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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Alicante no es Ceuta

Se entenderá, bien a las claras, que cualquier comparación de esta barbaridad con las pateras que a cuentagotas llegan hasta las costas alicantinas es tan inadecuada como fuera de lugar

La costa de Alicante

En coincidencia con los acontecimientos que se han vivido estos días en Ceuta y la llegada de unas diez mil personas procedentes de Marruecos en condiciones lamentables, he escuchado comentarios que trataban de comparar la crisis vivida en la frontera con este país con la llegada de pateras hasta las costas alicantinas. A todas luces, es una analogía muy desafortunada.

Ni por la intensidad, ni por el número, ni por las características, ni por las motivaciones, ni por su naturaleza se pueden comparar, ni de lejos, las dinámicas migratorias que se viven desde Marruecos hacia España a través de Ceuta, con la llegada de pateras hasta las costas alicantinas. Por si fuera poco, los acontecimientos vividos estos días en la frontera con Ceuta han dejado bien a las claras la falta de miramientos de la teocracia autoritaria de Sidi Mohammed ben Hassan ben Mohammed ben Youssef Alaoui, más conocido como Mohamed VI, jefe espiritual y líder religioso de los marroquíes, para lanzar a su pueblo, pobre y desesperado, contra la frontera de otro país para presionarlo, amedrentarlo y chantajearlo. En un episodio insólito en las relaciones internacionales, Marruecos no ha dudado en poner en riesgo la vida de sus ciudadanos, incluyendo la de miles de niños, a los que se ha llegado a sacar de sus colegios para meterlos en autobuses e introducirlos de manera irregular en otro país con mentiras, sin siquiera el conocimiento de sus padres. Se entenderá, bien a las claras, que cualquier comparación de esta barbaridad con las pateras que a cuentagotas llegan hasta las costas alicantinas es tan inadecuada como fuera de lugar.

Sin embargo, quienes nos dedicamos a estudiar los procesos migratorios debemos profundizar en todos los factores que alimentan los desplazamientos humanos entre países vecinos para tratar de extraer aprendizajes sobre fenómenos tan extraordinariamente complejos. Es buen momento para insistir, una vez más, en la necesidad de tomar conciencia de las migraciones que llegan hasta las costas de Alicante y la franja mediterránea, pudiendo así gestionarlas de la manera más adecuada y anticipar decisiones futuras.

Las migraciones son siempre una estrategia de supervivencia que pone de manifiesto un deterioro económico, social o político del país de procedencia de los migrantes, así como una falta de expectativas ante el futuro. Actúan como válvula de escape ante fracturas de distinta naturaleza que empujan a las personas a buscar en otros lugares lo que el propio país y su propia comunidad no ofrece. De esta forma, la llegada de pateras desde las costas argelinas hasta las alicantinas, que comenzaron en el año 2007 y su progresivo aumento se corresponde también con el aumento del malestar entre la población de este país norteafricano. Es otra forma de vida lo que buscan muchos de estos inmigrantes ante un deterioro político imparable, por lo que impulsar la estabilidad y el desarrollo de ese país supone, también, apostar por mejorar la vida de sus habitantes.

El aumento de la inestabilidad social y política, el deterioro económico y la pérdida de libertades que vive Argelia han llevado a una falta de confianza en el país y en sus gobernantes, poniendo en el horizonte de muchos jóvenes la salida del país como una aspiración de mejora. Y por cercanía geográfica, vinculación histórica, redes migratorias, comunidades establecidas y, no nos engañemos, atractivo, Alicante se ha convertido en uno de los destinos preferidos de los argelinos existiendo, además, una buena comunicación marítima entre ambas orillas.

De manera que Alicante va a seguir siendo un lugar atractivo para las comunidades de argelinos que quieran venir hasta España, ya sea con mucho dinero para comprar propiedades o hacer inversiones, con permisos de residencia, trabajo o de estudios, o mediante esa forma desesperada que es a bordo de pateras con frecuencia impulsadas por barcos nodriza, poniéndose en manos de redes criminales especializadas en el tráfico de personas. Y son estas migraciones desesperadas, realizadas por traficantes humanos que ponen en riesgo la vida de las personas, cobrando elevadas cantidades mediante engaños y falsas promesas, las que deben centrar la atención de instituciones de diferentes niveles y competencias, en la medida en que la ruta hacia Alicante se ha convertido ya en un itinerario más en las rutas migratorias clandestinas entre África y Europa. La ruta de Alicante ha pasado de la estacionalidad a la permanencia.

Hace pocos días este diario informaba de que el puerto se dotaba de una instalación fija para atender a los inmigrantes que llegan en patera, explicando la naturaleza de los 28 módulos prefabricados de hierro a instalar, en los que se ofrecería una “atención sanitaria y humanitaria digna”. Deducimos, por tanto, que la que se ha venido prestando hasta ahora ha sido indigna. Buena noticia para mejorar la intervención con estas personas y también para los profesionales que trabajan con ellas. Ojalá la medida se acompañara de un nuevo enfoque hacia las migraciones entre Alicante y Argelia, desde la responsabilidad compartida entre países e instituciones.

Si no somos capaces de entender la posición privilegiada de Alicante ante las migraciones argelinas, su capacidad para intervenir desde planos múltiples, junto a los numerosos instrumentos de los que disponemos, estaremos desaprovechando oportunidades y dejando que la realidad nos arrolle, como nos sucede habitualmente.

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