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Marc Llorente

Análisis de ayer, hoy vigente

Stéphan Hessel.

La crisis económica, política y social de 2008, derivada del neoliberalismo, despertó aquel posterior alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica en el pequeño libro del diplomático Stéphane Hessel, «¡Indignaos!», que contribuyó a desperezar conciencias y a proclamar la necesidad de comprometerse. Porque motivos para la indignación había y sigue habiendo.

Se habló de la dictadura de los mercados, del trato a los inmigrantes y a las minorías étnicas. De que la peor actitud es la indiferencia. Y se ensalzaron la facultad de indignación y el compromiso. Como dijo nuestro querido indignado José Luis Sampedro: «Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes». El fondo de los problemas continúa en pie, lo que demuestra el estancamiento de la sociedad, agravado por los efectos de la pandemia que han agrandado las desigualdades.

El llamamiento a indignarse de Hessel iba dirigido, sobre todo, a las jóvenes generaciones, y denunciaba la inercia cómplice de una Unión Europea pusilánime que va contra nuestros intereses. Algunas actitudes han cambiado ahora en este sentido, pero está vigente el mensaje que nos invita a favorecer un impulso hacia una Europa cultural, fraternal, no al servicio de la financiarización del mundo. Es decir, la hegemonía de grandes bancos y empresas, desproporción entre ganancias y salarios, especulación, inestabilidad económica e incertidumbre.

Posteriormente llegó «¡Comprometeos!» en forma de conversación entre Stéphane Hessel y el escritor y activista social Gilles Vanderpooten, un hombre que participa en redes y proyectos en torno a la ecología y el desarrollo sostenible. Prosiguieron la exigencia ética individual y el rechazo explícito a toda violencia, frente al atropello a los derechos humanos y a los abusos del poder del dinero. Sin caer en la tentación del derrotismo, la propuesta de lograr un mundo más viable no ha perdido ningún valor.

«Reacciona» fue otro libro en la misma onda con diferentes nombres como Sampedro, Baltasar Garzón, Rosa María Artal o Ignacio Escolar y el prólogo de Hessel. Diez razones quedaban expuestas para afrontar aquella crisis por parte de la comunidad intelectual, artística, científica y académica. Y de los ciudadanos a la hora de asumir este compromiso y actuar ante la crisis del sistema, en pos de una esperanza y de soluciones adecuadas que nunca llegan claramente. La base es la misma, y las preocupaciones sobre la estabilidad, el equilibrio global o los jóvenes sin futuro, estafados, están ahí. ¿Todos con el mismo rumbo y el claro objetivo en defensa de la dignidad, la democracia y el bien común? Ya ven que no.

«¿Se ha adueñado de España la impunidad?», se pregunta al lector en este último libro de 2011. «¿Una sociedad infantilizada?». Los cambios profundos brillan por su ausencia, y seguimos sin superar claramente el pasado, «los límites de lo posible», y sin construir una sociedad más libre e inclusiva. Quedan atrás las movilizaciones del 15M, cuyo décimo aniversario se recuerda, o las acampadas en la Puerta del Sol y en la plaza de Cataluña, que no trajeron grandes frutos transformadores, aunque sí un soplo de aire y un instinto de renovación institucional.

El PP, acorralado (sigue aún) por los casos de corrupción, y un PSOE con su relevo generacional. En este ámbito nació el «sí se puede» de Podemos, pero no se ha podido lograr la satisfacción plena. Ya se han venido encargando los más conservadores, con alevosía, de poner en la diana al partido morado. Eso enfangó el terreno en perjuicio de Pablo Iglesias, quien, como vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de coalición, pudo aportar sus criterios hasta que muy pronto se cansó de ser una figura subordinada. Dimitió para presentarse a las elecciones de la Comunidad de Madrid y después se ha cortado la coleta totalmente. Es lo que querían los sectores reaccionarios, y él les regala ese dulce.

Tras diez años, las cuestiones cruciales están pendientes. Díaz Ayuso ha paliado la falta de confianza en la clase política con infantilismos, bocatas de calamares y cañas en medio del virus. Y su penosa gestión ha logrado el mayoritario aplauso. ¿El movimiento 15M ha fenecido? Las razones que le hicieron nacer quedan intactas. Ahora bien, Pedro Sánchez continúa con su proyecto de renovación para modernizar España. A largo plazo. ¿Y el presente?              

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