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Ángel Montiel

Ayuso también vive en Murcia

Noelia Arroyo será proclamada presidenta del partido en Cartagena

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A partir de ahora, López Miras tiene un trabajo: presidir. Y su Gobierno, otro: gobernar». Es algo así como una consigna dictada por uno de los gurús más señalados del PP con mucho mando en plaza en esa casa. Y está corroborada, en el espacio confidencial, por otra frase del propio presidente: «Con este Gobierno ya puedo dedicarme a lo mío: a presidir».

Vamos a intentar traducir este aparente enigma. En principio, parece un cambio de modelo. Si nos remontamos a unos cuantos años atrás, observaremos que tanto Valcárcel como PAS, y López Miras en consecuencia, seguían la misma pauta: la dirección política descansaba sobre ellos mientras los consejeros de sus respectivos equipos se limitaban a gestionar el día a día. Pero en la actual etapa, tras la convulsión de la fallida moción de censura, parece que nos introducimos en una nueva fase: los consejeros deberán hacer política, es decir, habrán de jugársela, mientras el presidente preside, es decir, se limitará a su papel institucional. Por decirlo de otro modo: los consejeros tienen ahora entidad, disponen de libertad y espacio para hacerse valer. Como diría Antoñita Peñuela: «Amigo conductor, la carretera nacional es tuya». Y el presidente, a presidir.

Ya lo sugerí aquí el pasado domingo. El nuevo lema es «a jugaaar». Nadie en la retaguardia, nadie a la espera a ver qué pasa. Todos a pringarse, a aportar lo que sepan y puedan. En el partido y en el Gobierno. Por supuesto, alrededor de López Miras, pero descargando a éste de todo el peso. Hay que abrir los focos, y el que los soporte tendrá premio; quien no, se quedará en el camino. Esa es la nueva ley.

Todo cambio de modelo conlleva un riesgo y más cuando interviene, como siempre en estos casos, el factor humano. No podemos estar seguros de que Javier Celdrán, hasta ahora el ‘cerebro’ del Gobierno, se acomode con faciliadad a una función secundaria desde el punto de vista político en favor de su sucesor en la consejería de Presidencia, Marcos Ortuño, quien su vez ha sido encargado de Turismo y Deportes para que no termine de creerse que lo han nombrado vicepresidente. Es un juego de equilibrios, pero Celdrán tiene más experiencia que Ortuño en el altar de la política regional, y ya se le ve maniobrando fuera de sus funciones para tratar de ofrecer al presidente ciertas guindas extra como las que, en su día, Miguel Boyer, tras expropiar el Grupo Rumasa y privatizarlo posteriormente, puso en bandeja a su amante, Isabel Preysler: la propiedad de Loewe, algo así como una rosa en la mesilla de noche. Celdrán, en los ratos libres que le deja la gestión de la cartera de Hacienda, todavía anda indagando en cómo compensar a López Miras con algo más que la futura reforma de la Ley del Presidente, lo que con la nueva mayoría parlamentaria ya no tiene mérito. Pronto se verá.

Arroyo y Ballesta

En el proyecto «todos dentro y a por todas», Noelia Arroyo va a ser proclamada, tras su toma de posesión como alcaldesa de Cartagena y cuando corresponda en el calendario orgánico, presidenta del PP en la ciudad. Ni en sus mejores sueños habría supuesto que esta lógica le resultaría tan fácil, y es probable que ni ella misma lo sospeche. Pero en el PP lo tienen claro: si es alcaldesa deberá ser presidenta del partido para evitar el acecho, los intentos de tutelaje o las esperas externas para la sucesión a cuenta de posibles fracasos. Quino Segado tendrá, no solo que apartarse, sino que facilitar el camino de Arroyo. La apuesta por ésta ha de ser completa, sobre todo porque ha sabido situarse cuando, al principio de mandato municipal, parecía que la dejaban en el arrabal. En el PP ya no están dispuestos al juego de tronos sino a poner en circulación todos sus activos y a reforzarlos. Arroyo será presidenta del PP de Cartagena como Ayuso del PP de Madrid. Por méritos propios contra la resistencia de los respectivos aparatos. Quino tendrá que recolocarse: ya tiene experiencia (Autoridad Portuaria, portavocía parlamentaria...).

En este tablero también está José Ballesta. En el PP quieren que se decida pronto. Le conceden un tiempo (corto) para que reflexione sobre su futuro. Si el exalcalde de Murcia decide que está dispuesto a repetir candidatura, le pondrán la alfombra roja adornada con esas flores frescas que tanto le gustan porque en la cúpula consideran que es la mejor opción electoral, ya que al Gobierno municipal PSOE/Cs surgido de la moción de censura lo contemplan como un paréntesis de dos años que reforzará involuntariamente el regreso de los populares, que acabarían tragándose a los de Mario Gómez, éste ya sin partido. Cs estaría ocupando un espacio institucional producto de un respaldo electoral actualmente inexistente como acaban de desvelar las elecciones madrileñas, y al PSOE le conceden las mismas expectativas de crecimiento que las que ha mostrado Gabilondo en la Corte. Creen que la reaparición electoral de Ballesta sería un acicate para visualizar la endeblez de la alternativa constituida con la moción de censura, algo así como la batalla de un renacido Cid. Pero si Ballesta no está por la labor prefieren que deje paso cuanto antes a la búsqueda de quien habría de sustituirlo. «Si Ballesta no sigue buscaremos otro Ballesta, pero a esto hay que ponerse ya», dicen quienes están autorizados a decirlo.

¿Otro Ballesta? En apariencia, éste habría optado, o estaría en trance de hacerlo, por legar su herencia a Rebeca Pérez, quien ha venido ejerciendo de portavoz durante su mandato. Pérez es una política muy competente, entregada, luchadora y eficiente, con el municipio en su cabeza, pero en el PP, de cuya ejecutiva forma parte en un puesto destacado, no dan nada por hecho. «Si Rebaca se lo curra, será Rebeca, pero aquí nadie hereda nada de nadie», aseguran. Precisamente porque López ha interpretado compensatoriamente el papel de ‘mala’ junto a una figura tan institucional como la del exalcalde Ballesta, su perfil podría haber quedado algo lastrado: demasiado del PP para ser candidata del PP. «El mejor perfil para la alcaldía de Murcia sería una figura con imagen de transversalidad, opuesta al rigor partidista de los otros grupos políticos», dicen, o sea, algo así como Ballesta, pero Ballesta solo hay uno. O tal vez haya otros, pero quieren saberlo ya. Ballesta: ¿sigues o no sigues? La respuesta no se atiene a su tiempo personal sino al del partido.

Cs en el foco

Hasta aquí lo contratasdo. Pero en la política actual es preciso acudir a ciertos mentideros en los que circulan rumores nada desdeñables. Por ejemplo, hay quienes aseguran que en el ayuntamiento de Murcia no se ha dicho todavía la última palabra, pues podrían darse ciertas derivaciones como consecuencia de la extinción de Ciudadanos. Más que nada porque los concejales de Cs que nunca, hasta ahora, habían hecho mostración de una adhesión pública excesiva a la actual delegada murciana de su partido se desviven en contemplaciones entusiastas, una sobreactuación que algunos valoran como sospechosa. Hay un dato: si uno de los cuatro concejales de ese grupo dejara el cargo, daría paso a alguien que se situaría con los disidentes, de modo que todo está atado y bien atado, hasta que pudiera desatarse.

Incluso hay quien ha visto en la espléndida recepción en Lorca del concejal de Turismo (Morales, Cs), sostén del Gobierno municipal socialista, al director general de Calidad Turística (Peñafiel, exCs), con expansión de visitas a los puntos turísticos de la localidad más almuerzo conjunto y profusión de fotos en las webs corporativas una señal de lo que podría ir más allá de la normalidad institucional, sobre todo porque la dirección regional de Cs no es muy partidaria precisamente de que sus representantes públicos, como es el caso de su portavoz en Lorca, reproduzcan normalidad institucional con cargos del Gobierno del PP procedentes de Cs. Ante exhibiciones así saltan las alarmas cuando todo está cogido por los pelos.

El goteo

Cs, en su lamentable proceso de acabamiento, seguirá dando mucho de qué hablar. Sobre todo, porque la estrategia del PP, con el siniestro Hervías (siniestro y, por tanto, útil) al timón, instalado en un despacho de la maldita sede de Génova, consiste en ‘el goteo’. Nada de deserciones en bloque. Todo poquito a poco. Cada día tiene su afán. Lo penúltimo, en Valencia, donde han caído unos cuantos diputados después de las elecciones en Madrid. ¿Qué será lo siguiente? En la Región, la dirección del partido ya no tiene otra cosa que hacer que ingeniar golpes de efecto contra sus desertores. Ahora anuncian una ‘querella civil’ (algo que técnicamente no existe) contra los cuatro diputados regionales «que se han apropiado de la marca del partido». Un contradiós, pues recurren a la ley contra algo que permite la ley, es decir, que los disidentes de un partido, si son mayoritarios, puedan ocupar el lugar que los electores concedieron a ese partido. Los pactos antitransfuguismo, así llamados por los partidos que los firman, son acuerdos particulares al margen de la ley.

Pero a la vez que la dirección de lo que queda de Cs denuncia a los okupas de su Grupo, anuncia que se van al Mixto, un gesto formalmente contradictorio, pues nadie se va de la casa que cree que es suya. Se entiende perfectamente, pues solo desde el Grupo Mixto tendrán acceso a la tribuna, dispondrán de un presupuesto para contrataciones y gestión (es decir, para pagar la sede) y podrán participar en algunas comisiones y proponer inciativas, todo ello repartido con Podemos, involuntarios compañeros de Grupo Parlamentario, que a la vez verán mermados sus tiempos, espacios y recursos. Martínez Vidal siempre podrá decir como Ayuso tras la dimisión de Pablo Iglesias: «Me debéis una». Habrá que sentirlo por María Marín, la acreditada portavoz de Podemos, aunque no sé si esta vez el elogio lo entenderá, como el del pasado domingo, a modo de ataque de la prensa canallesca, empeñada en dividir al intocable Podemos entre su competencia demostrada y el alabancismo leninisita de su líder regional a la superestructura orgánica que lo sostiene sin otro mérito que el de la práctica de un comunismo pijo.

Las barbas de Madrid

Y es que, sí, Madrid es la Región que políticamente más se parece a Murcia, de modo que cuando las barbas de aquélla veas pelar... Lo más expresivo es que en ambas Comunidades uniprovinciales se suceden Gobiernos de la derecha desde hace tres décadas, pero lo más significativo es que no hay variables porcentuales comunes de voto (60/40 en números redondos), aunque cambien los enclaves territoriales internos de donde provengan. La primera lectura es que en Madrid, por lógica civilizatoria, no puede haber tres millones de fascistas y dos millones de comunistas, así que alguien debería tomar nota de que es preciso cambiar los términos del discurso. Bajar a tierra, para empezar.

La primera cuestión despejada a nuestros efectos es que los resultados de Vox en Madrid no le facultan para presionar al PP a fin de que convoque unas elecciones anticipadas en la Región de Murcia. Cuestión despejada.

Otra: la liquidación electoral de Cs en Madrid es la antesala de lo que espera a este partido en Murcia, y la prueba del nueve es que en él los problemas políticos se resuelven emocionalmente. No tiene sentido que el candidato que obtiene cero diputados sea proclamado al día siguiente número dos del partido. Premio por fracasar, como en el caso de mantener el tambalillo murciano, a pesar de la deficiente información transmitida desde Murcia a Inés Arrimadas sobre el estado de la percha en que se colgó el pretexto de la corrupción como palanca de una moción de censura en la que el que iba a ser vicepresidente declinó por imputación judicial.

La emergencia de Más Madrid es otro aviso en Murcia, no ya para Podemos, que va directo a la testimonialidad histórica de IU, sino para el PSOE, que se hace interrogaciones impropias: no se trata de saber cómo es posible que una candidata como Ayuso gane las elecciones sino de que un partido como el PSOE las pierda. «No eres tú, soy yo», sería la clave del problema, basada en la clásica disculpa de las parejas que deciden separarse. Las elecciones, casi siempre, no se ganan; se pierden.

La simpatía política electoral entre Madrid y Murcia es más evidente por incluir elementos de complejidad. Tanto Ayuso como López Miras apelan a la libertad, pero mientras la primera justifica el concepto para pasarse por el forro todos los protocolos anticovid en favor de la economía, el presidente murciano critica al Gobierno central por lo contrario, es decir, por dejar de ser restrictivo en las medidas a favor de la salud. La cuestión es: ¿cómo es posible que actitudes tan contradictoras sean compatables en un mismo discurso y a la vez tan existosas? Primer ejercicio en clase de yoga.

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