El señor Chinarro, don Fernando Chinarro, muy conocido por actuar con Los payasos de la tele entre 1973 y 1983, tuvo una presencia destacada en mi vida. Por eso fue una gran alegría reencontrármelo en el contenedor Tesoros de la tele y volverle a ver en algunas de Las Aventuras donde pasaba a ser uno más de ellos.
La mujer de Fernando trabajaba en la Secretaría de la UIMP, sita en los bajos del Palacio de la Magdalena de Santander, y allá que se trasladaba él a vivir mientras duraban los Cursos de Verano. Desde 1999 comencé a acreditarme en ellos para cubrirlos en distintos medios.
Coincidir con Fernando Chinarro fue algo inmediato. Él, actor vocacional, no se perdía ni un taller de dramaturgia ni una de las funciones que se ofrecían en la programación nocturna tanto en el Paraninfo de Caballerizas como en el de Las Llamas.
Año tras año (yo permanecí doce en la península del conocimiento) fuimos trabando una amistad serena repleta de pequeños momentos, que son los mejores. Como siempre, recuerdo los más serenos, que son aquellos en los que paseábamos (Fernando siempre ataviado con su sombrero de paja) comentando la actividad cultural nacional, la cántabra, las sesiones de las que acabábamos de salir. Y en sobremesas de las comidas.
Solamente digo que el señor Chinarro disfrutó del Palacio de la Magdalena más veranos que los propios reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, para quienes se construyó, que los disfrutaron «solamente» 17 veranos, entre 1913 y 1930.
A partir de ahí, lo que es la vida, comenzamos a coincidir en la temporada de invierno en numerosos Festivales de Cine, de largos y de cortos. En ocasiones compartiendo jurado. Eso sucedía cuando la vida tomaba con nosotros café.
