Esta semana he recibido un correo de Isabel Rubio, trabajadora de la empresa Maldita Ciencia que se encarga de combatir la desinformación, los bulos y las fake news. El motivo de escribirme ha sido la cantidad enorme de preguntas que han recibido de sus lectores acerca de la salud mental de los adolescentes y si es verdad que la situación actual ha incrementado los problemas psicológicos en población infanto-juvenil.

Es difícil generalizar en base a la experiencia personal, pero si tengo que basarme en lo que estoy observando en mi consulta durante estos últimos meses, la respuesta sería claramente «sí». Solo como referencia, en lo que llevamos de año 2021 he atendido 22 nuevos casos, todos ellos considerados en la franja de niños, adolescentes o adultos jóvenes (universitarios). Si entendemos que el centro donde yo trabajo recoge un tamaño poblacional medio y se trata de un servicio privado, la cifra es brutal, tomando como comparativa los mismos meses del año 2019 y anteriores.

Desde Maldita Ciencia me piden también que aporte mi opinión como experto de este incremento. Además del conocimiento que tiene la psicología acerca de los factores que pueden acelerar la aparición de problemas psicológicos, prefiero aportar para ser más didáctico mi experiencia personal con todos estos pacientes. Los trastornos emocionales son el principal compañero de viaje de estos adolescentes cuando vienen a consulta, un malestar a veces inespecífico y del que tampoco encuentran una causa clara. Pero todos ellos plantean las mismas cuestiones: insatisfacción, malestar, bajo estado de ánimo, incertidumbre y la sensación de haber perdido una etapa de su vida que ya no volverá. Muchos de ellos se encuentran en Bachillerato, lo que provoca que todo esto se junte a los miedos habituales con respecto a qué será de mi vida después de la EVAU.

Esta generación de jóvenes ha nacido probablemente en la época histórica con mayor nivel de bienestar general de la historia. Sus necesidades básicas están cubiertas, disponen del acceso a multitud de recursos para socializar y entretenerse y no han tenido que enfrentarse de manera directa a ninguna situación altamente traumática como una guerra, una hambruna o un desastre natural o social. Pero de esta moneda aparentemente buena también hay una cruz: son a la vez la generación que menos recursos posee para hacer frente a esas situaciones negativas o desagradables. El bienestar en el que han crecido no les ha permitido desarrollar habilidades para saltar los obstáculos, por lo que son mucho más sensibles a la frustración, a los errores y a las situaciones no deseadas.

Llegan adolescentes a mi consulta que la única manera que tienen que calmar ese malestar es a través del consumo de tabaco o drogas. Otros, simplemente se sumergen en sus pantallas para evadirse durante un rato de sus problemas. Algunos viven en un estado de «parálisis» que no les permite ponerse manos a la obra y arreglar esas cuestiones que les están haciendo sentir mal. Pequeñas estrategias de alivio inmediato pero que les van haciendo hundirse más en esas arenas movedizas que son los trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión. En los casos más extremos, el alivio de las emociones negativas viene de la mano de las auto-lesiones, los atracones (y los posteriores episodios de vómitos o purga) o de otro tipo de conductas que no solo hacen sentir mejor al paciente, sino que ponen en serio riesgo incluso su vida.

Una vez que parece que con la vacunación y las medidas sanitarias ya no habrá más «olas» (eso deseamos y esperamos), ahora nos toca plantearnos cómo hacer frente a esta ola de insatisfacción y malestar, una ola que ya tenemos encima. El trabajo conjunto con los adolescentes y las familias es esencial, pero sobre todo el trabajo dirigido al interior y al exterior. Es decir, ayudar como psicólogo al adolescente a cambiar las cosas de su vida (lo exterior) que no le satisfacen y darle recursos para hacerlo. Pero también cambiar la vivencia (lo interior) que están teniendo sobre una situación que ha sido dolorosa y traumática pero que por supuesto no debe suponer más que un punto seguido en sus vidas.

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