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Luis M. Alonso

El país imaginado

El problema es que, por una serie de razones que no hace falta explicar, no todos tengan la posibilidad de verlo así

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

En cualquier país del mundo maduro políticamente, la España de 2050 que nos quieren vender a treinta años vista sonaría a tomadura de pelo. En este, también. El problema es que, por una serie de razones que no hace falta explicar, no todos tengan la posibilidad de verlo así. Se huyó del presente para refugiarse en el pasado más turbulento y cuando queda por despejar el panorama de los próximos meses se vislumbra en la lejanía una quimérica transformación. No parece haber un sentido de la realidad que inquieta a los españoles pero sí la imaginación verniana al servicio de los intereses partidistas de un Gobierno que no sabe cómo llegar a fin de mes. Sánchez ha invocado los consensos de otro tiempo cuando hasta ahora no ha hecho apenas nada por fortalecer el espíritu de diálogo y conciliación que distinguió excepcionalmente al país en el último lustro de la década de los 70 del pasado siglo. Tampoco se trata de vender una Arcadia feliz; no hay nada de ella en trabajar más años y en compartir piso. Es simplemente eso que se llama vender humo, al mismo tiempo que una parte del edificio institucional se quema por falta de bomberos y abundancia de pirómanos.

El Gobierno alentó la posibilidad de entendimiento con los republicanos catalanes supuestamente arrepentidos del unilateralismo del procés cuando no habían dado ninguna señal evidente de ello. Pere Aragonés, consciente de sus necesidades perentorias, ha prometido que culminará la independencia de Cataluña. Para lograrlo se exhiben dos fórmulas: el “diálogo” inspirado en la ley del embudo y la estrategia de la confrontación secesionista más radical. Lo uno desemboca en lo otro. No sabemos qué encaje puede tener Cataluña en la España de 2050 porque nadie se ha ocupado de explicarlo junto con el coche eléctrico y las subidas de impuestos. Por resumirlo, porque a nadie le ha importado conjugar una visión de la realidad a corto y medio plazo con la pamema imaginada a años luz.

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