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José Juan Fuster Calvo

La ausencia de los mejores

Ángel Gabilondo

En las últimas elecciones de Madrid pudimos comprobar que el electorado madrileño había rechazado al candidato Ángel Gabilondo. Persona muy conocida en el mundo universitario –profesor de filosofía, fue Rector de la UAM y presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE)- y muy respetado por ser trabajador, dialogante, de hablar firme y convincente, sosegado y de gestos amables. No es hombre que en el debate político se dedique al insulto, a la bronca o se base en la injuria, y en la descalificación. Es la persona perfecta para el acuerdo y el consenso. En el último barómetro del CIS obtuvo la máxima puntuación de entre todos los evaluados. El único candidato que fue aprobado y, sin embargo, fue descartado.

Para la dedicación a la política convendremos que posee unas cualidades excelentes y es uno de los mejores posibles. Desde la transición hasta ahora venimos observando que se ha producido un elevado tránsito de personas que intentan dedicarse a ella. Entran y salen, continuamente. Lo deseable sería que al noble arte de la política llegaran y permanecieran los mejores.

Uno de los mayores problemas de nuestra democracia es el progresivo deterioro del nivel -altura- de nuestros políticos. Mediocridad como políticos y, lo que es peor, como personas. Según las conclusiones del último Eurobarómetro, realizado entre el 12 de febrero y el 18 de marzo en los 27 países, el 90% de españoles desconfía de las formaciones políticas. Se está produciendo un fenómeno nefasto. La progresiva baja calidad de los políticos y la consiguiente ineficacia del Estado.

Hubo tiempos en que cabían los mejores: Miguel Unamuno, Marañón, Ortega y Gasset, Azorín, Blasco Ibañez, Alberti, Doctor Peset, Doctor Negrin, Joaquín Costa, Galdós, Rafael Altamira y muchos otros fueron candidatos y elegidos diputados o senadores.

Nos quejamos de los sueldos que cobran. Lo verdaderamente importante no es lo que cobran los políticos –por cierto considero que cobran poco- sino el daño y perjuicio que nos ocasiona su incompetencia. La ineptitud histórica de nuestros gobernantes –reparemos en el mastuerzo de Fernando VII, llamado “el Deseado”- está en el origen de la decadencia de España en los últimos siglos. La segunda causa sería la corrupción. La selección de los peores –no lo son todos –provocará nuestro próximo fracaso colectivo.

¿Estamos facilitando, en cada elección, que en el futuro se dediquen a la política los mejores?, o ¿Estaremos ante un caso de selección natural negativa? Me temo lo peor. Estamos creando un sistema de atracción y permanencia de políticos donde solo aguantan los que aprenden a resistir en un estado de hostilidad permanente o los que no tienen mejor medio de vida. Han convertido los parlamentos en territorio comanche, lleno de peligros y de donde hay que huir porque allí no hay quien viva.

Para estas líneas el Titular utilizado ha sido: “La ausencia de los mejores”, y no es mío, lo he tomado prestado de  José Ortega y Gasset y de su libro “España invertebrada”. En realidad es el título de un Capítulo del libro, o mejor aún, hace referencia a la Segunda Parte del libro.

Sostiene Ortega que el problema de España está unido a la ausencia de los mejores y a la escasez de talento político.

Ortega, en su libro la “España invertebrada”, sustenta las siguientes tesis:

1.     “Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios.”

2.     “La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de éstos —he ahí la razón verdadera del gran fracaso hispánico.”

3.      “La ausencia de los mejores ha creado en la masa, en el pueblo, una secular ceguera para distinguir el hombre mejor del hombre peor, de suerte que cuando en nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la masa no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila.”

4.     “Después de haber mirado y remirado largamente los diagnósticos que suelen hacerse de la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo, me parece hallar el más cercano a la verdad en la aristofobia u odio a los mejores.”

5.      “La ausencia de los mejores, o, cuando menos, su escasez, actúa sobre toda nuestra historia y ha impedido que seamos nunca una nación suficientemente normal, como lo han sido las demás nacidas de parejas condiciones.”

De todos son conocidos determinadas personas de prestigio que serían magníficos candidatos. Personas de la Universidad, intelectuales del mundo de la cultura y de la educación, profesionales reconocidos que serían inestimables para unas elecciones si estuvieran dispuestos. Personas de “trellat” y de talento para promover la convivencia. Capaces de trazar un proyecto sugestivo de vida en común y evitar la desvertebración de este país.

Todo anuncia que estos candidatos excelentes nunca se presentarán; ahora, ya saben que si se ofrecen serán rechazados.

[Donde (en 1921) pone hombre, léase (en 2021) hombre/mujer]

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