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Carlos González

El Misteri, un gesto de resiliencia y esperanza

Un instante de la conclusión del Misteri d’Elx en la basílica de Santa María. | ANTONIO AMORÓS J.M.GRAU

Son muy relevantes los factores que han convertido la Festa o Misteri d’Elx en un acontecimiento extraordinario, en un caso excepcional entre las representaciones del teatro europeo asuncionista de origen medieval que han llegado hasta nuestros días.

Entre ellos se podrían destacar aspectos como el uso notable de la lengua vernácula; la calidad y riqueza de las composiciones musicales, con piezas que van desde la monodia medieval hasta la polifonía renacentista y barroca; la espectacularidad de la puesta en escena, donde sobresale el genial artificio de las tramoyas terrestre y aérea; el fenómeno de la transmisión patrimonial de unos valores espirituales y cívicos de padres a hijos durante generaciones.

Todas estas características bastarían para calificar la Festa como una joya cultural de valor universal, tal como así fue reconocido por la UNESCO hace ahora exactamente veinte años, el 18 de mayo de 2001, con la declaración de Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, una fecha que perdurará para siempre en la memoria de las ilicitanas e ilicitanos.

Este vigésimo aniversario llega a nuestras vidas en unas circunstancias extrañas y adversas, con las representaciones ordinarias y extraordinarias suspendidas a causa de la pandemia de la Covid-19, y una sensación de desolación colectiva que impregna los corazones de todos nosotros.

Hemos vivido tiempos de zozobra e incertidumbre, y la más elemental de las prudencias aconsejaba restringir la concentración de fieles en las calles y en la basílica de Santa María, así como evitar el contacto cercano de los miembros de la capella y la escolanía durante ensayos y representaciones, o el riesgo que supondría el trabajo de los tramoyistas en espacios tan reducidos.

Sin embargo, la Festa no se ha detenido ni está en peligro de desaparición, si algo nos ha enseñado la historia de nuestra ciudad ha sido la capacidad para vencer las adversidades, y el milagro de la supervivencia de un artefacto teatral tan frágil como el Misteri sigue constituyendo un extraordinario espejo del carácter apasionado y la personalidad luchadora de los ilicitanos.

La Festa ha sobrevivido a las prohibiciones primero del Concilio de Trento en 1563, y después del Provincial de Valencia en 1565 y los Sínodos de Valencia en 1590 y de Orihuela en 1600, que acababan taxativamente con las representaciones dramáticas en el interior de los templos, pero la tenacidad y pericia de los ilicitanos permitió conseguir en 1632 un rescripto o permiso del Papa Urbano VIII que certificaba su continuidad.

La Festa ha vencido guerras, epidemias y crisis económicas, algunas tan profundas como la que causó la desaparición de la Cofradía de la Virgen de la Asunción, la entidad que se ocupaba de organizar la representación gracias a las limosnas y la gestión de impuestos como la arrova de l’oli, un delicado trance que se solucionó en 1609 con la asunción de la responsabilidad de la organización por parte del Concejo de la Villa, es decir, del conjunto de la ciudadanía, todo un gesto de compromiso cívico.

Durante sus cinco siglos de historia, el Misteri solo ha interrumpido su actividad de forma muy puntual, por la muerte del Príncipe de Asturias o la del Señor de la Villa, o por las turbulencias históricas de una guerra civil, pero siempre ha vuelto a resurgir con la fuerza que dan la sólida fe en su amada Patrona y la férrea voluntad de defender su identidad de todo un pueblo.

Así sucederá muy pronto una vez más, los compases del pasodoble “El abanico” del maestro Javaloyes volverán a resonar entre las viejas piedras del Carrer Major de la Vila, anunciando que el cortejo de la Mare de Déu se dispone a iniciar su trayecto desde la ermita de San Sebastián hasta la basílica de Santa María, donde centenares de espectadores esperarán ansiosos el reencuentro con este extraordinario tesoro cultural, deseosos de experimentar emociones que embargan la vista y exaltan el corazón.

Las ilicitanas e ilicitanos tenemos la absoluta certeza de que la Festa volverá más fuerte que nunca, más emotiva que nunca, más bella que nunca, y estaremos allí para comprobarlo y para disfrutarlo, escuchando las voces de María, los apóstoles y los judíos, y alzando la mirada hacia el cielo con los ojos asombrados, porque en Elche tenemos la inmensa suerte de poder ver de cerca criaturas celestiales.

En el vigésimo aniversario de la declaración de la Festa o Misteri d’Elx como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, me gustaría compartir un sentimiento y una certeza, cuando volvamos a asistir a su representación, estará en nuestra memoria el recuerdo de aquellos que nos han dejado durante esta terrible pandemia, y el reencuentro con nuestra principal seña de identidad se convertirá en un gesto de resiliencia, un mensaje de esperanza en el futuro desde Elche para toda la Humanidad.

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