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Francisco Esquivel

Corazones desbocados

El alcalde de Londres confía en Wembley como esperanza para el verano

Queda poco para que vuelva el gentío a los estadios. Aunque avanza con cuentagotas, el certificado lo ha puesto Wembley con la final de la FA Cup, el torneo más antiguo del mundo. Lo que el rictus de los seguidores desenfundaba era el ansia por salir de un mal sueño en el que los isleños están imponiéndose al bloque continental, ahora que se las hacen pasar canutas a residentes comunitarios por lo que es difícil vaticinar si, a la vuelta de la esquina, se limitarán a competir entre ellos. Liturgia, desde luego, les sobra.

Antes de que los corazones se desbocaran, el príncipe Guillermo bajó a saludar. No iba a ser el otro. Y nada más concluir, una chavala surgida de un salto a la fama entonó el «Dios salve a la reina» acompañada por más de veinte mil gargantas pertenecientes a un mismo coro. Igualito que nuestros prolegómenos en los que, en cada cita de las décadas recientes, los de las llamadas nacionalidades históricas montan el Celtiberia show, con el monarca sin saber bien dónde meterse a excepción de la última en la que, gracias a la pandemia, quedó a salvo.

Incluso los abucheos sonaban a música celestial, créanme. La tensión, esas caras descompuestas, qué disfrute frente al desconcierto ante la celebración de un gol en medio del vacío mórbido. Y el que lo hizo en la portería reservada a los suyos fue el que nunca la había ganado. El más humilde. Uno de tantos a los que querían cortarle las alas si no llega a ser porque hooligans de los accionistas del invento dijeron hasta aquí hemos llegado, al contrario de lo ocurrido con otras presencias. Una de ellas, la llamarada de «Al rojo vivo» en la que su predicador, partidario siempre de primar el voltaje asambleario, señaló con desdén la revuelta tildándola de ingenua puesto que para él, si hay un ser superior, es al que El Buitre elevó a los altares.

Me da que hasta los perdedores se marcharon a gusto. La coincidencia hizo que las gradas se tiñeran de un azul intenso y pensé que igual hacía su aparición Ayuso. La llamada de la pinta, que es muy fuerte.

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