cuanto volvamos al gobierno recuperaremos el trasvase del Ebro”. Y volver volvieron, como hizo MacArthur en la guerra del Pacífico, pero con una diferencia abismal, que el general americano lo hizo para ganarle definitivamente a Japón, mientras que el PP no puso en los siete años de gobierno una sola piedra del trasvase prometido ni devolvió la toma del Júcar/Vinalopó al sitio por todos deseado.

Y ahora sin embargo le escriben al president Puig para que firme y comprometa firmemente su palabra de que le va cantar las cuarenta a Sánchez en cuanto se lo eche a la cara. Pero bueno, ¿alguien duda lo más mínimo de cuál sería la actitud de éstos mismos señores si fuera Aznar quien estuviera sentado en la Moncloa?

Es de esperar, y así lo deseo, que se imponga el sentido común, que se dejen las ansias partidistas colgadas en la percha al salir de casa y se unan todos formando una piña para defender algo tan lógico y elemental. Y de paso, no estaría de más que alguien se acercara a Madrid e invitara al señor Morán, nacido y criado en la llamada España húmeda, esa entrañable tierra asturiana, a venir a la Vega Baja y comer una buena ensalada de alcachofas como principio. Es posible que le convenzamos de lo equivocado que está, que Alicante es la quinta provincia de España por PIB y no merece ese trato, y de que para recibir extrañas clases de ecologismo nos basta y nos sobra con Greta Thunberg.

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