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Antonio Sempere

Luceros silente

Fotografía de archivo de una mascletà en Alicante. MORELL

Lo escribí hace poco: las mascletás en la plaza de los Luceros hicieron mucho más por vertebrar la Fiesta de Hogueras con la ciudadanía que todas las campañas institucionales realizadas hasta ese momento. Pero toda cara tiene su cruz. A pocos metros de donde se realizan los disparos está situado el Centro de Especialidades de la Calle Gerona, cuya consulta de Otorrino visito una vez por semestre, para eliminar los tapones de cerumen y revisar las pérdidas de audición. Aprovechando la rotación de facultativos, y que siempre me encuentro caras nuevas, desde hace años les vengo preguntando por las mascletás. Sus opiniones, con sutiles variaciones, coinciden. Les parecen aberrantes. Una carrera acelerada hacia una sociedad de ciudadanos sordos. Lo que sumado al abuso de los auriculares daría para varias crónicas. Pero eso es otro tema. Como el de la conveniencia de trasladar este acto festero a otro lugar (ahora se celebra bajo la estación más importante del Tram de Alicante).

En todas las poblaciones donde se celebran fiestas de Moros y Cristianos, los arcabuceros emplean sólidos tapones para mitigar daños en sus oídos. En las inmediaciones de Luceros, a pesar de lo que pueden impresionar las imágenes aéreas donde se aprecian los miles de ciudadanos que concentran las mascletás, el sonido no llega en toda su intensidad a los espectadores de las avenidas de Alfonso el Sabio, la Estación, General Marvá y Federico Soto. Tal y como están dispuestas las distancias de seguridad, solamente quienes se encuentran situados en primera línea reciben hasta el último decibelio. Deberían tomar precauciones. Los otorrinos no mienten. Porque vencido el silencio, volverá la vida. Cada año, con más jornadas de pólvora. Y cuidar del aparato auditivo no es un juego.

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