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Joaquín Rábago

EEUU quiere enrolar a los europeos en su campaña contra China y Rusia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Los Estados Unidos de Joe Biden quieren enrolar a los europeos en su particular campaña contra Rusia y China, país, este último, que trata de disputarle a la superpotencia la hegemonía económica global.

Washington no parece haber renunciado a su vieja mentalidad de Guerra Fría, y en ello encuentra el máximo apoyo en los países que pertenecieron al Pacto de Varsovia y que están hoy plenamente integrados en la Alianza Atlántica.

No deja de resultar en cualquier caso paradójico que Estados Unidos se abriese a China, admitiendo su participación en la economía mundial en un intento de alejar a ese país de Rusia y que ahora recele de ese país, al que acusa de prácticas económicas predatorias.

Las intenciones de Washington al permitir la integración de China en la Organización Mundial del Comercio no fueron en ningún caso tan altruistas como pretende su propaganda oficial.

Además de las razones geoestratégicas que tenía para dar ese paso, China ofrecía a las empresas estadounidenses mano de obra barata a la vez que constituía un enorme mercado potencial para los productos norteamericanos.

Pero ahora, convertida en una superpotencia tecnológica y manufacturera, China extiende rápidamente su influencia por distintos continentes con proyectos económico-comerciales como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (en inglés: Belt and Road Initiative).

Y Estados Unidos trata de presentar lo que es sobre todo una lucha por mantener su hegemonía militar y económica globales como un combate de las democracias occidentales, lideradas nuevamente por Washington, contra los sistemas autoritarios de China y Rusia, a la que acusa de dedicarse a los ciberataques y la manipulación de elecciones.

Pero los países europeos, sobre todo los grandes exportadores como pueden ser Alemania y Francia, tienen sus propios intereses, que no tienen por qué coincidir en todos los casos con los de Washington.

Un ejemplo es la insistencia del Gobierno de Berlín en acabar la construcción del gasoducto del Báltico Nord Stream 2, proyecto rusogermano, al que EEUU se opone por razones tanto geopolíticas como económicas, pues pretende vender a Europa su propio gas producto de la fracturación hidráulico.

Los europeos tienen además dudas sobre la fiabilidad del compromiso de Washington con la defensa de sus aliados por más que Donald Trump no esté ya en la Casa Blanca y los republicanos no dispongan en este momento mayoría en el Congreso porque es algo que puede cambiar en el próximo ciclo electoral.

Tampoco creen que, en punto a política comercial, Biden vaya a poder apartarse mucho de la senda proteccionista emprendida por su predecesor republicano porque, en caso contrario, los demócratas tendrían serios problemas en las próximas legislativas.

En cualquier caso, no parece que Washingon esté demasiado dispuesto a eliminar los aranceles que impuso Trump al acero y el aluminio europeos, aunque es algo sobre lo que habrá seguramente más claridad cuando se celebre la cumbre bilateral el próximo martes.

Pero según fuentes diplomáticas alemanas citadas por el diario Frankfurter Allgemeine, EEUU no quiere de momento comprometerse a una fecha para la eventual eliminación de esas tarifas punitivas.

Ni se muestra Washington demasiado receptivo a la idea de resolver rápidamente el problema del bloqueo decidido por Trump del nombramiento de jueces para el mecanismo de solución de conflictos de la OMC, lo que está paralizando su labor.

Como persisten las diferencias entre EEUU y los europeos en sus respectivos objetivos para la lucha contra el cambio climático: la superpotencia parece menos ambiciosa en la renuncia al carbón y se resiste a fijar un precio a las emisiones de CO2. Habrá que esperar a ver si se produce algún acercamiento en la cumbre.

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