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Marc Llorente

DANZA | CRÍTICA

Marc Llorente

Cuestionar los códigos masculinos

Fachada del teatro Arniches en una foto de archivo. ANTONIO AMOROS

La maldición de los hombres Malboro

TEATRE ARNICHES DE ALICANTE

***

Idea original, dirección artística y coreográfica:

Isabel Vázquez

El pasado mes de febrero vimos también en el Arniches una obra, «Man up», que tiene alguna conexión con «La maldición de los hombres Malboro», el montaje de danza-teatro que acabamos de ver y que ha obtenido varios galardones. Es decir, el cuestionamiento de los códigos masculinos tradicionales. O la eliminación de los géneros, circunstancia que conecta con «Cul kombat», el espectáculo visto el viernes en este mismo escenario, dentro de la Mostra Visible Alacant.

La idea y la dirección artística y coreográfica son de Isabel Vázquez, que fue profesora de algunos de los intérpretes, forjados en Andalucía, que participan aquí. Cuerpo y voz transitan para expresar sentimientos, estereotipos de conducta y romper esos límites. Y ello con un carácter simbólico y plástico que engancha a los espectadores.

Los textos de Max Arel Rafael, con dramaturgia de Gregor Acuña-Pohl, ubican al público que sintoniza con la juvenil y desenvuelta interpretación de David Barrera, David Novoa, Arturo Parrilla, Javier Pérez, Baldo Ruiz y Maximiliano Sanford Monte, responsables igualmente de la creación coreográfica. La destacada función del espacio sonoro de Santi Martínez envuelve los movimientos, las irónicas escenas y las danzas que intentan exponer estas cuestiones.

Por encima de ser hombres y mujeres, de las costumbres de una u otra época y de la educación que condiciona el rumbo, está la necesidad de salirse del redil de algún modo, de ser persona o de liberar a la mujer que el hombre puede llevar en su interior. Además de pasos de danza contemporánea de distinta índole, un par de bailes tradicionales. El «haka» maorí de Nueva Zelanda expresa desafío y competición, y la vitalidad de las danzas de la Europa del Este.

Oímos la voz del Fary con aquellas declaraciones televisivas e infumables que hizo en 1984: «Al hombre blandengue le detesto». El de la bolsa de la compra y el del carrito del niño. Y su feroz defensa del macho ibérico. «El hombre no debe nunca blandear. Debe estar ahí porque, entre otras cosas, creo que la mujer necesita ese pedazo de tío». ¿El varón tiene que estar en su sitio y la mujer en el suyo?

No se dice, pero el título del montaje recuerda aquello de los «hombres Marlboro», la maldición de quienes anunciaron esa marca de tabaco, ya que al menos cinco fallecieron por enfermedades relacionadas con este hábito. El tipo duro, machista e insensible que ha sido educado así y no hace nada para cambiar. Que no puede hacer esas tareas de la casa destinadas teóricamente al género femenino. Ni llorar. «Solo cuando pierde el Betis, claro». ¿Ser hombre a imagen y semejanza de los cánones tradicionales y asunto arreglado?       

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