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Francisco Esquivel

El poder de la simpleza

La campaña se ha consumido entre botellines con la efigie de la presidenta candidata y lo que queda es que ¡Madrid es la caña!

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Ni las cifras de deuda y déficit de la comunidad ni que el alquiler suba el triple que los salarios ni la promesa de rebajas de impuestos que benefician a las rentas más altas contra el criterio del efeemeí ni el frenazo a las ayudas directas planteadas, nasti de plasti. La campaña se ha consumido entre botellines con la efigie de la presidenta candidata y lo que queda es que ¡Madrid es la caña!

  En su discurso se vanagloria de que al caer por allí nos lo pasamos bomba y que aquello es tan libre que, los que habitan el territorio, ni siquiera tropiezan con los ex, lo que presenta como logro. Es lo nunca visto, que es mínimo en relación con lo que aún queda por ver. A los que apenas se distingue, tampoco se les ha ocurrido aprovechar el órdago y ponerse a tiro de Jairo, el peluquero que fuera pareja de la reina del lúpulo, para intentar contrarrestar la manera que se gasta a la hora de tomar el pelo, aunque los entendidos aseguran que él no se lo arreglaba porque no lo necesitó, igual que a Casado. Si algo queda patente es que se las arregla sola.

  La verdad es que, de los ingredientes básicos con los que arrancó la carrera –ella y el exvice–, a quien la galana desafía descaradamente es al controvertido Sánchez arengando, respecto al estado de alarma, con que «es una vergüenza que, a una semana, se haya de esperar a ver qué decide la Moncloa ya que este Gobierno de vagos no sabe gestionar», mientras que de Iglesias lo que se filtra es que se bate en retirada con la pretensión de montar un canal de tele potente junto a empresarios del sector en completa sintonía, de ser así, con su apuesta a ultranza hacia lo público.

  Por si faltaba algo, Felipe González acaba de lanzar un podcast en el que advierte sobre una crisis de liderazgo en el país y en el que, a cuento de la pandemia, señala que «cuando todo está mal aparece un tío que dice que todo va bien». El tío no es otro que al que flagela Ayuso a diario. Y luego dicen que la cara del aspirante Gabilondo es un poema. Con que no le dé algo, ya es un triunfo para el hombre. 

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