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Ángel Montiel

Madrid, rompeolas de todas las Murcias

El rompeolas de las elecciones madrileñas provocará, sin duda, salpicaduras en la Región de Murcia, pues se trata, ya se ve, de dos Comunidades reflejas

Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez- Almeida en el acto por el 2 de Mayo.

Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre suena / rompeolas de todas las Españas! / La tierra se desgarra, el cielo truena, / tú sonríes con plomo en las entrañas. Antonio Machado.

Hay algo en lo que Madrid, en trazo grueso, se parece a Murcia: la hegemonía persistente del PP en Comunidad y municipio capitalino, incluso si se contemplan los episodios en que, a punto de cambiar de destino, sucesos más o menos inesperados vinieron a confirmar la irreductible tendencia. En trazo grueso, digo. Pero lo llamativo es que si aproximáramos la lupa en este momento, el trazo fino también nos devuelve sorprendentes equivalencias. 

¿Qué tenemos en Madrid? Una previsión muy consistente de Gobierno PP-Vox, exactamente lo mismo que auguran las encuestas en Murcia para el futuro. Con una variante: Ayuso se come a Vox hasta el punto de correr el riesgo de morir de éxito, es decir, de avanzar tanto por sí misma a costa de su socio natural que podría darse el caso de que la reducción de éste no alcanzara para sumar la mayoría absoluta. En Murcia no hay riesgo de que esto ocurra, pues López Miras deja a sus anchas a Vox (no tanto al partido como tal sino a un engendro de éste que ocupa su espacio y que lo cederá cuando culmine el actual periodo anómalo), de modo que el 60% de la derecha volverá a recomponerse, ya sin el incordio de un Cs autoexcluido por la sucesión de sus mayúsculos errores. 

A esto ayuda la inconsistencia política del PSOE, allí y acá. La liquidación de Cs obliga a Gabilondo a sugerir pactos a su izquierda y, más tarde o más temprano, Diego Conesa tendrá que recurrir a ese mismo desiderato en la Región, a falta de un Cs con el que poder traspasar el 40% tasado de la izquierda. El problema es que en Murcia solo hay una izquierda más allá del PSOE, Podemos, y en consecuencia de la dinámica nacional, también en Madrid, está en fase declinante a pesar de que su portavoz parlamentaria, María Marín, mantiene el banderín muy alto, lo que no puede decirse, sin embargo, del secretario general, Javier Sánchez Serna, un comunista de diseño sin registros transversales, acogido en el halda de Pablo Iglesias, quien pronto, cuando sustituya su proyecto político por la puerta giratoria de una salida personal, lo dejará políticamente huérfano. Para comunista clásico, siempre será preferible el coordinador regional de IU, Álvarez Castellanos, en cuya columna de cada miércoles en este periódico se sustituyen las consignas de carril por datos y argumentos elaborados.

Sin embargo, Madrid está a punto de revelar una alternativa nueva a ese lado del espectro político, la izquierda. La encabeza Mónica García, del partido de Errejón, Más Madrid, que sube enteros como alternativa al PSOE, al defectuoso Podemos, e incluso al sector decepcionado del Cs original. En apariencia se trata de una izquierda que huye de lo autorreferencial, de los fetiches ideológicos facilones y del confort del recitado de la superioridad intelectual. ¿Existe esa izquierda en Murcia al margen del PSOE? Existe, pero está a la espera, y la representa Óscar Urralburu. Si Más Madrid da un empujón y se convierte en referencia, el partido de Urralburu podría subirse a esa ola. Otra pieza que encajaría en las similitudes entre Madrid y Murcia. Más Región, que así se denomina el partido de Errejón en esta Comunidad, podría emerger porque dispone de un líder probado y experimentado, que aprendió en los cuatro años de la anterior legislatura a practicar la oposición rigurosa, a establecer marcos tanto de crítica como de alternativa pragmática, a escuchar a sectores ajenos a los que conformaban su electorado, pero tan legítimos como cualesquiera otros en la sociedad plural, y a participar en consensos generales, como el de la reforma del Estatuto de Autonomía. Urralburu no es una personalidad excepcional, pero sí un político de altura en un tiempo en que dominan los, como mucho, resultones. Si Más Madrid no quedara en un proyecto regional y traspasara fronteras, en Murcia habría una plataforma muy abierta que podría experimentarse incluso con una fórmula inédita: un regionalismo de izquierdas, después de que hayan fracasado todos los de derechas y de que el PSOE haya permitido que el PP interprete, de boquilla, ese papel. 

El PSOE de Madrid no despega porque carece de discurso propio. Contrapone la personalidad serena y convencional de su líder, Gabilondo («soy soso», se ha descrito a sí mismo), al desenvuelto histrionismo de Ayuso, pero tras esto no parece haber otra cosa más. Es el revés de un marco que establecen sus adversarios, y no tan revés, pues ha acabado validando las medidas diferenciales de la Comunidad de Madrid acerca de la pandemia. 

En Murcia empieza a percibirse el mismo error. Diego Conesa ha venido manteniendo la imagen de un líder moderado, en un sostenido ejercicio de seducción para un Cs distraído en sus pactos de Gobierno con el PP, pero en el momento crítico en que los hechos (en los que se incluyen sus evidentes errores) han vuelto a reeditar sus frustraciones se ha mostrado sin contención, elevando la rabieta natural a discurso político estructural, bronco y descalificatorio por sistema, sin revelar otro alcance que las consecuencias psicológicas de su decepción. Tanto es así que ahora proclama la corrupción del PP en la que inicialmente basó su moción de censura, en la prueba sobrevenida tras ella, es decir, en que el PP ha aceptado ‘tránsfugas’ en su Gobierno. Sin haber demostrado el ‘a priori’, ahora se basa en el ‘a posteriori’. ¿Hasta cuándo?

Los errores del PSOE son manifiestos y continuados. En el ayuntamiento de Murcia, donde ya gobiernan, se han sacado de la manga (después de declamar que corrían los maletines antes de la moción de censura) la rectificación a uno de los proyectos estrella del popular Ballesta, Murcia Río: afirman que lo continuarán, pero reduciendo tramos de asfaltado para ‘renaturalizar’ el trazado, con lo cual no solo enmiendan la plana al PP sino a los avales universitarios (UMU y UPCT) en que el proyecto se basa, de modo que nos transmiten que la opinión de un concejal se impone a los estudios técnicos acreditados. (Menos mal que Murcia no tiene playa, pues estos serían capaces de proyectar paseos marítimos con arena). En el fondo, lo que manifiestan es que el proyecto de sus antecesores es impecable, pero tienen que justificar su continuidad con ‘mejoras’. Mientras tanto, todavía se desconoce el proyecto municipal del pacto PSOE-Cs (ni una línea de texto ha sido elaborada hasta el momento, y ya va un mes de gobierno) cuando el anterior del PP-Cs sigue publicado en la red. Y, por increíble que parezca, el singular socio del PSOE en el Ayuntamiento, Mario Gómez, afirmaba en el último pleno que él jamás había denunciado a ningún miembro del PP, salvo, claro, a todos, al enviar a la UDEF un ‘pincho’ con centenares de documentos. Tanto acusar de corrupción al ya exalcalde Ballesta, y ahora va y recula, por si no fuera para tanto. 

¿Y lo de Barriomar? El PP, dicen, nunca ha atendido las demandas de esta zona deprimida, pero cuando se reúnen con los vecinos, éstos advierten a la nueva administración de que ni se les ocurra modificar los proyectos del PP que les afectan. Y encima los actuales portavoces municipales van y lo cuentan. ¿En qué quedamos? Más naif todavía resulta el hecho de que haya concejales que difundan por las redes sus encuentros con el asociacionismo ciudadano y presuman de escuchar y comprender sus demandas, como si las reivindicaciones de los distintos colectivos les resultaran novedosas. Cabe preguntarse sobre lo que estuvieron haciendo cuando permanecían en la oposición. ¿Se enteran ahora, cuando están en el Gobierno, de lo que reclama la sociedad civil?

¿Y qué decir, en este contexto, del PP? Uno de sus principales adversarios electorales, Cs, está en boxes, y tras las elecciones de Madrid no cabe suponer que pueda contarse con él en la carrera. Campo abierto por ese lado. Vox parece estar electoralmente entero, pero no sería demasiado problema si le sirve de cuña. En cuanto al PSOE, están advertidos de su latente crisis. Piensan en el PP que Conesa está más pendiente de sus asuntos internos que de la refutación del Gobierno, pues a éste sus brazadas maquinales no le afectan. El expediente de los socialistas contra el exdiputado Emilio Ivars adquiere la lectura de que el secretario general pretende descabezar la más importante agrupación socialista de la capital, el fuerte principal de su adversaria en primarias María González Veracruz, quien permanece en la retaguardia, pero tal vez decidida a batallar de nuevo si la provocan, como ahora parece el caso. 

Y Cartagena: el PSOE prefirió expulsar a la alcaldesa socialista por pactar con el PP contra el populista López, algo que también es visto como un asunto interno, pues Ana Belén Castejón no era de la cuerda, y la percepción de armonía y estabilidad municipal a consecuencia de ese pacto heterodoxo se celebra al margen del PSOE. Una previsión no descartable: ¿cómo se explicaría en Cartagena que Gabilondo ofreciera sus votos a Ayuso para evitar que ésta pactara con Vox, algo lógico si de lo que se trata es de neutralizar a la ultraderecha? El error de Esther Clavero al vacunarse prematuramente y tener que dimitir en consecuencia también ha despejado la oposición interna en la plaza principal de Molina de Segura. 

Aseguran en el PP, a la vista de esta sucesión de datos, que Conesa anda en lo suyo, es decir, en el control de su partido ante el congreso regional socialista y las primarias, pues el envite anterior lo saldó por los pelos. Por otra parte, en Ferraz no parecen estar demasiado contentos con el desarrollo de los recientes acontecimientos en Murcia, y González Veracruz sigue teniendo buenos contactos por allá arriba, a pesar de su estigma por separarse de Pedro Sánchez en el último momento. Apoyó a Patxi López en las primarias nacionales, pero ¿acaso el vasco no fue repescado por el todopoderoso?

El PSOE está algo descentrado, sí, y a la espera del 4-M madrileño, como todos, pues parece claro que las elecciones de Madrid trascienden su localización. 

Pero el PP tampoco lo tiene fácil en cualquier caso. Si Ayuso no alcanza a formar Gobierno será otro fracaso del PP de Casado tras las vascas y las catalanas, pero si la actual presidenta revalida el poder podrá adjudicarse personalmente el mérito y ponerse en camino a Génova, propósito que no disimula. No está claro, pues, que un triunfo de Ayuso constituya una alegría para el dúo Casado-García Egea, y lo contrario tampoco. Dicen las malas lenguas del entorno PP que Teo no se habla con Ayuso, y es posible. Habrá que ver si el resultado de Madrid, sea cual sea, no se convierte en un conflicto interno para el PP.  

Por tanto, la derivada murciana intenta fortalecerse ante posibles inclemencias, aun a pesar de que el parójico efecto de la moción de censura ha incrementado la mayoría parlamentaria del PP y ha trasladado la paz interna a la Mesa del Consejo de Gobierno. La caída de Cs, la perplejidad del PSOE y la inmovilidad práctica de Vox no tranquilizan al PP, de modo que han decidido echar el todo por el todo y han puesto el conjunto de los efectivos en juego, sin dejar a nadie en la retaguardia. Si esto fuera un concurso televisivo, el lema sería «a jugaaar». Piezas fundamentales: José Miguel Luengo, en el partido, para que éste empiece a existir como otro motor paralelo al Gobierno, y Marcos Ortuño en la consejería de Presidencia, todo un nuevo estilo, más Esperanza Moreno, derivada desde Educación a un cargo aparentemente menor, pero de mayor trascendencia política: una secretaría general que la iguala en la cúpula a una Mar Moreno que, por guardiana de López Miras en versión de estricta gobernanta, resulta inoperante más allá del agitprop de La 7. 

El rompeolas de las elecciones madrileñas provocará, sin duda, salpicaduras en la Región de Murcia, pues se trata, ya se ve, de dos Comunidades reflejas. A la espera.

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