Hace unos días dije que la vicepresidenta se había convertido en la mala del cuento. Su comentario sobre el cambio de hora en el toque de queda no fue afortunado, por gratuito. Era el último episodio de un periodo aciago, de muchos meses, en los que Mónica no ha sido la de siempre, sino una política desdibujada que no acababa de encontrarse a sí misma. Pero igual que el otro día dije una cosa, hoy digo otra: el jueves, en las Cortes, defendiendo con pasión el trasvase y a los agricultores de Alicante, fue la Mónica Oltra de otro tiempo, la que labró una leyenda.
No fue una intervención larga pero sí contundente en la que fue de menos a más. Primero confrontó el oportunismo de Eva Ortiz y Barrachina, representantes de un PP a la espera de líder, que quisieron recoger los réditos de la tibieza de Ximo Puig ante Teresa Ribera. Segundo, puso al PP ante el espejo al recordarle su seguidismo en la Comunidad ante el tasazo de Rajoy, una losa que aún pesa sobre los agricultores que reciben agua del trasvase (aunque también sea verdad que Ribera no solo lo ha mantenido, sino que ha pretendido cobrarlo incluso con el trasvase suspendido). Tercero, recordó que el PP también ha jugado a primar intereses de fuera de la Comunidad Valenciana sobre los nuestros en el tema del agua. Cuarto, mostró un Botànic unido frente al Gobierno central, dispuesto a llegar hasta el final para defender el trasvase («¿Está claro? ¿Les ha quedado claro?», espetó con contundencia a la bancada del PP).
Al margen de cálculos electorales, es imprescindible que no haya margen de duda en esa unidad, que rubricaron los aplausos que la vicepresidenta recibió de sus socios de Gobierno. Hasta Puig, en un momento de su intervención (pueden ver el vídeo en nuestra web), parece mirarla sorprendido. Era otra y era Oltra. Que no decaiga.
