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Juan José Millas

Más que antes

Más que antes

 Si las familias españolas hubieran adelgazado y encogido al ritmo en que se han deteriorado sus condiciones de vida desde 2008, España sería ahora un país de flacos y pequeños. Podríamos reducir a la mitad la flota de autobuses urbanos y de convoyes de metro porque cabríamos el doble de gente de los que entrábamos antes. Y quien habla del metro o de los autobuses habla de los aviones y los trenes, de los estadios y los hospitales y de los centros de salud. Sería un sueño desde el punto de vista del capitalismo exagerado, porque en las aulas de los colegios y las universidades, privadas o no, cabrían holgadamente 100 alumnos donde antes se apretujaban 30 o 40. Los constructores de pisos podrían reducir los metros cuadrados de las habitaciones sin bajar por eso el precio de la vivienda, ya encontraríamos el modo de justificarlo. En cuanto a los hoteles, acogerían a un número increíble de huéspedes escuálidos que pagarían lo mismo por recibir la mitad de los servicios con los que se les venía agasajando. De una suite grande, de las antiguas, podrían sacarse tres o cuatro.

En las playas de Levante, tradicionalmente masificadas, aparecerían ahora numerosos espacios libres. Aquí y allá, salpicando la arena, se apreciarían grupos familiares de cuerpos esqueléticos bajo el amparo de sombrillas del tamaño de un paraguas plegable. Una familia numerosa cabría en un automóvil de pedales. Así las cosas, el Gobierno encontraría la escusa perfecta para hacer una reforma laboral más agresiva, si cabe, que la anterior. A contribuyentes con menos necesidades, menos sueldo también. “Pueden ustedes compartir hasta las aspirinas”, nos dirían. Los ansiolíticos, tan demandados, provocarían al partirlos un efecto semejante al de la multiplicación de los panes y los peces. Bruselas o Alemania, ahora no caigo, nos felicitarían por ajustarnos el cinturón tanto y de manera tan lógica.

El problema es que la pobreza engorda porque una hamburguesa sumamente calórica, llena de tendones y materia fecal, acompañada de una bebida azucarada, cuesta bastante menos que un plato saludable. Un plato saludable sale por un ojo de la cara. Significa que las contabilidades no cuadran. Pesamos más que antes de la crisis. O de la estafa, depende de quien hable.

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