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Imagen de archivo de una protesta contra el machismo.

Hoy, escribir sobre la violencia de género y a la vez ser políticamente correcto, a mí y sin llegar a ser una utopía, cada vez me cuesta más. Últimamente, cuando escucho noticias donde la protagonista, la triste protagonista, es una mujer a la que le han arrancado la vida siendo además las manos machistas del que se suponía que era su pareja sentimental las que han cometido el feminicidio; se me remueven todas las entrañas. Las sensaciones de impotencia, de rabia, a veces de incredulidad hacen que desde mi razón solo salgan palabras malsonantes, improperios, insultos, tacos y maldiciones, siendo éstas las únicas que pugnan por tomar forma en mi escritura y sonido en mi boca.

Por dónde empezar sin que la ira, la rabia y los insultos se apoderen de estas cuatro líneas. Por dónde comenzar sin caer en los tópicos, en reiterar frases y consejos recurrentes que ya no sirven de nada. Por dónde iniciar este relato sin tener que hablar, ni darles el más mínimo protagonismo a estos malnacidos, inmorales, cobardes y malvados maltratadores asesinos de mujeres. Hay algo, hay cosas, bastantes cosas, que seguimos haciendo mal y eso ayuda a que el sentimiento de frustración nos invada cada vez que hay un asesinato. El sentimiento de fracaso, de decepción solo nos empuja al abandono y eso no es bueno, nada bueno.

Empecemos, cómo no, por el principio. Claramente estamos fracasando como sociedad ante estos actos violentos. Fracasamos en el paquete de leyes elaboradas para la lucha contra el maltrato de género. Se sigue teniendo recelo a denunciar y muchas de estas denuncias son retiradas antes de llegar a los juzgados. Las medidas legislativas, judiciales y preventivas chocan una y otra vez con una cultura que, con la boca pequeña, encuentra justificaciones para mantener esa peligrosa relación de dominancia del hombre sobre la mujer. Fracasamos en la familia cuando para que no haya problemas en las reuniones, escondemos y miramos para otro lado, ante comportamientos machistas y actos verbales violentos contra la mujer llevados a cabo por esos micromachismos que todavía son consentidos. Fracasamos como amigos cuando no somos capaces de hacer ver a esa mujer, que es tu amiga, en el pozo sin fondo que está cayendo, consintiéndole a su pareja lo que le esta consintiendo. A veces con la triste excusa de que puedes perderla como amiga. Fracasamos como vecinos cuando cerramos las ventanas o elevamos el volumen de la música para no tener que oír las peleas constantes de la pareja de al lado. Fracasamos como educadores cuando “arrastramos” el tema del maltrato de género al aula y los adolescentes lo reciben con hastío, con desgana y desde el fondo de la clase se oye un “puf, otra vez, más de lo mismo”. Fracasamos maestros y profesores cuando en los debates sobre la violencia de género, solo son dos o tres chicos los que llevan la voz cantante y los que abanderan y justifican la injusticia de que solo se hable de mujeres y no se hable de hombres también maltratados. Y también solo un par de chicas son las que tratan de defender la existencia del maltrato con argumentos que a veces se mezclan con lo que ellas creen que es el amor y la vida en pareja. Todo acaba en una subida del tono de voz, palabras cruzadas y hasta gritos superpuestos entre los protagonistas. Mientras el resto de los chicos asienten con la cabeza y jalean a sus colegas y las chicas, a veces incómodas, solo dan la callada por respuesta. Y fracasamos como padres cuando consentimos y potenciamos actitudes machistas a nuestros hijos o actos de sumisión y de sometimiento de nuestras hijas ante su pareja. Y todo en la creencia, para nuestro descanso, de que son cosas del amor y de los adolescentes.

Ante tanto fracaso no deberíamos cruzarnos de brazos y esperar que esta pesadilla pase. Deberíamos abrir más nuestro campo de visión y buscar en otros lugares de nuestra sociedad dónde se encuentran también las semillas machistas. Quizás sea el momento de echar un vistazo a las televisiones y ver la imagen que generan de la mujer programas como el de “Mujeres hombres y viceversa” que, tras trece años en antena, Mediaset ha decidido cancelar el programa por falta de audiencia. Pero la emilla machista ya está esparcida. O “La isla de las Tentaciones” también de Mediaset. Programa televisivo que despierta los instintos más machistas que uno puede imaginar. En el programa podemos ver una vez tras otra eso de que si es un hombre el que comete una deslealtad con su pareja este es un machote, un portento de la naturaleza. Si es una mujer la que es infiel se le tacha de golfa, promiscua o cualquier otra cosa insultante. Quizás también deberíamos volver la vista hacia la pornografía a la que tienen acceso nuestros adolescentes. Los últimos informes, escalofriantes, indican que el 62,5% de los adolescentes entre 13 y 17 años ha visto pornografía en algún momento de su vida, adelantándose incluso a los 8 años en algunos casos. Evidentemente la pornografía no mata, pero si puede alterar la visión que los hombres tienen de las mujeres. En los más jóvenes suele generar una visión más machista y misógina del sexo femenino, favoreciendo los estereotipos de género y la cosificación de la mujer. Tampoco podemos ignorar y permanecer impasibles ante el preocupante escenario social donde cada vez son más los jóvenes que en España recurren a la prostitución como un mero entretenimiento. Que adolescentes mercantilicen, puedan “comprar” una mujer como si de una “cosa” se tratase es indiscutiblemente alarmante. Ignorando la situación de explotación de la mujer, muchos adolescentes se sienten atraídos a pagar por sexo por la idea de que "tienen el poder" sobre ella. Jóvenes que están a un pequeño paso de ser maltratadores y desgraciadamente algunos serán asesinos de mujeres. Y ya que todos pedimos más educación, seguramente el único antídoto para esta plaga, sea crear una asignatura obligatoria, y así afrontamos de una vez por todas el maltrato de género, los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas. Algunos afirmarán sin pudor y pondrán el grito en el cielo que será una asignatura donde se adoctrinara al alumnado, ignorando que es una asignatura que salvará vidas y evitará muchos sufrimientos.

Todo son medidas a largo plazo, pero tengo el convencimiento de que poco a poco servirán para arrinconar el maldito machismo. Pero mientras llegan y no llegan tendremos que seguir escuchando “lindezas” cómo los comentarios del cura canario Fernando Báez Santana, conocido como “padre Báez”, que achacaba el asesinato de las niñas de Tenerife, Olivia y Anna, a la “infidelidad” de su madre, Beatriz Zimmermann. Ahora mismo ya no me puedo aguantar, los palabros se me amontonan en la mente. Imposible detenerlos. Dejadme que libere “presión” soltando una palabra que como interjección se suele usar para expresar enfado, irritación, asombro… que la recoge la Real Academia de la Lengua Española y que no es otra que la de ¡joder! ¡Joder!

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