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Tomás Mayoral

Boris Johnson pliega velas

El primer ministro británico, Boris Johnson

Solemos olvidar cuando hablamos de ese enorme engranaje que controla las vacaciones de millones de ciudadanos británicos que una parte sustancial de lo que genera económicamente ese fabuloso negocio se queda en casa. Dicho de otro modo, a nosotros, a nuestra economía y a nuestra industria turística, nos fastidia el rubio Boris cuando en un alarde de nacionalismo trasnochado quiere aprovechar el COVID para mantener encerrados en la isla a millones de compatriotas disuadiéndoles con una cuarentena a su regreso de unas vacaciones en países como España. Pero a los turoperadores británicos estos movimientos del inquilino del 10 de Downing Street les hacen tanta pupa como a nosotros. La variante india es la gran excusa de Johnson y dice ser cauto. Pero, claro, tantas precauciones en un tipo que ni se creía esto de la pandemia hasta que se puso él enfermo son sospechosas. Además, casi todas las vacunas han demostrado una gran eficacia contra esa variante del virus. En este contexto, el último anuncio de aplazamiento de la desescalada prevista fue recibido con protestas políticas y sociales. Una presión difícil de soportar.

Cuanto más se menee el árbol, más nueces pueden acabar cayendo. Ayer el Gobierno británico ya lanzó el globo sonda de estar pensando no exigir a los vacunados con pauta completa (allí todo es Pfizer y AstraZeneca) la cuarentena que pedía a la vuelta si el país de destino no era verde. Revise o no revise nuestro color en ese semáforo, de confirmarse que Jonhson está plegando velas, podrían venir a España a partir de agosto unos 4,4 millones de británicos, de los que el 20%, casi 900.000, podrían recalar en la Costa Blanca y adelantar varios meses la recuperación. Eso sí, precaución. Hablamos del rubio Boris, volatilidad en estado puro.

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