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Antonio Sempere

Sobredosis de Raúl Pérez

Raúl Pérez, como Pedro Piqueras, en 'Expediente Pérez'.

Con Raúl Pérez ha ocurrido lo mismo que con Carlos Latre: en el contexto de sus programas matrices, Late Motiv y Crónicas marcianas, funcionaban como un tiro, porque aportaban el toque delirante, aumentaban exponencialmente la calidad del producto televisivo al que contribuían. Pero solos no van.

Expediente Pérez (canal #0) agota en su media hora monográfica dedicada al mundo de los youtubers. El agotamiento no es sólo personal (pensemos en las cinco horas que cuesta llegar a una caracterización como la de Ubai Llanos) sino también del público que lo ve. La mayoría de las veces, caracterizado a la manera de Pedro Piqueras, con excesivas capas de engrudo.

El virtuosismo del imitador no pasa solamente por el catálogo de posibilidades de que es capaz. Con el muestrario de dicho catálogo José Mota dio sonoros patinazos, no más graves porque ha tenido la suerte de ser elegido por el sanedrín de este país como uno de los elegidos que tienen bula para hacer el ridículo por encima de sus posibilidades (ya verán la desastrosa película García y García). Joaquín Reyes es otro de los que se ha librado porque juega otra liga, tiene reglamento propio, y nadie puede meterse contra sus leyes.

Pero los baremos para que un buen imitador funciones están inventados desde hace mucho tiempo. Raúl Pérez cuenta con las cualidades adecuadas para alcanzar la excelencia. Pero la avaricia no ha de romper el saco. Pérez ha de estar ahí para sacar oro de los momentos cumbre de un programa, de una situación, de un guion (lo logró transmutado en Miguel Bosé al inicio de la 6ª temporada de Late Motiv). No necesita ningún espacio propio, que no es más que un reto kamikaze.

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