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Isabel Vicente

Portazo del Gobierno

No seré yo quien dude de la importancia del compromiso que la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, tenía ayer en Toledo junto al presidente Sánchez y la ministra Reyes Maroto. Pero el desembarco de cargos del Gobierno para la presentación de una fábrica de generación de hidrógeno en el feudo de Emiliano García-Page, contrasta con el ninguneo al que han sido sometidos los 4.500 regantes de la Comunidad Valenciana, Murcia y Almería que han llevado a la capital su reivindicación del mantenimiento del trasvase del Tajo. Es obvio que da más gusto anunciar inversiones millonarias que comerte el marrón de atender a unos manifestantes a los que no vas a dar más solución que la que lleva dando Teresa Ribera cada vez que se le pregunta: ¿Queréis más agua? Pues a regar con agua desalada, aunque sea más cara. Nadie esperaba que los agricultores que se han levantado a las tres de la madrugada para hacer algo de ruido en Madrid (poco, porque les habían limitado la protesta a 10 camiones y 15 tractores), recibieran garantías de agua infinita, pero, hombre, de ahí a pasar de ellos tan olímpicamente, va un trecho. Nadie del ministerio, nadie, estaba allí para escuchar a los regantes, ni ella ni su segundo Hugo Morán, ni el tercero... La verdad es que no los han recibido nunca, pero, después de que a la ministra se le haya llenado la boca hablando de las fluidas relaciones que mantiene con ellos, una esperaba, bendita ingenuidad, que al menos diera la cara. Ella, o alguien del ministerio por encima del conserje. ¿Saben quien sí apareció por allí?: el secretario general de Vox, Ortega Smith, azuzando a los manifestantes con que mientras a ellos les quitan el agua, en Marruecos cada vez plantan más lechugas. Y luego nos extrañamos de lo que pasa en las elecciones.

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