Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Balance de daños

ayuso-elecciones.jpg

Ya lo explicamos hace pocas semanas en estas mismas páginas. Quien quiera comprender las razones de los resultados obtenidos en las pasadas elecciones madrileñas puede releer mi artículo publicado el domingo 4 de abril, titulado “Lluvia fina”. En este análisis se avanzaban las razones por las que el PP madrileño, con la trayectoria que atravesaba, conseguiría un resultado que le permitiría gobernar, incluso con más escaños de los que cosechó en las anteriores elecciones. Lo que toca ahora es hacer el balance de daños que proyectan unos resultados que, en todos los partidos, a un lado y a otro, dejan damnificados.

La victoria del PP madrileño es la victoria personal de Isabel Díaz Ayuso con su neoliberalismo castizo trumpista, de la mano de un márketing vacío de política que satura el espacio comunicativo con su sistemática presencia. No hay día en que Ayuso no acapare informativos, televisiones, diarios y redes sociales con sus ocurrencias y provocaciones estudiadas, dejando claro que ella está ahí para todo, regalando los oídos a los madrileños con sus simplezas y sus desplantes, acentuando con ello el silencio de los demás.

¿Hemos caído en la cuenta de que, en unas elecciones anticipadas, convocadas por un simple cálculo personalista, en medio de la mayor emergencia sanitaria, económica y social, en la comunidad con mayor número de fallecidos, ocupación de UCI y camas hospitalarias, no se ha hablado del impacto y las consecuencias del coronavirus en Madrid? Pura magia política, desviando la atención de la sociedad con temas insustanciales (comunismo o libertad), mientras se oculta lo realmente importante o se dicen barbaridades como que el fascismo es el lado bueno de la historia.

Ese es el éxito de Díaz Ayuso y ese es el proyecto del PP en Madrid, algo muy distinto a lo que hasta ahora había defendido el Partido Popular en Galicia, Castilla y León o Andalucía, por poner tres ejemplos. Por eso produce sonrojo oír a Pablo Casado apuntándose una victoria que no es suya y que tiene muchos componentes de derrota en su futuro político. El PP siempre defendió ser un partido con un proyecto único en toda España, algo que ahora hace aguas. El modelo Ayuso no es exportable a otros territorios, situados en las antípodas del madrileñismo provocador ultraderechista que ha construido Ayuso. Más aún, este nacionalismo castizo cayetano se ha abierto paso a base de generar enfrentamientos, como hemos visto, incluso con otras comunidades del PP, lo que va a agrandarse en el futuro, planteando tensiones importantes en este partido que van a poner al límite a Casado. Bueno es que tomen nota de ello los líderes del PP alicantino y valenciano, para evitar sufrimientos innecesarios.

Las elecciones madrileñas representan el fin de la política electoral, como la conocíamos. Hasta ahora se vigilaba el cumplimiento de programas y promesas electorales de los partidos que concurrían a los comicios. En Madrid acabamos de ver que ya ni siquiera hace falta programa y que los partidos pueden concurrir a unas elecciones y obtener representación sin haber explicado una sola propuesta ni presentar un solo papel.

La derrota del PSOE es la derrota de Ángel Gabilondo, quien no debía haberse presentado como candidato. Desaparecido por completo durante los últimos dos años tan duros, ausente desde que estalló la pandemia, llegando incluso a declarar que cuando ésta terminara ya habría tiempo de hacer oposición. Gabilondo ha dejado desamparados a muchos madrileños, sin acompañarlos en momentos tan dolorosos y sin trasladarles esperanza. Para colmo, se difundieron las negociaciones para que pasara a ser Defensor del Pueblo cuando Ayuso convocó las elecciones, pillándole a contrapié. Añadan a este escenario un PSOE inexistente, una lista repleta de grandes desconocidos y una campaña absolutamente desafortunada en la que el candidato Gabilondo un día recitaba a Marco Aurelio mientras reivindicaba ser soso, otro día defendía no subir impuestos, y al día siguiente afirmaba querer los votos del centro, para acabar diciendo que lo que se debatía era el fascismo o la libertad, cayendo así en las trampas publicitarias del PP. Torpeza tras torpeza, sin partido, sin trabajo, sin presencia, sin candidato y con una lista sin personas visibles, el PSOE se adentró en la tormenta perfecta, cosechando una derrota histórica cuyas ondas expansivas llegan hasta el gobierno socialista de Pedro Sánchez.

Por el contrario, el “sorpasso” de Más Madrid y su candidata, Mónica García, representa el reconocimiento al trabajo, al esfuerzo y la perseverancia, frente a la indolencia filosófica de Gabilondo. Más Madrid ha estado con la gente, con los colectivos que estaban en la calle, superando todos los problemas derivados de su ruptura con Podemos, al que casi triplica en votos. Al final, el sueño tantas veces anunciado por Pablo Iglesias de superar al PSOE lo ha conseguido el partido presidido por su rival, Íñigo Errejón, algo que, seguro, hizo daño en el inmenso ego de Iglesias, poniendo contra las cuerdas los límites del proyecto de Podemos.

Ahora bien, hablar de damnificados electorales es certificar la descomposición de Ciudadanos en viaje hacia su desaparición, de la mano del mismo partido con el que gobierna todavía en muchas instituciones, una situación patética. Es como dormir con quien sabes que te quiere asesinar. Podemos imaginar a muchos cargos de ciudadanos preocupados por ver cuándo dan el salto al PP o si podrán seguir viviendo de la política. Eso sí que es triste y real, como vemos en Alicante.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats