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Esperando a Godot

Daniel McEvoy

El Palmeral de Elche

Vista del palmeral de Elche.

Esta semana, rompiendo con una larga tradición que comenzó en marzo de 2017, no les voy a comentar una obra literaria, sino un cuadro. Aunque no es la primera vez que abandonamos la literatura para entrar de lleno en el mundo de las artes plásticas. En el artículo publicado en esta misma sección el 29 de mayo de 2018, ya tuvimos ocasión de abordar dos obras maestras de la pintura universal, de épocas y estilos muy dispares: El Matrimonio Arnolfini y American Gothic.

En esta ocasión me gustaría que rememoraran, pues estoy convencido de que todos lo conocen, o al menos les sonará, un magnífico cuadro muy cercano a nosotros por su autor, un valenciano, y sobre todo por su tema. Les hablo de la obra de Joaquín Sorolla que lleva por título El Palmeral de Elche.

Si buscan la reseña sobre esta magnífica pintura en la página de la Cátedra Pedro Ibarra, de la UMH de Elche, reseña que me permito reproducir textualmente por ser mi hermano Rafael su autor, podrán leer que (sic) «El Palmeral de Elche (1918. Óleo sobre lienzo, 350 x 231 cm. The Hispanic Society of America, New York), es uno de los catorce paneles que Joaquín Sorolla (Valencia, 27-II-1863–Cercedilla, 10-VIII-1923) pintó para la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America cuya sede se encuentra en Nueva York. El encargo le vino tras su reconocimiento como pintor a nivel internacional».

«En El palmeral de Elche, Sorolla ha representado un típico huerto de palmeras en la época de recolección de los dátiles. La palmera en sí ejerce un gran protagonismo ya que es el elemento dominante en la composición y lo que sitúa en primer plano, mostrando un tronco que se arquea ligeramente hacia la zona superior como si se tratase del fragmento de un arco que sirve de puerta de acceso al mundo que Sorolla nos quiere mostrar. Tras esta palmera, se sitúa un grupo de mujeres que seleccionan cuidadosamente los dátiles que un palmerero les va acercando. Aparece otro elemento tradicional del paisaje ilicitano, el horno de bóveda tan característico y que aún se conserva en muchas casas del Camp d’Elx».

Un cuadro de una factura deliciosa que además representa un paisaje que nos es tan próximo a los ilicitanos, no sólo por la presencia diaria de las palmeras en nuestras retinas, sino también por la indeleble huella que esa abrumadora mancha verde, ese inmenso oasis, deja en el ánimo de los habitantes de nuestra ciudad y de muchos de los que la visitan, muchos menos de los que nos gustaría, incluso cuando las circunstancias eran más propicias para los viajes. Paisaje que ha llegado hasta nuestros días gracias a personas como Pedro Ibarra, precisamente, quien fue uno de los grandes defensores del palmeral en las primeras décadas del siglo XX, época en la que la tala de palmeras suponía un reproche moral, pero no legal.

De no haber sido por figuras como la de Pedro Ibarra, que impulsó el movimiento que devendría en la creación de los primeros corpus legislativos en defensa del palmeral, y de otros que continuaron en su línea, probablemente ese rico legado de nuestra ciudad se habría perdido de forma indefectible. La primera normativa que supuso una defensa efectiva del palmeral data, de hecho, de 1933 y desde entonces se ha visto ampliada y mejorada por sucesivas normas legales, específicas o de otro ámbito, como los PGOU, hasta llegar a la Ley de Tutela del Palmeral de 1986, y a la declaración de éste como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.

En la actualidad se está tramitando en Les Corts el proyecto de la futura Ley de protección y promoción del Palmeral de Elche. Es cierto que, por fortuna, las amenazas que pesan sobre este patrimonio nuestro ya no son como las que tuvo que combatir Pedro Ibarra a principios del siglo pasado. Pero no es menos cierto que un bien de esta envergadura debe gozar de las más altas cotas de protección. Creo que todos estamos de acuerdo con esa máxima.

La Ley que se está tramitando va sin duda en esa dirección. Pero como uno ya no se fía de los políticos (haber sido uno de ellos-todos tenemos un pasado oscuro-no ayuda a tal fin) decidí tomarme unas cervezas con un amigo que realmente entiende del tema. Tras la segunda ronda la conversación se tornó más fluida y salieron a colación ciertos aspectos de los que me gustaría dejarles unas pinceladas, sin duda de una calidad ínfima, en comparación con las de Sorolla.

La primera es la necesaria disolución de la dicotomía entre un ecosistema y un agro sistema. Las palmeras llevan con nosotros más de mil años, por lo que tendemos a considerarlas parte de nuestra flora autóctona. Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que los huertos que existen en el palmeral histórico y en el campo son obra del hombre, y el hombre no las plantó por conciencia ambiental, ni por divertimento, sino porque esas palmeras tenían una utilidad, un uso concreto, en definitiva.

Por lo tanto, y sin que ello suponga un menoscabo de la necesaria protección que todos propugnamos, esta ley y, sobre todo, el futuro plan director que la desarrolle debería contemplar que se permitieran en los huertos una serie de usos, compatibles con su explotación por empresas privadas, que no fueran lesivos para el palmeral. Esos usos podrían abarcar desde algunos que ya se realizan, como parcelas explotadas por los vecinos, hasta otros más ambiciosos, como la recreación de viviendas tradicionales para su uso turístico y lúdico, o construcciones de bajo impacto y no permanentes, elaboradas con materiales ecológicos, provenientes en gran medida de las propias palmeras.

Pero lo más importante es que debemos ser conscientes de que el palmeral es un patrimonio poliédrico con, al menos, cuatro vertientes: la medioambiental, la agrícola, la cultural y la educativa y que además es Patrimonio de la Humanidad, por lo que todas las administraciones (local, autonómica, nacional y europea), con competencias en alguno de esos ámbitos, deberían volcarse en su ayuda. Léase en la financiación necesaria para su conservación y mejora.

Claro que, para recibir una ayuda de cualquier instancia, es necesario que quien la solicita tenga un plan. Toda subvención exige un proyecto previo que la justifique. ¿Tiene nuestro ayuntamiento ese plan, ese proyecto, esa visión global de lo que pretende que sea el futuro del palmeral? Lo dudo sinceramente y la composición del patronato y de la junta gestora conforme a la futura ley tampoco me hace albergar demasiadas esperanzas: demasiada presencia de cargos públicos y funcionarios.

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