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Juan Carlos Padilla Estrada

Las crónicas de Don Florentino

Juan Carlos Padilla Estrada

Sobre el lenguaje inclusivo

Lenguaje inclusivo

El lenguaje es mucho más importante de lo que creemos. Porque cambiando las palabras vamos modificando el pensamiento. Y esta es una labor lenta, quizá de réditos futuros, pero si conseguimos que un humano desprecie el sentido común mientras habla y repita sin pudor “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas”, estamos logrando un cambio sustancial en su cerebro, que se transforma en opresor de su pensamiento.

Hace muy pocas semanas todo el país coreaba con cierta sorna la ocurrencia de la señora Irene Montero, que ya se ha hecho célebre: “Niños, niñas y niñes”

Esto no solo es una majadería de proporciones enciclopédicas, es algo más perverso.

Es la continuación de aquel proyecto fallido de dotar de lenguaje inclusivo a nuestra Constitución, que patrocinó la vicepresidenta Carmen Calvo. La respuesta de la RAE fue concisa: La actual redacción de la Constitución «no plantea problemas jurídicos ni lingüísticos» y «las razones que podrían conducir a modificar este aspecto de la redacción del texto constitucional no son de naturaleza lingüística, sino de carácter estrictamente político»

La RAE insistió en que son los hablantes quienes determinan la lengua, y que esta no puede cambiarse desde arriba. Carmen Calvo no se inmutó: «Avanzar en lenguaje inclusivo no está en las manos de nadie pararlo».

En estas aparece la señora Montero con sus cosas y esta misma semana el BOE nos aporta una pieza de valor incalculable en esta cruzada por el lenguaje inclusivo: El boletín oficial recogía la modificación de un real decreto del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo por el que se regulan diversas normas reglamentarias en materia de seguridad industrial. Pero lo que enviaba el departamento de Reyes Maroto no era la típica corrección burocrática, no. Resulta que alguien del Gobierno 'feminista' de Pedro Sánchez se dio cuenta del desliz y redactó una "disposición adicional única" de 10 líneas para incorporar el "uso de lenguaje no sexista" a la redacción legal:

"Las referencias que en el texto se hacen a instalador, reparador, conservador, los trabajadores, los operarios cualificados, un técnico titulado universitario, el responsable técnico, los socios, operador de grúa, el médico, un profesional habilitado, el fabricante, el titular de la empresa o el representante legal, así como al interesado deben entenderse hechas respectivamente a instalador o instaladora, reparador o reparadora, conservador o conservadora, las personas trabajadoras, las personas operarias cualificadas, un técnico o una técnica con titulación universitaria, el personal responsable técnico, las personas socias, operador u operadora de grúa, el médico o la médica, un o una profesional habilitada, la o el fabricante, la persona titular de la empresa, la o el representante legal de la empresa, así como la interesada o el interesado".

¡Espléndido! Ya hemos llegado al BOE, no estamos hablando de la Gacetilla de Villacabras. Podría haber sido peor, se ha escrito en redes sociales, se les ha olvidado la –e.

Pero, amigos, olvidemos el folclore y volvamos a fondo de la cuestión, que es seria. Estas personas que accidentalmente nos gobiernan están intentando utilizar el lenguaje como instrumento de su poder, como una manera de dominar las conciencias: crear una nueva lengua que modifique la realidad: En España ya no hay niños y niñas: hay niños, niñas y niñes.

Ahora nos reímos, pero poco a poco vamos a ir asumiéndolo como poco a poco vamos a ir rebajando el umbral de nuestro sentido común. Y eso sí que está en nuestras manos: rebelémonos contra la estupidez, venga de donde venga y mantengamos, aunque sea contra viento y marea, lo que consideramos nuestros principios.

Expresar nuestra rebeldía frente al poder a veces es tan sencillo como negarse a seguir consignas de naturaleza tan necia como las ocurrencias de estos personajes. 

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