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Antonio Sempere

Una feria sin lectores

¿Cómo es posible que se convoque a una serie de autores y solamente conciten la curiosidad de una docena de personas?

Inauguración de la Feria del Libro de Alicante

Qué pena dio ver tanta energía malgastada en la 51 Feria del Libro. Polémica previa no faltó. De hecho, para quien siguiese el debate desde fuera, la de Alicante parecía la madre de todas las Ferias del Libro, un asunto de Estado, el lugar donde un escritor se jugaba el ser o no ser.

Por el contrario, pasearse cualquier jornada de día laborable por las inmediaciones de la plaza Séneca supuso ver las casetas vacías. Comprobé cómo algunas institucionales como las del Ayuntamiento, el Gil-Albert o la Universidad de Alicante pasaron casi jornadas completas como convidadas de piedra.

En el interior de la Antigua Estación, el espacio habilitado para las presentaciones de los autores y los encuentros con los lectores, la situación no fue mucho mejor. De las cincuenta sillas instaladas con la distancia de seguridad pertinente, en según qué actos apenas se ocuparon una docena. De familiares y los propios organizadores en su mayor parte. La acústica era pésima.

Conste que no culpo del desaguisado en absoluto ni a la empresa organizadora malagueña ni al concejal de Cultura. Señalo directamente a la apatía del público alicantino.

¿Cómo es posible que se convoque a una serie de autores y solamente conciten la curiosidad de una docena de personas? ¿Es normal que autores citados a firmar se fueran a casa sin estrenar el bolígrafo?

Viendo el mural de Gastón Castellón de 1948 que presidía el vestíbulo de la estación, donde se representa con detalle la provincia de Alicante, uno pensaba que en cualquiera de sus ciudades la afluencia de público habría sido mucho mayor.

Polémica. Ruido. Humo. Después, la nada. Eso fue la Feria del Libro de Alicante 2021. Un retrato alicantino 100%.

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