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Gerardo Muñoz

La hermana menor de la muerte: la madre de la Tierra y los aborígenes

Deméter, la Madre de la Tierra. información

Durante la conversación que el policía retirado Enrique Baños y Laura Rodríguez, más conocida como Lauri, mantuvieron en la mañana del martes 15 de junio de 1971 en un bar de Tibi, ella hizo un resumen de los días en que estuvo conviviendo con Trinidad Blasco, de 83 años, en una comuna de jipis a orillas de un pantano próximo. Comuna a la que Lauri seguía perteneciendo.

–Fue el sábado 25 de abril cuando Trini y yo contactamos por fin con ellos, en el campamento cercano a la Ancornia, junto a una casa en ruinas. Pero solo estaban Agnes, Demódoco y Hans, además de los dos hijos de este y Casandra. Los demás llegaron al día siguiente por la tarde a bordo de una furgoneta Volkswagen, un viejo Dodge Coronet y dos motos Harley-Davidson, la «Chopper» de Dio y la «Sportster» de Silvano.

–¿Neusica Bosch estaba con ellos?

–Sí, ella y Rosita se habían integrado en la tribu de los Aborígenes, como nos gusta llamarnos.

–¿Aborígenes? Pero tengo entendido que hay varios extranjeros en vuestra comuna.

–Es cierto. Pero el nombre se lo dio uno de los fundadores, Dio, en el sentido de pueblo originario de la humanidad, sin leyes, nómada, vinculado solo con la naturaleza.

–¿Ese Dio es el jefe?

–No tenemos jefes. Dio es… Podría decirse que Dio es nuestro guía, nuestro conductor… Pero adónde y cuándo nos conduce lo decidimos entre todos.

–¿Es español?

–No. Es de Estados Unidos. Vino a España hace un par de años junto con Silvano, que es también norteamericano, pero de Canadá, aunque negro como un congoleño. Tengo entendido que sus padres eran inmigrantes brasileños. Dio sin embargo es blanco y rubio como Jesucristo. Me da la impresión de que se fue de su país para evitar que le mandaran a Vietnam. Es pacifista.

–¿Dio es su nombre real?

Lauri arrugó la boca y la nariz antes de responder.

–No creo. La mayoría no se hace llamar por su verdadero nombre.

–¿Cómo se llama, entonces?

–No lo sé. Para mí, como para los demás aborígenes, es Dio, simplemente.

–Ya. ¿Y sois muchos aborígenes?

–No hay un número fijo. Ahora mismo somos doce. Pero creo que nos estamos alejando del asunto que le interesa…

–Es verdad. Lo siento. Me he dejado llevar por la curiosidad. Cuénteme por favor cuánto tiempo se quedó Trinidad en la comuna… Pero espere. He de darle la vuelta al casete.

Enrique maniobró en el magnetófono portátil que había dejado encima de la mesa, junto a la libreta y el bolígrafo con los que tomaba apuntes, y le pidió que continuara hablando.

Crates e Hiparquía, pintura romana siglo I. Museo delle Terme

Habla Lauri

Trini y Gori se fueron el 25 de mayo, así que el viejo estuvo con la tribu un mes.

No me fui con ellos porque Trini me convenció de que ya le había ayudado en todo lo que podía y que sería más feliz si me quedaba. Me dolió verlos partir, pero el viejo tenía razón: por primera vez en mi vida empezaba a conocer la felicidad.

El comienzo no fue fácil porque Neusica no supo darle a Trini ninguna pista sobre su nieta perdida. No entendía por qué pensaba él que podría saber algo al respecto, ya que no conocía a su nieta, ni tenía conocimiento de que hubiera sido raptada por las erinias y por orden de la hermana menor de la Muerte. Se sorprendió lógicamente de lo que Trini le contaba, pero por suerte reaccionó bien, gracias sobre todo a una conversación que mantuvimos aparte las dos, en la que le expliqué el estado de ofuscación que padecía el viejo. Hasta que usted me ha contado que realmente está muerta, creía que la nieta de Trini estaba viva y en paradero desconocido.

Al ver que ni Neusica ni Rosita, la niña que acompañaba a esta, podían ofrecerle ninguna pista para encontrar a su nieta, el estado de ánimo de Trini decayó hasta quedar completamente abatido. Recuerdo que aquella segunda noche que pasamos en la comuna estuvimos los dos solos en un bosquecillo que hay a unos cuatrocientos o quinientos metros al norte del campamento, casi hasta el amanecer. Nos habían cedido un rincón de la casa, donde había dos camastros, pero el pobre Trini estaba tan deprimido que lo único que quería era estar solo. Me dijo que no le gustaba ir en bandada como los cuervos, sino en solitario como un águila, y me instó a que me volviese a la casa. Así lo hice, pero solo para coger unas mantas y una botella de vino. Regresé junto a él y me senté a su lado, en el suelo y con la espalda apoyada en el tronco de un pino. Las ramas de los árboles hacían ruidos como lamentos y las luciérnagas se cortejaban emitiendo luces fosforescentes. Hacía un frío soportable, gracias sobre todo a las mantas y al vino. En un intento por consolarle, le dije que no le abandonaría, que seguiría ayudándole en la búsqueda de su nieta. Suspiró y meneó la cabeza. Luego me habló de Hiparquía…

Me río porque el final me pareció gracioso… Resulta que Hiparquía era una joven que se enamoró de un viejo filósofo en la antigua Grecia. Uno de esos filósofos que vivían vagabundeando… No recuerdo cómo se llamaban… Eso es, cínicos. Bien, la cuestión es que el filósofo, para desengañarla, le mostró lo poco que podía ofrecerle desnudándose ante ella para que viera su cuerpo envejecido. Aun así, Hiparquía le siguió en su vida errabunda y vestida solo con un manto raído. Después de contarme esta historia, me miró por primera vez con ojos pícaros y sonrientes, mientras me decía: «Espero que no estés enamorada y desees convertirte en mi Hiparquía. Sería patético».

Al día siguiente ocurrió algo que impidió que nos fuéramos, tal como quería Trini. Conseguí convencerle para que comiéramos con los demás en el campamento. Hacía un día soleado, maravilloso. Aunque el agua estaba bastante fría, Dio, Neusica y las Cárites se bañaron aquella mañana en el embalse, asustando a los azulones, que se apresuraron a emprender el vuelo, graznando. Un martín pescador sobrevolaba el pantano… Lo recuerdo porque Trini y yo nos quedamos embelesados observándolo durante mucho rato. Es un animal precioso, de color naranja y azul turquesa. Mientras busca peces que pescar, canta con un tiit-tiit agudo, rápido, penetrante…

¿Cómo?... Ah, sí, sí, lo de Cárites fue ocurrencia de Trini, naturalmente. Son tres chicas de mi edad que forman parte de los aborígenes desde el principio: Agnes, que es holandesa; Tayla, inglesa; y Frasia, diminutivo de Eufrasia, que es de un pueblo de Jaén. Son muy alegres y se divierten mucho cuando están juntas. Mientras las vimos bañarse desnudas, riendo y chapoteando, Trini dijo que parecían náyades, ninfas del agua, pero después, cuando las conoció mejor y vio sus cualidades artísticas (Agnes canta como los ángeles, Tayla pinta maravillosamente y Frasia es una magnífica artesana que hace preciosos collares, pulseras, diademas…), las comparó con las Cárites, divinidades de la Grecia antigua que los romanos conocieron como Gracias.

Lo que ocurrió de especial aquel día fue que Trini y yo comimos demasiado del hongo que Casandra había puesto en la ensalada. Los demás no nos advirtieron de que era alucinógeno porque querían divertirse a nuestra costa, sin preocuparse porque sabían que nuestro viaje no sería peligroso… ¿Qué? No, no conozco su nombre científico. Casandra lo llama cucumelo. Aproximadamente una hora después de la comida Trini y yo empezamos a sentir los efectos, que no fueron iguales, según descubrimos cuando luego nos contamos nuestras respectivas experiencias. Al principio sentí una euforia tal que no podía parar de reír; luego pasé a un estado de placidez. Trini y yo nos habíamos ido al bosquecillo de pinos y allí me tumbé boca arriba, viendo colores desconocidos y brillantes que me hablaban de paz y amor. Los árboles se transformaban a mi alrededor en músicos gigantes que tocaban violines cuya melodía olía a hierbabuena. No me asusté porque no era la primera vez que sentía algo así. Aunque llevaba varios meses sin probarlo, durante los dos últimos años había consumido LSD cada vez que lo encontraba y podía pagarlo.

Trini por el contrario era la primera vez que se drogaba, aunque sospecho que los efectos no debían diferir mucho de las alucinaciones que sentía de manera natural. Me contó que había entrado directamente en un estado de profunda serenidad, en el que desapareció el tiempo y dejó de percibir lo que nos rodeaba, para adentrarse en otro mundo en el que también había un bosque, pero muy distinto y extraordinario, con helechos gigantes de frondas sonrientes y cantoras, riachuelos de colores y sabores diversos, sonidos armónicos que olían a belleza, a placer, a sosiego… Cruzó este bosque guiado por el alma de su esposa, la cual tenía forma de mariposa, conduciéndole hasta el lugar donde se hallaba la Madre de la Tierra, sentada en un trono de narcisos y adormideras, flanqueada por una grulla y una serpiente, rodeada de antorchas que cantaban dulcemente y desprendían perfumes amarillos, rosados, anaranjados… Aquella diosa le animó a proseguir la búsqueda de su nieta, pero advirtiéndole que debía tener paciencia, pues llegaría el momento en que recibiría una señal inequívoca que le indicaría el camino a seguir. Aquello tranquilizó a Trini y determinó que nos quedásemos indefinidamente en la comuna, con el consentimiento de los aborígenes.

Cárites o Las tres Gracias Antonio Cánova, Museo Hermitage

…Como está grabando no sé qué decirle… Sí, claro, hachís, ácido… Lo normal en una comuna como la nuestra… Junto con la música, esas substancias ayudan a colocar nuestro ser en contacto con aquello que trasciende lo expresable, tal como dice Dio… ¿Trini? Desde luego que no volvió a tomar nada de eso. Lo del cucumelo fue involuntario, como le he dicho. Muchas noches, estando alrededor del fuego que encendíamos en el centro del campamento, cuando Demódoco empezaba a tocar la guitarra y Agnes a cantar, coreada por los demás, los porros y el vino circulaban entre los adultos, excepto Trini, que se limitaba a quedarse sentado y observar callado. Y cuando aparecía el apetito amoroso (Poto lo llamaba Trini), a ojos de este las chicas nos convertíamos en ménades y los chicos en sátiros, pero para entonces Rosita y los niños ya estaban acostados en la caravana… ¿Las ménades? Trini dice que eran mujeres poseídas por espíritus orgiásticos que les provocaban una locura mística. También nos llamaba bacantes, ja, ja, ja. Pero no piense que hacíamos bacanales. El sexo casi nunca lo practicamos en grupo. Tenemos parejas más o menos coyunturales, con las que procuramos reunirnos a solas… Hans y Casandra, por ejemplo, llevan juntos muchos años y tienen dos hijos. Otros, como Dio, cambian de pareja con bastante frecuencia. Aunque, pocos días después de que llegásemos, Dio y Neusica se casaron. Quiero decir que celebraron una especie de ceremonia en la que se emparejaron temporalmente. Fue gracioso porque le pidieron a Trini que oficiase el acto y, aunque al principio se negó diciendo que él no podía ejercer de Himeneo, al final aceptó ante los ruegos de Neusica. Delante de toda la tribu los unió pronunciando una especie de plegaria tan extravagante como difícil de comprender para la mayoría de nosotros. Una oración que inició exclamando algo así como «Oh, Pan querido, y demás dioses de este lugar, concededme el don de ayuntar a estas dos mitades de un mismo ser que fue condenado a la separación al comienzo de los tiempos, pues no es su intención atacar los cielos puesto que su paraíso está aquí, en la tierra de los aborígenes». Ya digo que casi nadie le entendió, pero todos le aplaudimos emocionados…

Sí, también yo terminé emparejándome con Demódoco. Es ciego, pero ve mejor que muchos a través de sus manos cariñosas y de su tierno corazón. Gracias a él he empezado a sentir por primera vez una felicidad presente y futura. Trini lo percibió enseguida y por eso insistió tanto en que me quedase en la comuna.

¿Problemas de celos? No, qué va… Aunque, para ser sincera, he de reconocer que no todo es perfecto en el paraíso. Ahí está el caso de Silvano, que se comporta a menudo como un sátiro. Casi siempre está colocado y excitado sexualmente. Pero como el pobre es tan feo que parece un orangután, con esa cara simiesca y una barriga enorme, muy pocas veces consigue emparejarse, y eso que tiene un falo tan desmesurado que Trini le apodó Príapo… Sí, un dios de la fertilidad, al parecer. Silvano se ha enamorado de todas nosotras, pero es de Loli de quien más prendado está, a pesar de que todos sabemos que es lesbiana. Un detalle que a Silvano no parece importarle. Loli es la más hermosa de la comuna, pese a tener más de cuarenta años. Tiene un cuerpo espectacular y una cara divina. Pero también tiene un dogo al que queremos mucho, Niceo, manso y cariñoso, aunque capaz de convertirse de repente en una bestia feroz si cree que su dueña está en peligro. La noche anterior de que Trini y Gori se fuesen, Silvano trató por enésima vez de seducir a Loli. Abrió la tienda de campaña que ella comparte con las Cárites con mucho cuidado, pero no había entrado aún en ella cuando Niceo le mordió en un tobillo. No fue un mordisco fuerte, pero suficiente como para que Silvano desistiera en su empeño. Los gritos de este y los ladridos de Niceo nos despertaron a todos. Dio fue el único que se atrevió a regañar abiertamente a Silvano. Como lo hizo en inglés no me enteré muy bien de qué fue lo que le dijo. Demódoco me contó que Silvano había replicado que como discípulo de Dionisio prefería ser un sátiro antes que un santo. Se fue cojeando del campamento, pero regresó a la mañana siguiente.

Gori y Apolonio llegaron juntos al mediodía del 18 de mayo, cada uno conduciendo su vehículo. Apolonio su Land Rover y Gori una vespa. Venían a avisar a Neusica de la muerte de su padre. Modesto Bosch había aparecido ahogado dentro de un tonel de vino pocos días antes. La Policía pensaba que había sido un asesinato porque antes de ahogarse había recibido un golpe muy fuerte en la cabeza. Tenían tres sospechosos: su hija menor, hermana de Neusica, el vigilante de la finca y, cómo no, el mayordomo.

Aquel mismo día Neusica y Rosita se fueron con Apolonio a Alicante. Gori se quedó en la comuna porque quería cerciorarse de que Trini y yo estábamos bien. Al final, se marchó con el viejo cuando este decidió reemprender la búsqueda de su nieta. Fue una semana después, al día siguiente de que Casandra le leyera la mano. Ella se había ofrecido varias veces, pero Trini había declinado la invitación. Aceptó cuando Neusica se fue y se encontró sin ninguna pista que seguir… Sí, sí, Casandra es quiromántica además de herborista. Recolecta hierbas medicinales que luego vende en los mercadillos y con las que hace pócimas. Aquella noche, al mismo tiempo que le leía la mano, hizo que Trini bebiera un cocimiento que le produjo una visión fugaz pero esclarecedora. Me contó que, después de que Casandra le dijera que tenía muy largas las líneas de la vida, de la sabiduría y del amor, mientras le señalaba la línea del destino, que se mostraba intermitente casi al final, cerca del dedo medio, la cara de ella se transformó en la de su difunta esposa, quien le dijo que buscara la entrada al mundo subterráneo, donde hallaría a Eugenita, su nieta. «¿Cómo encontraré esa entrada?, ¿cómo sabré cuál es?», preguntó él. Antes de que Casandra recuperase sus facciones y su voz, su esposa le dijo: «Lo sabrás cuando los escrúpulos te impidan avanzar».

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