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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

La mitad del vértigo: dos años del gobierno municipal en Alicante

Luis Barcala. | JOSE NAVARRO

Reconozco un problema inicial al tratar de analizar los dos primeros años de mandato del gobierno municipal en Alicante. A lo largo de estos meses tan excepcionales que hemos vivido, he pensado con frecuencia en muchos de esos responsables públicos que han tenido que facilitar el normal funcionamiento de nuestras vidas, garantizando el mantenimiento básico de dispositivos públicos esenciales en condiciones muy difíciles. Con mayor o menor fortuna, todos ellos han tenido que estar al frente de las instituciones en uno de los momentos más duros de nuestra historia reciente, algo que no tenemos que olvidar.

También es cierto que muchos de ellos no han tenido en cuenta esta situación, centrifugando responsabilidades y tratando de buscar culpables en momentos en los que no tocaba hacerlo. Cuesta ser empático con quien desprecia esa imprescindible empatía hacia quien la necesita, algo que en demasiadas ocasiones viene marcando la actuación del equipo de gobierno municipal del PP y Ciudadanos en Alicante, con su alcalde a la cabeza. Lejos de buscar alianzas para la ciudad, de priorizar las necesidades de los vecinos o resolver sus problemas, por encima de todo, Luis Barcala antepone la crítica furibunda y partidista contra el Gobierno central o de la Generalitat a poner encima de la mesa soluciones con arreglo a sus competencias, como ahora vemos con su lamentable actuación en el IES Virgen del Remedio.

Resumir estos dos años tan excepcionales de mandato del bipartito en Alicante nos obliga a poner sobre la mesa algunos titulares que ya forman parte de sus señas de identidad. En primer lugar, nunca antes en Alicante ha habido un gobierno municipal y, sobre todo, una concejala de Acción Social y Educación que haya maltratado tanto a los más vulnerables, con una gestión tan negligente como arrogante hacia los más desfavorecidos. Hemos perdido la cuenta de los disparates, torpezas y ofensas de esta concejala, respaldada por su alcalde en su cruzada contra los pobres. En una ciudad tan necesitada de coser las costuras que la pobreza y la desigualdad han abierto en canal, en medio de la mayor crisis social de la historia reciente, cada día que Luis Barcala mantiene y respalda a esta concejala demuestra que no le preocupa la estabilidad y el futuro de la ciudad y sus gentes, como tampoco un mínimo respeto hacia quienes más sufren.

Posiblemente todo esto se deba a que este Gobierno municipal intente gestionar, con luces y sombras, pero carezca de un proyecto de futuro para Alicante que dé respuesta a sus grandes desafíos. Pero claro, en estos dos años este equipo de gobierno no ha demostrado en algunas áreas ser un gestor ágil y eficiente, como ha sucedido con la falta de contratación del director del Teatro Principal o del gerente del Patronato de Turismo. ¿Quién puede creer que se vayan a impulsar retos pendientes de envergadura, como la revisión del caduco PGOU o la renovación de las grandes contratas de la ciudad, si no se tiene la capacidad para contratar a dos profesionales en veinticuatro meses?

Nuevamente, volvemos a fiar todo a que vuelvan los turistas y el sol salga por las mañanas, sin haber aprovechado estos meses de pandemia para acometer profundas transformaciones que mejoren la calidad de vida de la ciudad y hacerla más atractiva, como sí han hecho otras urbes como Valencia, Barcelona, Palma de Mallorca o Bilbao. Sin embargo, los anuncios huecos y vacíos se multiplican, ya sean para obras futuras que ni siquiera están presupuestadas o para equipamientos tan sofisticados y revolucionarios como una escalera de acceso a la playa de la Albufereta, que lleva dos años sin reponerse en un lugar tan importante. Al mismo tiempo, se anuncian proyectos que tratan de rivalizar con otras iniciativas exitosas en marcha, como sucede con esa entelequia llamada “Alicante Futura”, que trata de vender humo frente al “Distrito Digital” que la Generalitat impulsa en Alicante o el proyecto CENID de la Diputación con la UMH y la UA. Es una seña de identidad de este bipartito, la dificultad para tejer alianzas y aunar esfuerzos con otras instituciones.

Pero también en estos dos años, el Gobierno municipal alicantino ha tomado una decisión que puede erosionar la convivencia, al dar entrada de tapadillo en las decisiones estratégicas del Ayuntamiento a la extrema derecha neofascista, xenófoba, negacionista de la violencia de género y la solidaridad, defensora del franquismo y de un patriarcado rancio. ¿Cómo puede un gobierno municipal apoyarse en un partido así en una ciudad que vive en parte de los extranjeros y cuenta con residentes de 115 nacionalidades distintas?

Si han sido excepcionales los dos años pasados, los dos que quedan van a ser de vértigo porque ambos partidos que forman el bipartito municipal van a depender de una estabilidad política tan frágil como impredecible. Ciudadanos ve cómo se desmenuza lentamente a manos de su socio de gobierno, el PP, algo verdaderamente insólito, mientras que muchos de sus componentes piensan hacia dónde dirigir sus pasos para asegurar sus sueldos. Mientras, el PP ve cómo el mismo partido al que ha dado alas, Vox, le come la tostada al tiempo que se le abren cada vez más frentes y sus líderes regionales no ocultan sus profundas diferencias con una dirección nacional que no encuentra el rumbo político del partido.

Nos queda todavía por vivir en Alicante la mitad de un mandato de vértigo.

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